Diana Sartori (43) es docente de educación especial y contó a Los Andes su “Historia de Verdad” describiendo lo que hace para poner un granito de arena a la sociedad en su quehacer cotidiano.
Para Diana, de Guaymallén, ser docente de educación especial hoy por hoy es un desafío. “Es difícil pero si te gusta es apasionante. Yo trabajo con chicos sordos que van aprendiendo la lengua de señas muy de a poco. Son chicos cuyas familias son oyentes y la lengua de señas es un idioma que lleva tiempo aprender y los padres lo aprenden con ellos. Es como que tenés que trabajar con ellos. Comunicándote con ellos. Vos le enseñas a ellos y ellos a vos un montón de cosas”, señaló.
La docente indicó que a veces comienza a trabajar con determinadas estrategias pero que sus estudiantes le muestran que ese no es el camino, lo que la lleva a replantearse cómo va a enseñar. “Te dan actitudes ante la vida. Son muy perseverantes. Y en algunos casos aparte de la sordera tienen problemas motrices pero igual buscan la forma de superarse día a día y así te enseñan a vos. Tienen tanta fuerza que te la contagian”, describió.
La comunicación, primero
Diana hace 20 años que se dedica a esta especialidad en la educación y la eligió porque la comunicación le llamaba la atención. Siempre pensó que ella podría ser una ayuda para que las personas sordas se puedan comunicar y poder aportar desde su acompañamiento. Para la docente, es un desafío que de todos modos le gusta. Diana ha trabajado con bebés hasta estudiantes de 14 años, pero actualmente está con niños de 7 a 10 años en la escuela Raquel Menendez de Pavón, de Ciudad.
“Son grados múltiples, primero, segundo y cuarto. Pero de todos modos la atención es personalizada, porque ellos tienen distintos niveles, dificultades. A lo mejor uno tiene problemas auditivos solamente y otro tiene problemas motrices”, detalló. Agregó que, en función de esto, se tiene que ir adaptando a lo que cada niño necesita. “No se le enseña de la misma manera al que tiene un resto auditivo que a un sordo profundo”, deslizó.
Para ella la comunicación diaria es un desafío grande porque los chicos de 9 o 10 años siguen aprendiendo la lengua de señas. “No la tiene en la casa. El niño común lo adquiere en la familia y ellos no. Tenés que pasar esa barrera de la comunicación y lograr que de esa manera aprendan a comunicarse sin una lengua que es la base de todo. Pero es lo mas difícil”, remarcó Diana.
Un trato especializado
Diana contó que, si bien da las mismas materias que una maestra en una escuela común, tiene que adaptar los contenidos al nivel de cada estudiante. Es por esta razón que el escenario se complejiza ya que no es lo mismo darles a todos el mismo contenido que particularizarlo según el estudiante. “Y se complica mucho más cuando están todos en el aula. Porque a uno le dictas mientras que con otro usas vocabulario visual. Y todos tienen dudas al mismo tiempo o problemas de atención y se dispersan”, detalló.
Obviamente, al finalizar el día Diana llega cansada a su casa, pero para ella lo bueno es estar haciendo algo de su agrado. También destaca que cada logro alcanzado por los estudiantes es un logro alcanzado por ella, y esto la hace feliz.
Esta metodología de trabajo también implica una proximidad con las familias de los alumnos, algo que la pandemia profundizó. “Grabamos videos, compartimos cuadernillos y estuvimos hablando por teléfono o videollamadas con los papas. Porque muchos no manejan el lenguaje y nosotros los ayudamos para explicarles al niño de manera más directa”, dijo.
También contó que durante la pandemia trataron de llegar de todas las maneras posibles aunque indicó que en algunos casos no se pudo hacer. “Perdimos mucho con los chicos que no podían comunicarse de ninguna manera o los que aun hoy no hay podido volver”, apuntó.
Para terminar, Sartori indicó que ella siente que aporta a la sociedad intentando dar siempre lo mejor que puede dar. A veces acompañando y otras veces celebrando el cumpleaños de alguno de sus estudiantes.
“Trato de dar lo mejor de mí, de llegar al niño en la forma que pueda. A veces hasta festejándole un cumpleaños. En la escuela tenemos pequeños detalles y con ellos tratamos de cambiar su día a día. O por ahí sabemos que tienen una situación complicada y le compramos lo que necesitan. Se trata de hacer lo que se pueda. Espero estar aportando algo. Porque son cosas que te llena el alma y eso es lindo”, terminó.