Además de una hermosa sonrisa y unos ojos tan grandes como expresivos, Nadia Abigaíl Bustos tiene un corazón enorme y solidario.
Desde que tiene uso de razón, tomó el ejemplo de Paola, su mamá, quien fundó dos merenderos en distintos barrios de Fray Luis Beltrán, Maipú: uno en su propio terreno de Los Alamos y otro en el barrio 12 de Octubre, donde vivía tiempo atrás. Lo hizo aunque a ella no le sobra nada y siempre con la ayuda de su hija.
Así, Nadia comenzó desde muy niña a colaborar como si fuera una persona adulta: sirve la merienda, elabora sopaipillas, amasa pizzetas y tortitas, pela papas y cebollas, lava los platos… Hasta puso el hombro, días atrás, para desmalezar el terreno donde vive y donde suelen recibir a los chicos tres veces por semana, situado en la finca Dolores Mateo, en el carril Los Alamos.
Nadia es una niña-adulta a quien la vida golpeó duro con la muerte de su papá, dos años atrás. La fortaleza de su mamá, que siguió adelante por sus cuatro hijos, hizo que ninguno bajara los brazos.
Hoy es una alumna ejemplar de la escuela Arquitecto Carlos Thays 4-076, a la que concurre todos los días a pie aunque la distancia supera las 30 cuadras.
Ríe mientras asegura que sabe hacer de todo “pero no por obligación”. Dice que lo hace porque le gusta y que ayudar a los chicos del barrio es algo así como su forma de vida.
Un alma solidaria
“Nadia jamás podría comer una tortita si ve que otro niño no ha comido antes. Es amorosa con los demás, voluntariosa y, sobre todo, solidaria”, insiste la mamá, que toda la vida trabajó en fincas cosechando cebolla, uva y otros cultivos.
Paola acompaña a sus hijos a la escuela caminando y sortean una distancia enorme, agotadora. No tienen medio de transporte. Ni siquiera bicicletas.
“Pero ojo, a Nadia no le gusta pedir. Ella siente que tiene todo y es vergonzosa”, remarca esta mamá, que además tiene otros hijos: Cristian (23), Thiago (12) y Iara (15).
Nacida el 1 de junio de 2008, Nadia vivió un tiempo en el barrio 12 de Octubre, sobre la ruta 50, aunque poco después se mudaron a una piecita en el carril Los Alamos. De todos modos, para no abandonar la tarea en el barrio anterior, suelen ir una vez por semana a brindar la merienda.
La muerte de su papá, a raíz de una enfermedad cardíaca, fue un gran impacto para ella, aunque igual siguió adelante e imitó a su mamá en los buenos ejemplos.
“Iara, su hermana, también colabora. La tarea es intensa y ellas me ven todo el tiempo haciendo malabares para no dejar a nadie afuera, para que todos tengan un festejo, una merienda, una tortita”, relata Paola. En estos días, por ejemplo, intentan conseguir una heladera ya que la suya sufrió un desperfecto y por eso debe cocinar al día para que los alimentos no se echen a perder.
Paola sostiene que la solidaridad no implica sólo asistir con algo tan básico como la comida, sino que va mucho más allá. “Poner el oído, por ejemplo, o sonreír a la gente que lo necesita. Mi hija es muy pequeña, pero lo practica porque lo vio siempre en casa y eso me llena el corazón”, reflexiona.
Sin pedir ayuda, todos “tiran del carro hacia adelante”, como ella misma grafica, solo con la ayuda de las voluntarias de siempre. Sin embargo, las necesidades se perciben con sólo observar el escenario. Muchos de quienes concurren almuerzan de pie porque el lugar carece de tablones, sillas y vajillas.
Pero la buena voluntad aflora también apenas uno visita el hogar. Y Nadia adoptó esa actitud: no reclama, simplemente jamás se cruza de brazos y es feliz de esa manera.