Mucha tristeza y desazón siente Andrea Alsamora, de 52 años, casada, madre y abuela, una apasionada de los animales. Hace seis meses compró una oveja que había quedado huérfana en un puesto lejano de Mendoza y desde entonces la criaron domesticada, como a cualquier mascota.
La bautizaron “Chijiro” en alusión a una niña protagonista de una película japonesa, y desde entonces se crió casi como un perro: jugando, durmiendo en la cama e, incluso, de bebé, tomando mamadera con leche para perros.
El domingo pasado se perdió. Inesperadamente no la vieron más en el terreno donde solía permanecer horas junto a los nueve perros que la familia encontró en la calle y que cría con mucho amor y esfuerzo.
“Empezamos a buscar, pensamos que se había desorientado y salimos por todas partes, pero nada... La zona donde vivo es transitada, mucha gente la conoce, la identifica, pero nadie vio nada. Tenemos miedo de que la hayan robado para comer y queremos avisar que eso no es conveniente porque la oveja transita un proceso infeccioso y está tomando medicación muy fuerte”, indicó Andrea a Los Andes.
Es por eso que la familia decidió ofrecer una recompensa de 30.000 pesos a quien brinde algún dato o devuelva a la oveja, que es un animal muy mañoso, travieso y acostumbrado a estar en familia y, sobre todo, con Silvia, una perrita con la que se crió.
Es tan profundo el amor que Andrea, su esposo e hijos sienten por los animales que incluso ella destina gran parte de su tiempo no sólo a sus animales sino a los 200 perros de un refugio de Godoy Cruz donde acude tres veces por semana. “Voy en mi propio auto porque siempre tengo que hacer alguna escapada con alguno a la veterinaria. Es un refugio que se llama ‘Angeles de cuatro patas’ y que tiene miles de necesidades. Por supuesto que mi tarea es voluntaria”, señaló la comprometida mujer. Agregó que hoy, con sus hijos grandes, tiene más tiempo para dedicarle a estos animalitos.
De huérfana a centro de atención
La historia de Chijiro es muy conmovedora. A principios de año, cuando Andrea visitó un puesto junto con su esposo y su nieta, vieron una oveja recién nacida que lloraba sin parar. “Es huérfana. Su mamá murió y no se está alimentando”, les dijo el puestero.
El corazón de Andrea se estrujó en mil pedazos y no dudó en pedirle que se la vendiera. Fue una buena oportunidad para el dueño del puesto quien, en realidad, ya estaba pensando en hacerlo debido a la falta de alimentación que comenzaba a evidenciar el animal.
Fue así que le pagaron 8.000 pesos en efectivo, la bautizaron “Chijiro” -en alusión a “Chihiro”, el filme japonés que cuenta la historia de una niña de 10 años que durante una mudanza se ve atrapada en un mundo mágico y sobrenatural- y se la llevaron a casa. La ovejita marrón, pequeña y mañosa, comenzó a formar parte de la familia con una asombrosa naturalidad.
“Todo pasó perfecto hasta el domingo pasado. Se cumplían exactamente seis meses desde que Chijiro estaba en casa. De repente no la vimos más y no sabemos qué pasó. Tenemos un patio grande donde ella pastaba y estaba en todo momento junto a los perros. Es muy raro que se haya ido, incluso la llamábamos y venía corriendo”, relató Andrea.
Toda la familia siente una profunda tristeza desde que Chijiro desapareció. Aunque aún mantienen viva la esperanza de que se haya perdido, es decir, que haya comenzado a correr hacia otro lugar desconocido.
“Si esta semana no aparece, no tendré más expectativas. Les pido a la comunidad, a los vecinos, que estén atentos e insisto en que no se puede matar para consumir porque toma medicamentos”, reiteró angustiada.
Un personaje adorable
La oveja es de color marrón y tiene un jopo blanco. En estos seis meses transcurridos en casa de Andrea, ha protagonizado miles de aventuras y travesuras. “Se sube a la cama, pelea por su lugar y aún hoy quiere mamadera. Tengo un nieto chiquito y días atrás intentó robársela. Fue criada de manera personalizada, con mucho amor, y no es justo que nos esté pasando esto. Espero que la gente sea solidaria. La extrañamos muchísimo”, reflexionó Andrea.
Apenas se incorporó al hogar, la oveja, que apenas tenía 10 días, tomó leche de perros que le ofrecieron en el refugio donde Andrea colabora. Fue creciendo rápidamente y se convirtió en un “peligro” ya que comía todo lo que estaba a su alcance, incluso el alimento de los perros, además, por supuesto, de las pasturas.
“Estaba gorda, hermosa. Un verdadero personaje que se ganó el amor de todo el mundo. Incluso en mi barrio es conocida. Pensamos que tal vez se asustó con algún perro que no es de la casa y salió corriendo hacia algún lugar que no frecuentaba. Ella corre rápido, tal vez se desorientó”, se esperanzó la mujer.
Acotó que por la apariencia de la oveja, muchos la confundían con un perro. “Un caniche grande”, dijo Andrea, que tiempo atrás subió un TikTok para que la gente conociera sus aventuras. En el video se pueden ver a todos los perros y a Chijiro peleando por un lugar en la cama matrimonial.
En el mismo momento en que apareció la oveja en la vida de Andrea, también tenían una perrita de manera transitoria. Como no pudieron darla en adopción, ya que no hubo interesados, le pusieron de nombre Silvia, se quedó con la familia y se criaron juntas con Chijiro. Incluso tenían una casucha de troncos fabricada por el esposo de Andrea donde dormían juntas.
De todos modos, aclaró Andrea, era muy común que la oveja pasara largo rato en el sillón del hogar mirando televisión. “Todo esto es muy triste y seguiremos difundiendo esta historia hasta donde más se pueda para que aparezca. Hay mucha gente buena pero también otra muy cruel que solamente piensa en el consumo de un cordero. También hemos visto a través de Facebook que muchos otros se burlaban por la escasa recompensa. Para nosotros Chijiro vale mucho más que 30.000 pesos, pero es lo que podemos ofrecer. Espero que la gente entienda y se ponga de nuestro lado. La extrañamos”, insistió.
Andrea confía en un buen gesto humano, aunque es consciente de que existe mucha gente desaprensiva. Cuenta que en el refugio muchos dejan “tirados” animales viejos y enfermos o mamás con sus crías. Por eso ya no suelen dar la dirección del lugar. “Es una pena que exista gente así”, reflexionó.
Dónde contactarse
Andrea, que vive en Las Compuertas, dejó los siguientes teléfonos: 2616206577 / 2616261413.