El martes 5 de abril de 2011, mientras periodistas, fotógrafos y camarógrafos de todos los medios de Mendoza montaban guardias desesperadas en diferentes bodegas y hoteles lujosos -luego de que se filtrara desde el Aeropuerto El Plumerillo que el cantante de U2, Bono, había aterrizado en un avión en la provincia-, el artista dejó una anécdota memorable para un grupo de fans de él y su música en el Valle de Uco.
Y a 13 años de la sorpresiva visita de Bono a Mendoza, en #MVQN, el programa de streaming de Los Andes y CNN Radio, recordamos los pormenores de este viaje relámpago del cantante irlandés en el que se tomó fotos con quienes se lo pidieron, firmó autógrafos y hasta disfrutó de una cerveza y de un café en vaso de telgopor y de una barrita de chocolate en la mesa del drugstore de una estación de GNC en Tupungato. La misma mesa donde estuvo sentado varios minutos, y descalzo, quizás con la idea de conectar de la mejor forma posible con el suelo y el ambiente mendocino.
BONO MENDOCINO
A fines de marzo de 2011, Bono, The Edge y el resto de U2 giraron por Santiago de Chile y por La Plata para traer su por entonces revolucionario show de 360° tour, aquel con el que brillaron en el Estadio Nacional (Chile) y en el Único de La Plata.
Pero Bono fue noticia en Mendoza en aquella oportunidad, y de una forma por demás particular. Porque el 5 de abril, cuando ya habían culminado sus shows en Argentina y en Chile, Bono estuvo en Mendoza. Y en una visita totalmente “out of context”.
La primera información lo ubicaba visitando bodegas exclusivas y hasta almorzando con el músico y productor Gustavo Santaolalla. Y hacia esa hipótesis apuntaron los medios mendocinos, que salieron “a la caza” del músico y con el objetivo de dar con la ansiada foto. Desde el equipo de seguridad de Bono también colaboraron para que las pistas falsas tomaran mayor notoriedad, y los radares apuntaran a buscarlo en lugares donde -desde el principio- se supo que no estaría.
Mientras tanto, Paul David Hewson (tal y como es el verdadero nombre de Bono) llevaba adelante una rutina por demás mundana y terrenal, completamente alejada a los lujos y placeres de ser una celebridad.
Y es que esa mañana Bono compartió una cerveza con quienes lo acompañaban en el viaje por Mendoza en una pizzería de Vista Flores (Tunuyán) y se tomó fotografías y firmó autógrafos con quienes se lo pidieron. Luego, en una estación de servicio, bebió un café y comió un chocolate (esta vez ya en Tupungato), para luego volver a sus quehaceres misteriosos.
EN PRIMERA PERSONA
Rodrigo Melián, estudiante de Comunicación Social y de 25 años en abril de 2011, contó a los medios mendocinos cómo fue su sorpresivo encuentro cara a cara con Bono en la estación de servicio de Tupungato.
“Cuando me bajé del auto, la chica que atiende me dijo que mirara quién estaba ahí sin hacer mucho escándalo. No lo podía creer, ¡era Bono!”, contó Rodrigo hace 13 años.
Y relató que encontró al cantante de U2 sentado, descalzo, y a punto de tomar un café de la máquina. Tras percatarse de que estaba frente a una leyenda de la música mundial, Rodrigo encaró al artista para pedirle una foto. Pero quienes estaban con el cantante lo frenaron y le pidieron que aguardara. Una de estas personas fue hasta la camioneta, buscó las botas del cantante y, una vez que Bono estuvo calzado, se tomaron la fotografía que tanto había anhelado Rodrigo.
La visita también marcó la vida de Lucía Ovando, precisamente quien atendía el drugstore de la estación de servicio Palden, ubicada en la calle Correa al 500 de Tupungato. Según contó la joven en 2011, cerca de las 17 de aquella tarde del 5 de abril -y luego de que viera que una camioneta 4x4 estaba estacionando en un lugar donde no estaba permitido- salió para avisarle al conductor que no podía aparcar allí.
“Es un minuto nomás”, le contestó el conductor. “En serio, por favor correla”, insistió Lucía. “Bueno, se bajan ellos y la saco”, contestó de nuevo el hombre. Por “ellos” se refería al propio Bono y a otras tres personas. “Es él, ¿no?”, preguntó, asombradísima, Lucía. “No”, le respondieron de forma esquiva. “Sí, es él”, insistió la vendedora, quien ya no necesitaba confirmación alguna.
También consultada por los medios -una vez que Bono ya se había marchado-, Lucía contó que había escuchado y leído esa mañana que Bono estaba por Mendoza y que se bajó descalzo de la camioneta. Allí fue donde pidió el café de máquina y una barrita de chocolate, y donde también se encontró con Rodrigo Melián.
Simpático y sin reparos, Bono se tomó fotografías con toda la gente que se lo pidió y hasta firmó autógrafos. A Lucía, además de la foto, le firmó un autógrafo que incluyó el dibujo de una rosa y la dedicatoria “a Lucicia”.
A QUÉ VINO BONO A MENDOZA
Días después de la visita, se confirmó el motivo de la misteriosa visita de Bono a Mendoza y se develaron detalles.
Todo se originó por una invitación de un grupo de amigos mendocinos, que trajeron a Bono, The Edge y otros integrantes de la gira. Almorzaron en un restaurante de la zona y degustaron vinos de distintas bodegas del Valle de Uco.
El cantante de U2 visitó la bodega Cheval des Andes y llegó acompañado por un amigo irlandés, con quien había almorzado previamente en una finca de El Peral (Tupungato). “Avisaron que iban dos irlandeses y pidieron por favor si podían visitar el lugar. Los recibimos como a cualquier grupo de visitantes y ahí descubrimos que uno era Bono”, confirmaron desde la bodega, hace ya 13 años, a la revista PaP.
Además, confirmaron que Bono había llegado a las 19 aproximadamente y había degustado todas las cosechas con el enólogo Nicolás Audebert.
INVERSIÓN
En octubre de 2017, mientras giraba por América del Sur por los 30 años del álbum “The Joshua Tree”, Bono volvió a Mendoza. Pero esta vez el motivo no fue un misterio, sino que lo hizo para oficializar la compra de varias hectáreas de viñedos.
Concretamente, Bono -como parte de un grupo inversor irlandés- compró 20 hectáreas de viñedos al emprendimiento vitivinícola mendocino Finca Blousson, en Tunuyán. Previo a la compra, Bono ya había estado en el lugar en varias oportunidades y había quedado enamorado. A punto tal de que, además de los planes del grupo inversor, se confirmó que proyectaba una casa para tener “su rinconcito” en Mendoza.