Con su carpa llevaba el circo a los barrios, pero por la pandemia tuvo que salir a vender viandas ahora. Ahora, con la flexibilización de las restricciones, mira esperanzado el futuro que tiene por delante. Con la frescura que uno espera de un payaso, Leo Ibaceta (46) cuenta que, si bien desde muy chico se identificó con el circo, su familia no tiene nada que ver con él. “Son obreros y hago esta salvedad porque antes, de los 90 para atrás, el circo era solo de barrio, de pueblo que comenzaron a declinar con la generalización de la TV”, dice.
Leo agrega que se hizo artista por decisión propia, al ver malabaristas que llegaron de Europa en Chile. “Me enamoré, y con amigos de Las Heras también empezamos a ver al nuevo circo, que ya no es de familia de circo sino de gente que elige la actividad y que ya no tiene animales como antes”, asegura. Leo cuenta que igual, el circo que le gusta a él es el que tiene un perfil más social que es el que va a los barrios y lo entiende como una herramienta de transformación. “Es el circo que va a la escuela, el que se ve en un semáforo, o en un evento. “Cambió como cambió el mundo y logró transformarse. Por eso elegí esa vocación en 1996”, recuerda.
El circo barrial y social
Por esos años, Leo y sus amigos fundaron el circo Truchi. Luego vinieron viajes por Latinoamérica y Europa donde vivió algunos años. Finalmente, recaló en Ecuador –por el año 2000- y de regreso a Mendoza fue alumno del actor Guillermo Troncoso. “Me quedé en Mendoza para realizar esta actividad que me gusta tanto”, detalla Leo.
Hacia el año 2009, las carpas “chicas” se acabaron y sólo subsisten desde esa época las más grandes. Lejos de bajar los brazos, Leo y sus colegas hicieron una “artesanal”, la soldaron y armaron. Esa fue la primera carpa del nuevo circo, la carpa del circo de Getulio.
“Hicimos algunos eventos en Godoy Cruz y en el parque. También en Costa de Araujo, Ugarteche, San Roque. Y hemos dado espectáculos en Las Vegas o el Carrizal. Todo a pulmón, todo para llevar el circo a la gente que hacia 20 o 30 años no lo veía. Y se sorprende la gente. Pareciera que es mentira, pero no, hay personas que nunca han ido al circo. Los circos grandes no son tan accesibles Entonce está este espacio de reconstrucción y de reinvención del circo”, cuenta Leo.
Leo reconoce que fue un trabajo que siempre recordará, pero que se extinguió por las necesidades económicas, por la inseguridad y por otras situaciones contextuales. Él dice que es difícil circular como circo ambulante, pero que de todas maneras siempre fue un lindo trabajo.
Con los circos barriales en Godoy Cruz, Leo volvió a recorrer los sitios a donde el humor es un bien escaso aunque indispensable para sobrellevar las humildades diarias. “Los festivales de circo de Godoy Cruz nos sirvieron para para hacer un ciclo por los barrios por la periferia de este departamento. Fuimos al Tres estrellas, a la Estanzuela o La Gloria. Eso causó mucha sensación en mi, porque es donde descubrí que el circo social es un espacio para que la gente pueda ir, donde más se necesita y se viven cosas increíbles a nivel emocional”, dice. Leo agrega que sabe que la gente de cualquier clase social necesita reírse y pasarla bien pero hay algunos que tienen más posibilidad de acceso que otros.
Transformarse en otro
El payaso cuenta que su actividad, como la de todos los artistas, se vio truncada por la pandemia y todos quedaron “tirados”, por lo que hubo que buscar opciones. “En mi caso, tuve que repatriar a mi familia de Ecuador, pero acá me puse a hacer comida sin bajonearme, ni lo pensé. Ahora ya pasó un año y medio y seguimos con esto. Yo me lo tomé no como una tristeza enorme. No pensé ‘uy se fue el circo’ sino como que lo vi como un cambio. De que ayer estaba allá y hoy estoy acá y voy a poner lo mejor de mí en este nuevo oficio”, relata.
Leo cuenta que los momentos difíciles le hicieron conocerse a sí mismo y aunque todavía aprende oficio de las viandas, también se dio cuenta que era capaz de dedicarse a la construcción o al tapizado, que son cosas que el circo le había enseñado de manera complementaria. “Con la pandemia floreció la creatividad para mí. Empezás a ver qué tenés, enfocarte y ver qué hacer. A ver qué recursos tengo. Y estoy contento”, detalla.
Ahora, cuando hay una nueva oportunidad de llevar el circo al territorio, Leo dice que tiene una alegría enorme y que dejará el negocio de comida hasta que el destino o la necesidad lo obliguen a volver. “Tal vez vuelva a la tapicería. Hay que hacer lo que sea con alegría, para aprender. Pero ahora otra vez volvemos a inaugurar el circo social, algo fantástico que amo y a lo que le dedico mucho tiempo. Y eso vuelve retribuido en emociones y cariño de la gente”, cerró.
Se pueden consultar las presentaciones que Leo y su carpa harán haciendo clic aquí.