En la actualidad, el estudio del desarrollo humano es abordado por muchas y diferentes disciplinas biológicas, sociales y humanas, como por ejemplo la antropología, la economía, la educación, la historia, la neurociencia cognitiva, la psicología del desarrollo y social, o la sociología. Lo que surge de tales aportes es que el desarrollo es un fenómeno complejo, que involucra fenómenos a diferentes niveles –desde lo biológico a lo cultural-, que generan una gran diversidad de trayectorias posibles para distintas personas, durante todo el ciclo de la vida.
A la vez, la evidencia científica acumulada en diferentes sociedades da cuenta que las trayectorias de desarrollo de diferentes aspectos emocionales, cognitivos y conductuales de las personas, pueden ser modificadas en alguna medida a través de la implementación de intervenciones orientadas a mejorar aspectos de su salud, educación y desarrollo social. Tal interdependencia de fenómenos y efectos de intervención implica que no es posible pensar en determinantes únicos del desarrollo emocional, cognitivo y conductual de las personas.
Esto implica, además, que, si bien todos somos miembros de una misma especie, también tenemos diferentes trayectorias del desarrollo moduladas por nuestras diferencias individuales, sociales y culturales; de manera que no tendríamos solo características universales de desarrollo humano –las que se asocian con pertenecer a la misma especie-, sino además gran diversidad de trayectorias de distintos aspectos de nuestro desarrollo por ser individuos que vivimos en sociedades con distintas características, oportunidades y limitaciones. En el inicio del siglo XXI, la noción de diversidad en las trayectorias de desarrollo humano comienza a ser consensuada en diferentes áreas de la construcción de conocimiento científico; y, en consecuencia, plantea nuevos desafíos tanto para la construcción como para el uso del conocimiento disponible.
En particular, los estudios sobre privación socioeconómica realizados en las últimas dos décadas en los campos de la psicología del desarrollo y de la neurociencia cognitiva del desarrollo de diferentes países, dan cuenta de que la exposición a privación socioeconómica durante cualquier etapa del desarrollo modifica la estructura y función de diferentes redes neurales involucradas en el desarrollo del procesamiento de emociones y pensamientos que dan cuenta de diferentes conductas y aprendizajes. Al mismo tiempo, tal evidencia muestra que es posible modificar el desempeño en tareas con tales tipos de demandas, así como los recursos neurales involucrados en ellas.
De hecho, tal evidencia muestra que tanto los impactos de la privación, como el efecto de intervenciones cognitivas y educativas, varían en su efecto en función a diferencias individuales y contextuales de las personas que participan en ellas. Específicamente, los efectos de la privación varían según la acumulación de factores de riesgo a los que se está expuesto, su co-ocurrencia, la susceptibilidad de cada individuo, así como también el momento del desarrollo en que se inicia y la duración de la exposición a tales privaciones. En el caso de las intervenciones, la evidencia muestra que características individuales a nivel molecular, neural, cognitivo, conductual y social pueden modular su efecto o impacto, e incluso dar lugar a procesos de resiliencia.
Tal diversidad de posibilidades del desarrollo y del impacto de las intervenciones interpela la noción de que exista un período único del desarrollo temprano que determine, por ejemplo, la productividad adulta. Esta evidencia tampoco permite sostener la noción de que haber estado expuesto a pobreza durante etapas tempranas de la vida se asocie con interrupciones o posibilidades del desarrollo neural, emocional o cognitivo. En todo caso, la ausencia de intervenciones podría prolongar el efecto de las privaciones disminuyendo las oportunidades de adaptación. Pero de ninguna manera esto implica que las personas no se desarrollen, ni que dejen de tener fantasías, deseos, trabajos o familias. Sostener lo contrario sería anularlos como personas.
No obstante, en la medida en que no se implementen políticas e intervenciones para contrarrestar los efectos de la pobreza, tales posibilidades de desarrollo se realizan en un contexto de grandes limitaciones y violaciones de derechos básicos, que a nivel fisiológico implica el desgaste crónico de los sistemas inmunológico, metabólico y cardiovascular. Este desgaste, que puede iniciarse incluso antes del nacimiento y que tiene un desarrollo lento y silenciosos, se traduce con el tiempo en un aumento de enfermedades y el acortamiento de la expectativa de vida. En consecuencia, la ausencia de políticas e intervenciones implica degradación moral y falta de responsabilidad social por fallas en el cuidado de todos los integrantes de nuestras comunidades que padecen tales tipos de privaciones.
En síntesis, el conocimiento científico generado por distintas disciplinas en su estudio del impacto de la pobreza y las oportunidades de contrarrestarlo plantea múltiples desafíos. Quizá el más importante al que haya que prestarle atención es a la diferenciación de respuestas que hay que generar para la gran diversidad de impactos y posibilidades de cambio por intervención que la pobreza implica. En otras palabras, el diseño, implementación y evaluación de impacto de políticas orientadas a favorecer la salud, la educación y el desarrollo social de las personas que están expuestas a privaciones socioeconómicas, debería considerar los conocimientos generados por las ciencias contemporáneas del desarrollo para intentar mejorar su alcance e impacto.
(*) Sebastián J. Lipina - Investigador Conicet. Director Unidad de Neurobiología Aplicada (UNA, Cemic-Conicet). - El autor obtuvo en 2023 la beca IBRO/IBE Unesco Science of Learning Fellowship, en ciencias del aprendizaje. IBRO es la Organización Internacional de Investigación Cerebral (por sus siglas en inglés).
Producción y edición: Miguel Títiro - mtitiro@losandes.com.ar