Así como en sus redes, Pablo Gastaldi se muestra muy espontáneo, transparente y frontal. Habla de su vida y de su formación, pero hace hincapié en la necesidad de trabajar con las personas para “reparar y curar la raíz del árbol de la gente para que ninguna copa se termine enfermando”. Así como en su Instagram, intercala su experiencia con ideas fuerza para graficar lo que piensa.
Cuenta que ha hecho “una mezcla bastante autodidacta” porque lo que hace “no te lo enseñan en ningún lugar”.
Es doctor en Medicina, egresado de la Universidad Nacional de Cuyo. Y en su obsesión por evitar que las personas se enfermen -”me di cuenta de que en la Universidad nos enseñaban a tratar enfermos, no a evitar que se enfermen”, aclara- es que ha realizado diferentes especializaciones, máster y posgrados en Deportología, Nutrición, Salud, Suplementación; hizo dos años de Osteopatía -”una especialidad de la Kinesiología clásica que también la pueden hacer los médicos”, señala-; es antropometrista y tiene un perfil de docencia y otro de investigación.
“Unifiqué todo y ahora soy un médico nómade digital que da charlas y en el medio disfruta de aprender, de vivir, de compartir con colegas, con amigos, de ir a congresos”, admite en su departamento con una vista increíble de Mendoza al que aceptamos ingresar descalzos y dejar nuestros zapatos al lado de la puerta de entrada.
Sus días son intensos. Arrancan con flexiones de brazos. Se da tiempo para leer algún paper. Atiende pacientes de manera presencial y virtual. Hace crossfit. Genera contenidos para su Instagram e interactúa con sus seguidores. En el tiempo entre un paciente y otro, “mete 10 flexiones” o sentadillas. “Todo el tiempo estoy levantando pesitas. Ahora juego al golf. Me gusta mucho estudiar. Me actualizo bastante. Todos los días estoy leyendo dos o tres horitas”, enumera este profesional que en sus épocas de secundaria en el colegio Nadino, de Ciudad, se inclinaba más por la Abogacía que por la Medicina.
-¿Te imaginaste en este punto donde estás hoy? ¿Trabajaste para esto o simplemente te llegó?
-En parte fue un plan. Pensé tengo que encontrar algo que me guste hacer, algo que me apasione... El deporte siempre me gustó; fui deportista desde muy chiquito... Me gusta compartir, hacer cosas en redes, viajar... Y medio que junté todo: me gusta el deporte, la nutrición, me gusta trabajar con las personas para solucionarle los problemas de raíz y no parchearlos. Me gusta optimizar la salud de la gente. Amo disertar y dar charlas en congresos y universidades.
El primer profesional de la familia
La familia de Pablo se instaló en Mendoza la tercera vez que recaló en estos pagos por el trabajo de su papá relacionado al petróleo. En la primaria fue al colegio Manantiales y cursó la secundaria en el Nadino, de la Sexta Sección.
Sus padres se separaron cuando Pablo tenía 10 años. “Viví medio nómade con eso conflictivo que también te hace más fuerte. Me apoyé mucho en mis abuelos como papás, pero también como abuelos”, rememora.
Convencido de que son los ambientes en los que vivimos los que nos condicionan, valora su familia.
“Tuve la suerte de tener unos papás copados, papás buenos con los que no me relacioné mucho, en especial con mi papá. Mi figura paterna es mi abuelo. Me crié con mis abuelos y me crié en un ambiente mucho más grande que yo, con una rigidez y flexibilidad muy linda, donde había que cumplir con cosas, pero había muchas libertades; donde no estaba roto el premio/castigo. Hacías algo bien, estaba todo bien; hacías algo mal, estaba todo mal. Había un premio/castigo que creo que ahora está roto”, indica y repite que tenía mucha libertad.
En aquellos años de adolescencia también se formó lo que hoy califica como una pasión: disertar. Si bien en la secundaria “era el que hablaba”, fue su paso por la parroquia Nuestra Señora de los Dolores como coordinador de confirmación lo que le dio herramientas que utiliza hoy.
“Sacando que ahora soy ateo y que no piso una iglesia ni a palos, aunque respeto todas las religiones, ser coordinador desde los 15 hasta los 23 años y tener un grupo de más de 130 chicos me ayudó en la desinhibición. Esos años me dieron la capacidad de aprender a hablar, de tener herramientas lingüísticas”, apunta mientras acota que de chico también había ido a teatro.
Historia de superación
Pablo tiene una “personalidad bastante ordenada, obsesiva, que siempre está buscando el detalle y que tiene que estar en todo”. También repite en un par de ocasiones que su personalidad es “muy fuerte”, que es “muy resiliente” y que todos los días se levanta “con ganas de seguir haciendo”.
En las redes -tal como él mismo describe- se ve un chico que viaja por todo el mundo, que siempre está de buen humor, que si se propone algo lo logra.
La realidad es que “Pablo Gastaldi no es un chico exitoso; es una flor de fango”, dice al referirse a su vida. Y sigue en tercera persona, como si se tratara de un amigo cercano: “El flaco salió adelante con bastantes cosas en contra. No todo a favor, fácil, lindo y bien como se ve en las redes. Pablo Gastaldi la ha pasado mal; ha tenido deudas; ha estado ahorcado, ha tenido que laburar mucho, mucho, en muchas cosas; ha tenido que esforzarse demás puertas adentro para poder llegar... Es una historia de constante superación y no tanto de empuje”, sintetiza y admite que cree en el mérito: “Si me levanto a leer un paper a las 5 de la mañana hasta las 8, y a las 8.30 entro a trabajar, tengo más mérito que el que no se levantó a las 5 a leer”.
Es que le han pasado cosas en la vida que lo han construido como es hoy.
“Tuve dengue hemorrágico; muy mal, internado en Palma de Mallorca. Me lo agarré en Indonesia, en un viaje. Y, después, hace cuatro años, tuve cáncer de colon nano carcinoma. Me internaron y me hicieron una cirugía en el hospital Italiano de Buenos Aires. Bajé como 30 kilos en un mes. Y la verdad es que en los dos momentos tuve mucho riesgo”, se sincera.
Estas experiencias influyeron en la concepción del día a día. “Empezás a ver la vida de otra forma. Siempre digo que la gente tiene pulsión de vida y no sabe que la vida se le va. Y a quienes nos han pasado cosas así, tenemos pulsión de muerte; y todos los días pensamos que nos vamos a morir; así es que lo tenemos que dar todo. Es un poco lo que quiero transmitir a la gente sin que se enferme que su pulsión aumente un poco y tenga más ganas de vivir”, reflexiona.
En sus consultas virtuales y presenciales -ve unos 200 pacientes por mes en promedio- observa que la gente sobrevive en una zona de confort. “Está muy cómoda allí. Un poquito en mi consulta es mostrarte que lo que está fuera de la zona de confort está mucho mejor. Cuesta. Hay que tomar una decisión, tirarse, salir de la mátrix. Es un poco lo que muestro en mis redes, en mi YouTube”, dice y vuelve a ejemplificar con su vida porque está convencido de que el “ejemplo es la única forma de demostrar algo”.
“Soy un pibe común de clase media acomodada, que fue a una secundaria privada normal, que pudo hacer lo que le gusta, progresar. Y hacerlo a mi modo, rompiendo estereotipos”, cuenta y recuerda que hizo su carrera de Medicina con rastas y que, incluso, fue a recibir el título así. “Hoy en día, atiendo sin guardapolvo, y eso no me quita formación, ni quita que te brinde una buena atención”, explica este médico que es “uno de los pocos deportólogos en el mundo” que trabaja con la deportología en la nutrición en algo que se llama señalización celular.
Próximo a disertar en un encuentro mundial de deportología, como el speaker más joven y el único argentino, está convencido que el camino es la humildad: “Todo se basa en ser humilde, en trabajar con humildad y estar para los pacientes. Ser médico es mucho más que tener el título colgado en la pared. Es más, mi título no está colgado en la pared a propósito porque yo no quiero que vengan a ver a Pablo Gastaldi el doctor. Quiero que lleguen porque los puede ayudar a cambiar cosas de su vida”.
-¿Por qué creés que pudiste hacer la diferencia?
-Primero porque tengo una especialidad que no hace nadie. Vi una veta o me salió y me gusta mucho. Se fueron dando cosas. Tuve la suerte de viajar sin saber que me iba a servir. Tuve la suerte de ser coordinador de confirmación y aprender a hablar y expresarme sin saber que lo iba a necesitar. Tuve la suerte de tener grande amigos con los cuales nos relacionamos y pensamos parecidos. Tuve la suerte de fracasar algunas veces en cosas que creía que estaban bien y que al final me ayudaron a llegar donde estoy hoy. Entonces, muchas veces, uno fracasa para conseguir más impulso.
-¿Cómo te ves en diez años?
-Me veo haciendo investigación. Me veo viviendo un poco en Europa y un poco en Argentina; teniendo más redes; pudiendo llegar a más gente; haciendo consultas, pero menos, ahora trabajo mucho -reconoce-. Me veo viajando mucho y disertando mucho.