Entre 2014 y 2022 la cantidad de nacimientos en Mendoza se redujo 41%. El dato ubica a la provincia entre las jurisdicciones que tuvieron una mayor disminución y expresa la consolidación de una tendencia.
Quedó ubicada en el tercer lugar ya que solo presentaron una baja mayor Jujuy y Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ambas con 44%. En tanto, la provincia de Buenos Aires mostró el mismo indicador que Mendoza y apenas debajo quedó Santa Cruz con 40%.
Los registros se desprenden de un informe recientemente publicado por la organización Argentinos por la Educación a nivel nacional. Allí también se da cuenta de que la baja en la natalidad es generalizada, ya que todas las provincias mostraron un descenso en el número de nacidos vivos. Las que muestran menos impacto son Chaco con 21% y Santa Fe con 28%.
En todo el mundo
Con datos aportados por la provincia, se observa que en solo 5 años la baja fue de 32,29%. Los últimos números procesados a año cerrado por el gobierno local muestran que los nacimientos pasaron de 31.454 en 2017 a 21.296 en 2022. El descenso ya había empezado a expresarse en 2016 pero muy lejos del máximo registrado desde 2011, que fue en 2014 con 36.131 nacimientos. Justamente el año que toma como corte el trabajo nacional.
La disminución de la natalidad no es algo nuevo, pero se profundiza. Había comenzado a ponerse en evidencia en países europeos, donde incluso ha preocupado desde hace años el envejecimiento de la población. Esto asociado a menos cantidad de nacimientos y mayor sobrevida de la población, lo que fue incrementando la proporción de adultos mayores en relación a los niños y jóvenes.
“Los países desarrollados fueron pioneros en la caída de las tasas de fecundidad desde finales del siglo XIX. Este descenso se acentuó en la década de 1930, incrementándose nuevamente la fecundidad en la posguerra hasta estabilizarse en niveles moderados entre 1950 y 1960″, resume el informe de un estudio de la Dirección Nacional de Población del Registro Nacional de las Personas (Renaper). El trabajo analiza la evolución de los principales indicadores de natalidad y fecundidad en Argentina entre 1980 y 2020.
Agrega que “los países en vías de desarrollo registraban altas tasas en la década de 1950 y comenzaron la transición de manera heterogénea en la segunda mitad del siglo XX. En el caso de Argentina, la transición fue más temprana con marcados descensos desde 1914, aunque se estancó hacia 1947″.
Allí se explica que para el año 2000, la mayoría de países ya evidenciaba tasas bajas de fecundidad y sostiene que en la actualidad, casi todas las regiones se sitúan por debajo del reemplazo generacional, exceptuando África Subsahariana y Medio Oriente.
Menos hijos
El reemplazo generacional hace referencia justamente al cálculo posible de reemplazo de la población mayor por la más joven, un balance entre nacimientos y fallecimientos. Implica, según los cálculos de los expertos, que cada mujer en edad fértil tenga 2,1 hijos.
En Mendoza, según datos de la Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas, la tasa general de fecundidad (la cantidad de hijos que una mujer tuvo al finalizar su edad fértil) fue de 1,34 hijos en 2023 en Mendoza. Muestra también un descenso los últimos años. Por tomar de ejemplo el último quinquenio, en 2019 había sido de 1,86; en 2020, de 1,58; en 2021, de 1,54 y en 2022 de 1,43.
El número venía en picada constante desde muchos antes y por primera vez tiene un registro menor al 2,1 mencionado en 2018, cuando fue de 2,04. En 2001 había sido de 2,53, hoy es un hijo menos por mujer.
Según el Renaper, hasta los últimos años, Argentina no llegó a ubicarse por debajo del nivel de reemplazo, a diferencia de Chile y Uruguay. El resto de países de la región tuvieron descensos más pronunciados en las últimas décadas.
El trabajo arroja como conclusiones que la Tasa Bruta de Natalidad (frecuencia de nacimientos por cada mil habitantes) se redujo un 52,8% a nivel del total del país entre 1980 y 2020. Asimismo, la Tasa de Fecundidad General disminuye en un 54,9% durante el mismo período.
En tanto, la Tasa Global de Fecundidad (TGF) presenta una reducción del 53,3% entre 1980 y 2020. Obviamente son situaciones fluctuantes en relación con las condiciones del contexto. Aunque se registró un aumento en el número de nacimientos entre 2001 y 2010, este no implicó un aumento en el nivel de fecundidad a nivel del total del país (incluso se observa una ligera disminución).
Causas de la baja de la natalidad
Estas variables están condicionadas por diversos factores como el contexto socioeconómico, concepciones culturales, nuevos paradigmas, entre otros.
Hay una tendencia a una mayor planificación familiar, de la mano del crecimiento en la oferta de métodos anticonceptivos así como el acceso a mayor información y asesoramiento. Es que los últimos años hubo un avance de las políticas de acompañamiento en salud sexual y reproductiva que lo han favorecido.
También se ha instalado más entre los jóvenes la preferencia por no tener hijos. De hecho, en los consultorios médicos se ve que son cada vez más los menores de 30 años que se realizan la anticoncepción quirúrgica, tanto la ligadura de trompas, en el caso de las mujeres, como la vasectomía en el caso de los varones. Incluso sin haber tenido hijos antes.
El doctor Diego Santoni, ginecólogo, oncólogo y mastólogo, dijo que en los últimos 5 años se han incrementado entre 60 y 70% los procedimientos que se realizan en menores de esta edad.
Esto se vincula en gran medida con que los proyectos de vida se han modificado. Pero por otra parte, también influyen -desde siempre- la coyuntura y el contexto. La falta de seguridad económica y dudas sobre el futuro afectan la decisión de maternar o paternar, y eso tiene particular peso los últimos años, en medio de la crisis de la pandemia de Covid y la incertidumbre que ha afectado al país en el contexto económico.
Los especialistas señalan como otros factores un descenso del embarazo adolescente que ha sido marcado: en Mendoza pasaron de ser 15,6% de todos los nacimientos en 2011 a 7,5% en 2022, la mitad.
El retraso en la decisión también hace que muchas mujeres elijan hacerlo a mayor edad, cuando hay más dificultades para la concepción, pese a que los avances científicos ofrecen alternativas.