Durante la era Miocénica, hace trece millones de años, América del Sur era un continente isla. A esta época, un tercio del continente, o sea alrededor de 1.000.000 de km2, era ocupado por un inmenso ambiente de tipo humedal, como podemos encontrar hoy en Brasil, con cientos de islas y conocido como sistema Pebas, donde convivían animales acuáticos y terrestres. Se pueden mencionar, sobre todo: mamíferos, cocodrilos[ , tortugas, aves y peces. Hasta hace unos 20-30 años, los científicos consideraban que era muy difícil que los restos fósiles pudieran conservarse en la húmeda selva amazónica. Misiones de exploración en lo más profundo de la selva peruana realizadas por un equipo franco-peruano-argentino, permitieron descubrir miles de fósiles y, de esta manera, empezar a reconstruir la vida cotidiana en este inhóspito pantano, donde reinaba Purussaurus, uno de los cocodrilos más grandes que existió. Purussaurus, cuyo nombre fue establecido en 1892 por el botánico brasileño João Barbosa-Rodrigues y que significa “reptil del río Purus”, era un depredador descomunal. Efectivamente, el cráneo de este caimán gigante tenía un tamaño comparable a un Tyrannosaurus rex y los especímenes más grandes podían pesar más de 5 toneladas por 10 a 12 metros de largo, o sea el tamaño de un autobús. A lo largo de los años y de los descubrimientos, los científicos empezaron a reconstruir la anatomía de Purussaurus, pero se conocía muy poco sobre su alimentación. Pero, por ser un animal de gran tamaño, tenía que ingerir diariamente una cantidad muy grande de comida.
En un trabajo publicado recientemente en la revista de la Royal Society de Londres, Biology Letters, un equipo internacional encontró impactantes evidencias de la dieta del Purussaurus. En 2004 tuve la oportunidad de participar de una publicación multidisciplinaria en el río Napo, desde Ecuador hasta Perú. En proximidades de la ciudad peruana de Iquitos, a la vera del río, fue hallado un yacimiento fosilífero nuevo y, dentro de los especímenes de reptiles, peces y mamíferos encontrados, apareció una tibia (hueso largo de la pata posterior) que pertenecía a un perezoso gigante, “primo lejano” de los lentos perezosos arborícolas que pueblan hoy en día los bosques amazónicos. El hueso estaba casi completo, pero bastante deformado. Al principio, los paleontólogos no le prestaron mucha atención. Recientemente, me di cuenta de que las deformaciones presentes en esta tibia estaban relacionadas con la presencia de cuarenta y seis (46) marcas de dientes, escondidas bajo el sedimento que cubría el hueso.
Pero ¿cómo fue el ataque en el pantano?
Las características anatómicas de la tibia permitieron a los investigadores adjudicarla al perezoso gigante Pseudoprepotherium que habitó en lo que hoy es Brasil, Colombia, Venezuela y Perú. Medidas realizadas sobre este hueso permitieron evaluar el peso del animal en 78,5 kilos; o sea, como un grande capibara adulto actual. Las marcas en la tibia no eran de dientes de mamífero. Son redondas y tienen claramente forma de dientes de cocodrilo. Gracias a un largo trabajo de comparaciones, y a los conocimientos de mi colega Rodolfo Salas, curador del Museo de Historia Natural de Lima, especialista en cocodrilos amazónicos actuales y fósiles y coautor del trabajo, pudimos reconocer que las marcas habían sido realizadas sin dudas por el caimán gigante Purussaurus, una de las siete especies de cocodrilos que habitaron esta área del sistema Pebas, durante el Mioceno medio.
Pero considerando el tamaño del cráneo de un Purussaurus adulto y la fuerza de su mordedura que era de más de…¡siete toneladas de presión!, o sea, cuatro veces más fuerte que la del mayor cocodrilo actual, era evidente que no tendría que quedar nada de su menú. Entonces, los científicos estaban seguros de que el autor de las marcas era un animal chico y probablemente joven. Por el tamaño de la mordida, evaluaron que el cráneo del caimán tenía unos sesenta centímetros de largo aproximadamente, lo que correspondería a un gran caimán negro adulto, de cerca de cuatro metros, como los que viven hoy en día en la Amazonia.
La forma y la organización de las marcas en la tibia sugieren que el reptil atacó al perezoso cuando estaba vivo, probablemente desde el agua, como actúan en la actualidad en África los cocodrilos con sus presas como antílopes, cebras o ñus. Podríamos decir que el Purussaurus ‘adolescente’, en su búsqueda para alimentarse, tuvo la oportunidad de atacar a un perezoso gigante.
El estudio no sólo describe este encuentro, sino que, además, presenta un impresionante caparazón fósil que pertenece a una tortuga amazónica (Podocnemis) de 1,3 metro de largo y que presenta una tremenda mordedura hecha por un Purussaurus adulto. Pero lo más increíble es que, en vida, la tortuga habría perdido casi 60 cm de caparazón, incluida la pata posterior izquierda, pero sobrevivió al ataque y hasta pudo cicatrizar.
Esos muy inusuales hallazgos, sugieren que los Purussaurus adultos se alimentaban principalmente de tortugas, y los especímenes más jóvenes atacaban a mamíferos como los perezosos gigantes y posiblemente ungulados nativos, que eran muy abundantes en esta época.
Lo interesante es que, por primera vez, tenemos un registro fósil que muestra la depredación de un caimán gigante sobre un mamífero en América del Sur e información sobre la alimentación de especímenes adultos y jóvenes del depredador más grande que hubo en la Tierra después de los dinosaurios.
Producción y edición: Miguel Títiro.