Mientras todo el mundo tiene sus ojos, su atención y su ansiedad posados en Qatar y en la Copa del Mundo que se disputa por estos días en ese multimillonario estado asiático, Ashraf Elhams (36) prefiere enfocar toda su atención y energías en su familia y en el Café Granada, ese que abrió junto a su esposa Fátima en calle Pedro Molina 135, exactamente en la esquina de Pedro Molina y Pedro Vargas (Ciudad de Mendoza). Y es que Ashraf vivió 29 años en Qatar. De hecho, nació en ese país, aunque no tiene la nacionalidad qatarí, y nunca podrá tenerla.
“Aunque haya nacido en Qatar y viva 100 años en el lugar, ni siquiera así podré tener la ciudadanía qatarí. Porque mi papá nació en Palestina, y según mi documento, soy palestino. Para la ley de Qatar, soy refugiado palestino (ya que mi país está en guerra). Mi hijo mayor, Taym, nació en Qatar. Pero tampoco eso es suficiente para que se lo considere y le otorguen esa nacionalidad”, explica Ashraf con calma, humildad y en un español más que claro.
Y es que Ashraf, Fátima y Taym debieron abandonar Qatar en 2015. Nada ni nadie los obligó a dejar su tierra natal, pero el hombre –que estudió y se recibió en Administración de Empresas- cayó en la cuenta de que sería lo mejor para evitar cualquier conflicto legal a futuro.
“Yo soy de nacionalidad palestina, mi esposa es de Siria (porque nació allí) y mi hijo, aunque haya nacido en Qatar, es palestino también. Él no tiene ningún papel para quedarse en Qatar, ya que su documento también dice que es refugiado palestino. Es como si no pudiéramos ir a ningún lado. Y si nos quedábamos a vivir en Qatar, yo iba a ser siempre responsable legal por mi esposa y mi hijo. Por eso decidimos venir a Argentina”, agrega el emprendedor palestino y dueño del café ubicado en la zona aledaña a los Tribunales Provinciales y Federales.
De hecho, Ashraf, Fátima y Taym están tramitando la ciudadanía argentina (los abuelos de los dos adultos son argentinos). En tanto, Isabella, la hija menor del matrimonio, nació en La Rioja, por lo que ya es argentina la niña que hoy tiene 5 años.
“Sé que hoy todo el mundo está hablando de Qatar y la gente que puede, se ha ido para allá. ¿Si volvería? Solamente para ir a visitar a mi familia, que quedó allá. Pero no volvería a vivir después de todo lo que hemos pasado, estoy muy bien acá. El país es bueno y hay gente buena, pero el Gobierno y las leyes son racistas con los extranjeros que no son de Europa o de Estados Unidos”, resume Ashraf. “Si alguien nacido allá y un extranjero (de los ‘buenos’) tienen el mismo trabajo y en el mismo puesto en Qatar, el extranjero gana 20 veces más que quien vive en el lugar”, grafica.
Una nueva vida en Argentina
Tras vivir 29 años en Qatar, Ashraf, Fátima y su primer hijo –Taym, quien acababa de nacer- decidieron abandonar esas tierras con destino a Argentina. Aunque Ashraf nació en el lugar nunca se consideró a sí mismo qatarí. Ni tampoco lo es para la ley de ese estado.
“Yo tengo un tío en La Rioja y él hizo el trámite para que pudiésemos viajar e instalarnos en esa provincia. Vinimos con lo puesto, y cuando llegamos estuve trabajando al principio en el restaurante de él. Después de un tiempo, finalmente pude independizarme y trabajar por mi cuenta”, repasa Ashraf.
Mientras la familia vivía en La Rioja, nació la segunda hija del matrimonio, Isabella. Y fue la ampliación de la familia y las ganas de crecer un poco más desde lo personal y profesional lo que los trajo a Mendoza en 2016, donde vive además un hermano del hombre (quien también decidió abandonar Qatar).
“Yo siempre he trabajado en la gastronomía, por lo que decidimos venir a Mendoza con la idea de abrir nuestro propio local. Teníamos un foodtruck de shawarma y comida al paso en La Rioja, pero lo vendimos para poder abrir nuestro café acá. Después de un año buscando local para alquilar y algunas complicaciones, hace 3 meses pudimos inaugurar el Café Granada”, destaca con una sonrisa el hombre.
Mientras tanto, su esposa prepara algunos pedidos de café y prepara algunas delicias árabes y postres dulces para servir en las mesas del acogedor espacio, que está decorado con pinturas de retratos y lugares que la propia Fátima pinta. “Ella estudió y se graduó como ingeniera en Siria. Pero para poder trabajar aquí, tiene que rendir equivalencias y estudiar como 4 años más. ¡Era como estudiar toda la carrera de nuevo!”, sintetiza. Y su esposa –que todavía no maneja del todo bien el español- asiente al comprender lo que está contando Ashraf.
Los primeros 3 meses del Café Granada aventuran un futuro prometedor, aunque saben que con el fin de año y el comienzo de las vacaciones de verano habrá menos movimiento de gente en la zona. Esta fruta es muy representativa para los islámicos, y es algo que Ashraf y Fátima dejan bien en claro en todo momento. Ya en la carta se repasa la historia de la granada, que además da nombre a la ciudad española que se convirtió en el último gran bastión islámico en tierras católicas, y donde se encuentra el imponente Palacio de la Alhambra. En uno de sus cuadros, justamente Fátima ha incluido una granada (fruta) y ha representado la Alhambra al fondo de su obra.
La vida lejos del hogar
Ashraf Elhams, su esposa Fátima y los dos hijos de ambos se han adaptado rápido a Mendoza. “Los mendocinos son muy buena onda. ¡Todos los argentinos lo son!”, reconoce Ashraf mientras sonríe. Además de La Rioja y Mendoza, la familia ha podido viajar y conocer Córdoba, Buenos Aires y Tucumán desde que se instalaron en el país.
La familia siria-palestina está viviendo en un departamento del centro mendocino y es allí o en el mismo local donde, cinco veces al día, rezan orientando su cuerpo y oraciones en dirección a La Meca. “Tenemos unas alfombras en la parte de atrás del local, y todos los días rezamos”, aclaran.
Además, cada viernes asisten a la Mezquita ubicada en la calle San Martín (en la Alameda, Ciudad de Mendoza) ya que ese día es el de reflexión dentro del Islam. Lo mismo hacen cuando hay alguna festividad religiosa especial. De lunes a viernes, de 8 a 19:30 y los sábados, de 8 a 14, el matrimonio está en Granada (el café, no la ciudad española). Y aprovechan los fines de semana para salir a pasear y seguir conociendo Mendoza.
De regreso a Qatar, al menos mentalmente, Ashraf Elhams destaca lo mucho que ha cambiado el país desde que nació (1986) a la fecha. “Era una ciudad chiquita, no había edificios altos ni shoppings, nada. Pero a partir de 2006 aproximadamente empezó a cambiar. Mi hermano, el que también vive aquí en Mendoza, viajó el año pasado y aunque era el lugar donde nació y vivió tantos años, nos contó que tuvo que ayudarse con el GPS para moverse. Porque es realmente un lugar distinto”, sostiene, con asombro.
Entre la familia que quedó en aquel país, está su padre. El hombre, según cuenta Ashraf, sirvió durante 45 años para el ejército qatarí, pero ni siquiera así se lo llegó a reconocer como ciudadano. De hecho, actualmente no recibe ninguna asistencia por ser extranjero.
Más allá de sus años y su vida en Qatar, es al hablar de Palestina –su tierra- cuando a Ashraf Elhams casi que se le quiebra la voz. “Iría a Palestina, para conocer. Cuando me salga la ciudadanía argentina, voy a poder entrar sin problemas. Pero con la ciudadanía palestina y el documento de refugiado, no podemos entrar, increíblemente. Me pone triste la guerra, no es algo justo para los palestinos -que son dueños de la tierra- ver cómo se las quitan a la fuerza-. Sé que algún día va a terminar esa guerra, tiene que terminar porque así es la vida y nada dura para siempre”, piensa en voz alta.
Casi al final de la charla, y sin abandonar esa postura de quien está dejando salir en palabras todo lo que se le cruza por la cabeza y reconstruyendo todas las imágenes que se vienen a su cabeza, Ashraf Elhams se detiene en una imagen muy frecuente entre los ancianos palestinos que deben abandonar sus tierras.
“Cuando los abuelos salen de sus casas en Palestina, lo hacen llevando sus llaves en la mano. Dicen que es porque van a volver en 2 o 3 días, tienen esa ilusión. Pero así llevan más de 75 años esperando poder volver”, cierra.