Aquel 3 de abril de 1982 quedará grabado a fuego en la memoria de Julieta Gargiulo. Esa tarde, horas después de que las tropas argentinas recuperaran las Islas Malvinas, levantó el teléfono, llamó a su amiga Gloria González Arenas de Funes y le dijo: “Hagamos algo, hay que ayudar a nuestros hombres que luchan en el sur”.
Julieta no lo sabía, pero acababa de fundar una agrupación sin fines políticos mayoritariamente integrada por mujeres que funcionaría durante los años más difíciles de la posguerra y que luego prolongaría su misión social: “Mujeres Mendocinas”, que llegó a tener en su lista nada menos que a cerca de 500 voluntarias.
Transcurrieron 40 años desde aquella charla entre amigas que resultó el puntapié inicial para brindar una ayuda invalorable en tiempos de dolor, de tragedia y de muerte: comenzaron realizando talleres para fabricar apósitos y luego enviaron elementos sanitarios a los hospitales, organizaron charlas y conferencias sobre los derechos argentinos, recibieron a los excombatientes y, más tarde, con el advenimiento de la democracia, se pusieron al hombro la tarea de difundir información sobre cómo iban a desarrollarse los actos electorales tras años de dictadura.
“Aún en ese contexto dramático, fue satisfactorio haber formado Mujeres Mendocinas. Hoy rindo homenaje a tantas voluntarias que se sumaron al proyecto sin banderas políticas y con el único fin de colaborar desde distintos lugares y posibilidades. Muchas de estas mujeres ya no están, pero quedará grabado a fuego su entrega para apoyar a los hombres que dieron su vida por la Patria y para reivindicar nuestros derechos sobre las Islas Malvinas”, reflexionó Gargiulo en diálogo con Los Andes.
Mágister en Cultura Argentina y diplomada en Historia, esta mujer --en aquellos tiempos trabajaba y tenía hijos pequeños— valora el esfuerzo de otras tantas exponentes de Mendoza que volcaban sus ratos de descanso para fabricar apósitos, comprar algodón, enviar insumos y organizar la logística necesaria.
Solidaridad
El grupo se armó en base a una gran solidaridad humana y sin estructura económica. “Los empresarios comenzaron a sumarse y empezamos a recibir, además de dinero, alojamiento y pasajes para las figuras representativas que solían acercarse a Mendoza para brindar charlas. Fue enorme orgullo haber organizado una misión que se extendió durante años y que, insisto, solo tuvo como objetivo el amor por la Patria”, reflexionó.
Tuvo como plantel inicial, además de Julieta y Gloria González, a Silvia Bombal de Suárez Lago, Hebbe Maissonave de Zalazar, Sara Chammas de Saborido, Felisa Lencinas de Villanueva, Isabel Laurenz de López y Marta Piaggio de Puliti. Luego se fue agrandando hasta lo inimaginable.
“Es esta una agrupación espontánea de mujeres sin distinción de edad, condición social ni diferencias políticas o religiosas, para acompañar con amor y trabajo a nuestros hombres que luchan en el sur”, se presentaban en el acta fundacional.
La confección de vendas, apósitos y material de hospital comenzó en un taller que funcionó en la propia vivienda de Gloria, Granaderos 1161, de Ciudad. Las adhesiones se hicieron cada vez más numerosas y pronto se abrió otro local cedido generosamente por la Dirección de Turismo.
Julieta repasa el acta donde se sentaron las bases de aquel grupo de mujeres y asegura que los objetivos se cumplieron íntegramente. Menciona la exaltación de los valores patrióticos, la defensa de la soberanía; fundación de un ateneo cívico, mantenimiento y auspicio de relaciones con todos los actores sociales para exponer doctrinas y programas y apoyo a escuelas e instituciones que requerían ayuda y orientación.
Uno de los hechos más salientes que recuerda fue la posibilidad de viajar a Ginebra, Suiza. Desde allí se realizaron los pertinentes contactos para, por ejemplo, brindar en la Argentina conciertos a total beneficio. Todo el dinero recaudado se volcó íntegramente a aquella causa patriótica.
“Inesperadamente llegó el 14 de junio con toda su carga de desaliento, dolor, rabia y apatía. Sin embargo, Mujeres Mendocinas continuó su labor, es decir, el de mantener en lo alto la moral de la ciudadanía en días trágicos con su prédica y solidaridad constante”.
Gargiulo recordó las numerosas visitas que llegaron a la ciudad a instancias de Mujeres Mendocinas, siempre con el apoyo de las autoridades municipales de entonces. Entre ellas, la del embajador Carlos Ortíz de Rozas, jefe de la delegación argentina ante el Vaticano en la mediación papal por el conflicto del Beagle y último embajador argentino en Londres.