Su trabajo diario, las funciones que cumple y lo imprescindible de sus tareas hacen que el oficio del plomero sea uno de los más fundamentales en el funcionamiento rutinario de cualquier hogar.
Hacer la instalación desde cero de las cañerías, renovarlas, reparar alguna pérdida o defecto o simplemente destapar un desagüe son demandas que jamás van a desaparecer. Y aquí no hay tutorial de YouTube o Inteligencia Artificial que valga como reemplazo. No obstante, es la mano de obra lo que no abunda.
Y es que, de acuerdo a una encuesta nacional realizada por la empresa de construcción e infraestructura Amanco Wavin, prácticamente no existen plomeros de entre 18 y 25 años en el país.
Del mismo informe se desprende que la mayoría de los plomeros tienen entre 46 y 55 años (41%), mientras que aquellos de entre 36 y 45 años representan 24,7% del total de entrevistados. Los más jóvenes tienen entre 26 y 35 años, y representan 13,4%. Mientras que de menos de 26 años no hay representación (al menos en el universo de la encuesta).
“Antes, para ser plomero, hacías un curso en Obras Sanitarias y era todo un oficio reconocido, te daban hasta un certificado que te autorizaba hasta a firmar planos. Pero hoy, los más jóvenes, son hijos de plomeros que acompañan a sus padres. Les han enseñado de oficio, pero sin cursos ni nada”, destaca Jorge Torres (62), quien es gasista matriculado y plomero desde hace más de 40 años.
“A diferencia de los gasista, que les entregan una matrícula, a los plomeros no se les exige estar matriculados. Y termina siendo más una cuestión de oficio que de vocación, que no están habilitados para firmar nada”, resaltó.
Además, de la misma encuesta se desprende que casi 98% de quienes se dedican a esta tarea son hombres, que 7 de cada 10 plomeros consideran que su trabajo está bien pago y que 1 de cada 10 considera que la situación económica y social ha favorecido su actividad.
“Por lo que se ve en el día a día, es muy probable que esté faltando gente que haga estos trabajos, por lo que cada vez somos más cotizados”, destacó a su turno Adrián Agnic, otro plomero y gasista mendocino.
“Somos muy buscados, es una realidad, y tampoco estamos mal pagos. La oferta y demanda es la que determina el precio, y si estamos bien catalogados, eso tiene un plus a la hora de facturar”, agrega el hombre, quien aprendió el oficio de acompañar y trabajar con su padre.
UN OFICIO QUE SE TRANSMITÍA ENTRE GENERACIONES
Si bien la encuesta de la Amanco Wavin se realizó a nivel nacional, y con foco en Buenos Aires, la realidad no difiere demasiado en Mendoza. Y los propios plomeros mendocinos consultados por Los Andes coinciden en que es una rareza encontrar a plomeros de menos de 30 años (ni hablar si se baja el requisito a 20 años).
“Por lo general, son oficios que se pasaban de padres a hijos. Pero los chicos hoy en día piensan más en viajar (los que pueden). Ya nadie es plomero por vocación. Lo mío en un principio fue necesidad, pero después me di cuenta de la habilidad manual y de que me gustaba”, agrega Adrián Agnic.
El trabajo es algo que nunca falta para estos actores. Y es que, más allá de la mutación del cobre y otros metales a plásticos como el PVC, las pinchaduras, las roturas y los desperfectos siguen en el orden del día. Ni hablar en grandes edificios, casas o hasta barrios en los que se lleva adelante instalación o recambios de cañerías.
Incluso, en las propias escuelas técnicas se está haciendo foco en distintos oficios y especializaciones que poco y nada tienen que ver con la plomería.
“Hay muchas cosas que se van perdiendo, y entre ellas están los trabajos artesanales. Antes las escuelas técnicas daban capacitaciones para gasista o plomero, pero hoy todo está centralizado en las empresas”, cuenta Jorge Flores, plomero godoicruceño que se define como un apasionado por su oficio.
Flores destaca que hace varias décadas, las empresas y fábricas pagaban cursos vinculados a la plomería, que se complementaban con el curso que se dictaba en la ya desaparecida Obras Sanitarias Mendoza.
“Hoy no hay capacitaciones, no hay un registro unificado que pueda asegurar cuántos plomeros hay en Mendoza, en Buenos Aires o en Argentina. Tampoco hay una matrícula de registro. Y, aunque yo salí de una escuela técnica y completé el curso de Obras Sanitarias, lo que he aprendido, lo he aprendido armando y desarmando, en base a prueba – error y la vasta experiencia de tantos años”, agrega.
De hecho, el propio Flores ha intentado impulsar iniciativas para que en algunas municipalidades del Gran Mendoza se impulsen cursos de plomería en adolescentes y jóvenes, con la intención de continuar transmitiendo un conocimiento que siempre tuvo sus bases en el boca en boca y la práctica. Pero nunca encontró espacio para ello.
“Me gustaría poder transmitir lo que sé, compartirlo y saber que alguien va a poder continuarlo. Pero no he encontrado cómo”, continúa.
La inestabilidad del contexto nacional, sumado a la informalidad imperante en el rubro, lleva a que la capacitación sea un desafío que no todos deciden encarar. Ya sea en el lugar del “maestro” o en el de “aprendiz”.
Y es que, según coinciden los plomeros consultados por Los Andes, no es operativa ni empíricamente viable que un joven con aspiraciones de aprender de plomería haga sus prácticas en una casa en la que se ha solicitado la intervención de uno de estos trabajadores, puesto que el tiempo y los recursos no permiten lugar para “experimentos”.
A ello se suma que, por ley, deben ser trabajadores inscriptos y regulados.
“Al final, no solo que tenés que invertir tiempo de trabajo en enseñarle –en un oficio en el que se factura por hora-, sino que, además, hay que tener en los papeles a todos. Y a la larga termina siendo más lo que se gasta que lo que se cobra”, se sinceró otro plomero, quien prefirió que no se lo identifique con nombre y apellido en este artículo.
LA NECESIDAD DE RENOVAR LA MANO DE OBRA
Adrián Agnic también se refirió a la escasez de plomeros jóvenes en la actualidad. Para el experimentado plomero y gasista, lo que más incide en esta situación es que no se trata de un oficio que se estudie y aprenda en lo teórico, sino que implica demasiado tiempo, experiencia y constancia.
“Para ser plomero, no necesitás un título, necesitás experiencia. Y ella puede venir de algún plomero para el que hayas trabajado alguna vez. En mi caso, por una cuestión de poder adquisitivo, mi padre era laburante y empezó a arreglar las cosas de la casa. Y uno se fue formando en base a prueba y error”, cuenta el hombre, quien es maestro mayor de obra.
Para Agnic, el estudio en sí –y en lo que a teoría se refiere- no suele ser suficiente. En ese sentido, ejemplifica que con lo que se puede llegar a aprender en una escuela técnica, alcanza para identificar y conocer los distintos materiales y elementos. Mas no para repararlos, ya que eso es algo que aporta la experiencia de trabajos acumulados.
La encuesta nacional arroja otro dato significativo: 84,4% de quienes participaron reconocieron que eligieron la plomería por vocación, mientras que el resto lo hizo por necesidad.
Esto evidencia que, si bien es un oficio muy bien pago -70% lo ve así-, se necesita de un grado de vocación e interés por aprender. Además, 65,8% de los trabajadores consultados no consideraron que los tutoriales de YouTube sobre plomería sean una amenaza para su oficio.
“Según los datos del estudio, y como empresa del rubro de la construcción, creemos que hay que fomentar la plomería entre los jóvenes como salida laboral, y también entre las mujeres, buscando una mayor diversidad en el sector. Pero también pensando en el futuro y atendiendo a sus necesidades”, destacó el gerente general de Amanco Wavin Argentina, Víctor Guajardo.