Quizás uno de los cuadros típicos del inicio de la alimentación sólida a los hijos es el memorable momento en que escupen todo. Con el tiempo se logra que vayan incorporando alimentos y cuando ya se cree que se ha cantado victoria, vuelven los rechazos y las luchas, el contorno del plato decorado con todo lo que no quisieron e incluso la decisión de no comer.
Esto sucede por la llamada neofobia, el rechazo a nuevos alimentos, muy frecuente en la infancia, ya que en gran medida requiere educar el paladar.
Según un informe de Profesionales Expertos en Nutrición Infantil (Profeni) es un fenómeno frecuente y afecta a más del 77% de los niños, cotejando diversos estudios hechos a nivel internacional.
Incluso afirman que puede representar un riesgo para la salud del niño o niña, ya que puede implicar una dieta deficiente, lo que puede afectar la talla y el peso, impactar en su desarrollo cognitivo y en su sistema inmunológico.
“Obligar a terminar el plato, dejar sin postre al que no come la comida u otros castigos solo generan una predisposición negativa adicional hacia los alimentos que afianza el problema en lugar de acercar la solución”, sostuvieron expertos de Profeni, un equipo de profesionales de la salud con experiencia en temas relacionados con la nutrición infantil.
Primeras experiencias con la comida
“Las primeras experiencias con la comida, incluyendo la lactancia materna, tienen un impacto significativo en las futuras preferencias de sabor, pero el sabor es una construcción de la que participan los sentidos del gusto, del olfato y del tacto; la textura del alimento cumple un rol preponderante en la infancia, así como su color. Lo que es fundamental es que el momento de la comida sea placentero para ellos y que vean que los nuevos alimentos son de consumo habitual para el resto de la familia”, destacó la doctora Cecilia Araujo, pediatra especialista en nutrición pediátrica de la sección Nutrición y Diabetes del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez.
Para la licenciada Cecilia Llaver, decana de la Facultad de Nutrición de la Universidad Juan A. Maza, cuesta mucho que los niños incorporen nuevos alimentos. “Hasta los cuatro años, los niños suelen tener neofobia, por eso es importante cuando se comienza con la alimentación complementaria oportuna, que es la incorporación de los alimentos sólidos a partir de los seis meses de vida, sea una alimentación variada, incorporar rápidamente variedad de verduras, sobre todo, porque los niños aceptan rápidamente la fruta, pero lo que más les cuesta aceptar son las verduras o las hortalizas”, refirió.
En una publicación del diario El País de España, la dietista y nutricionista Elena Toledano, señala que la neofobia alimentaria no tiene causa específica y manifiesta que corresponde a una etapa fisiológica normal por la que pueden pasar los niños en algún momento tras el destete y que suele alcanzar el pico entre los dos y los seis años. Luego de esa edad tiende a disminuir. En ese sentido, explica que existe un vínculo muy temprano entre la neofobia alimentaria y la lactancia materna.
Advierte que esta última es la “puerta de aprendizaje para la adquisición de una amplia gama de sabores que han sido ingeridos previamente por la madre, lo que significa que ayudará a la aceptación posterior de nuevos alimentos y a la preferencia de estos sabores en los alimentos de destete”.
Dieta deficiente
Mientras que lo que más cuesta que coman son las verduras, el informe de Profeni advierte sobre una inclinación a lo dulce, que está presente desde el nacimiento y suele ser mayor en niños que en adultos.
“Los niños y niñas con neofobia comen menos frutas y verduras, ingieren más alimentos ricos en grasas y presentan dietas menos variadas que los demás. Esto es preocupante, ya que las preferencias y la diversidad en la dieta de los adultos están estrechamente vinculadas con las que estos tenían a los 2-3 años de edad, por lo que una dieta pobre en la infancia es un predictor de una dieta pobre en la adultez”, señala.
En ese marco, hay que recordar que en Argentina hay un consumo pobre de frutas y verduras en la población en general que no cumple con las 5 porciones diarias recomendadas. Los profesionales remarcan al respecto que “existe una amplia brecha entre el patrón alimentario actual de niños, niñas y adolescentes y las recomendaciones de consumo. Por ejemplo, según un informe reciente de la Fundación Interamericana del Corazón y UNICEF, se consume solo el 20% de las cantidades recomendadas de frutas y verduras. Además, 8 de cada 10 no incorporan las 3 porciones de lácteos recomendadas, el 70% de los niños no cubre la ingesta diaria recomendada de calcio y más del 90%, no cubre la de vitamina D”.
Impacto en la salud de una dieta pobre
Las frutas y verduras son ricas en fibra, que tiene acción prebiótica e intervienen beneficiosamente en la modulación de la microbiota intestinal, dicen los expertos de Profeni. En tanto, los lácteos son fuente de calcio y vitamina D y el yogur, específicamente, además aporta microorganismos vivos que también modulan la microbiota intestinal. La baja ingesta de estos alimentos representa perder una oportunidad, advierten.
Para entender los comportamientos nutricionales de un niño o niña hay que considerar sus primeras experiencias con la comida, además de su personalidad, su entorno y desarrollo. De todos modos, las características sensoriales de los alimentos (aroma, gusto, textura y color) pueden ser determinantes en el grado de aceptación.
Llaver subraya que cuando los alimentos no son incorporados de manera temprana los chicos se van acostumbrando a otros sabores o a monotonías y los rechazan. Mencionó el impacto del costo de los alimentos como un factor que afecta sobre todo el consumo de frutas.
Otra variable que influye negativamente es el tiempo para dedicar a la preparación de las comidas, en tanto cada vez son más los miembros de la familia que trabajan y con mayor dedicación. No puede soslayarse una cuestión de hábitos y cultura familiar en la forma en que el grupo se alimenta y la preferencia por soluciones más rápidas. Además la imitación del rechazo por parte de adultos.
Remarcó que las verduras tienen que estar preparadas de manera atractiva para los chicos, como rellenos de tartas, de pastas o en torrejas o budines, no como una verdura simplemente hervida.
Destacó además que una buena alimentación va a reforzar el sistema autoinmune y van a enfermarse menos por lo cual es importante que quienes cuenten con poco tiempo puedan organizarse para disponer de estas preparaciones.
Aprendizaje y estrategias
El aprendizaje de los sabores se consigue con el tiempo y mediante exposición repetida, aseguran los especialistas. Por eso, Llaver remarca que es importante la incorporación temprana de las verduras u hortalizas y que la alimentación siempre sea variada, para que no se acostumbren a comer siempre lo mismo.
“Por supuesto que esto requiere de la estrategia, de la presentación del plato, de la variabilidad, de que cuando son un poquito más grandes, llevarlos a la verdulería para que elijan y vean cómo es el proceso de la preparación de los alimentos”, recomendó. Además, recordó que hay que evitar alimentos ultraprocesados, con exceso de azúcares, de sal, que son más adictivos y desplazan a los alimentos sanos.
Desde Profeni ofrecieron seis estrategias para superar la neofobia alimentaria:
1. Entorno social positivo: propiciar que la alimentación se dé en un marco de encuentro familiar, en un espacio seguro, alegre, de disfrute y compartida. Se debe evitar la confrontación entre el niño y el plato de comida, puede llevar a instalar un trastorno de la conducta alimentaria.
2. Combinación con alimentos preferidos: Combinar nuevos alimentos con aquellos que los niños ya disfrutan puede facilitar la aceptación. Por ejemplo, el yogur puede ser una excelente base para incorporar frutas y cereales, verduras, legumbres y hortalizas.
3. Exposición repetida: Introducir repetidamente un nuevo alimento en pequeñas cantidades y en diferentes formas de cocción o preparación puede aumentar la disposición del niño a probarlo y, eventualmente, a aceptarlo. La aceptabilidad de una nueva fruta o verdura aumenta tras 8 a 10 exposiciones a ésta.
4. Participación en la preparación de alimentos: Involucrar a los niños y niñas en la cocina, los ayuda a tener contacto con ese alimento, sentirlo, tocarlo, olerlo, conocerlo y -de esa manera- ir perdiéndole paulatinamente el miedo a probarlo e incorporarlo.
5. Imitación: esta se ha asociado a una mayor aceptación de nuevos alimentos por parte de los infantes. La observación de progenitores y/o hermanos comiendo y disfrutando de los alimentos estimula al niño a consumirlos, al igual que cuando estos los rechazan.
6. Variedad: proporcionar tres alimentos nuevos diferentes tres veces cada uno, alternándolos entre días, incrementa la aceptabilidad de los alimentos nuevos más que ofreciéndolos durante tres días consecutivos.