Mucho más a allá del tiempo en que los hombres habitaron estas tierras, diferentes grupos de animales dominaron lo que hoy conocemos como Mendoza. Incluso antes de que existieran los dinosaurios, singulares animales fueron los habitantes naturales de la gran extensión del territorio mendocino. Pero, ¿cómo es que hoy podemos saber esto? La vida del pasado remoto dejó indicios de su existencia en las rocas. Estos indicios son los fósiles que los paleontólogos usamos junto a las rocas que los contienen como pistas para revelar y reconstruir el pasado remoto. En algunos casos encontramos fósiles corpóreos, los cuales son generalmente las partes duras o resistentes de los organismos, pero también hay un registro no corpóreo. En este caso se lo llama registro icnológico, y consiste en el registro de la actividad del organismo, como lo son las huellas que dejamos al caminar en la arena húmeda.
¿Cómo se forman las huellas? Las huellas se forman cuando un animal, por ejemplo, camina sobre un sustrato lo suficientemente suave para que las marcas queden impresas en él. Si el suelo por el que caminamos es muy duro no dejaremos huellas, como cuando caminamos en la ciudad por la vereda. Si el lugar por donde caminamos está firme pero suave, como la arena de una playa húmeda, las huellas quedaran marcadas. Pero si caminamos en la arena seca, aunque se marquen levemente nuestras huellas, el viento rápidamente las borrará. Algo parecido ocurrirá si caminamos muy cerca del agua, donde el suelo es demasiado blando. De la misma forma ocurrió en el pasado, y las huellas de diferentes animales fueron registradas. Hoy nos permiten saber que esos magníficos animales habitaron estas áreas. Pero, ¿todas las huellas de los animales del pasado se fosilizan? No. Para que una huella que produjo un animal en tiempos muy remotos se preserve, y podamos verla en la actualidad, tiene que haberse enterrado relativamente rápido por sedimento que no modificara el sustrato donde se imprimió la huella. Es decir, hay condiciones particulares que favorecen la preservación de las huellas, y no ocurre en cualquier tipo de ambientes.
Como dijimos mucho antes de que el hombre habitara la tierra, e incluso antes de que los dinosaurios la dominaran, un grupo de singulares animales prosperaron y dejaron sus huellas en la Precordillera mendocina muy cerca de la Ciudad. Se registran huellas pequeñas que no superan los 5 cm que, por su forma y el patrón que dejan al caminar, nos permitieron asociarlas con animales cuadrúpedos (que caminan en cuatro patas) particularmente cinodontes. Este grupo de terápsidos tiene su primer registro en rocas de edad Pérmica e incluyen a los mamíferos y sus antepasados. Registrados aquí por sus huellas, este grupo de animales se reconstruyen como de pequeño tamaño (entre 2 y 10 kg) y pudieron ser tanto herbívoros como carnívoros. Huellas de un tamaño mayor (entre 20 y 30 cm) se asociaron también a un animal cuadrúpedo de tamaño mediano a grande.
Su forma y patrón nos permitió vincularlas con otro grupo de térapsidos, los dicinodontes. Estos animales imponentes superaban los 100 kg de peso y eran exclusivamente herbívoros. Aunque los primeros registros de dicinodontes del Pérmico cuentan con dientes, para el Triásico, como los que registramos por huellas aquí, no contaban con dientes sino un tipo de pico córneo. Finalmente entre las huellas encontramos unas muy características de tamaños variados (de 8 a 50 cm). Estas huellas son características de varios grupos de arcosaurios, es decir, los más clásicos reptiles. Sus huellas son muy peculiares por presentar una morfología clara de cuatro dedos dirigidos hacia adelante y uno lateral, además de mostrar una diferencia significativa entre la impresión del miembro anterior y posterior. En general estos grupos de arcosaurios son todos cuadrúpedos y formaban parte de los predadores de los ecosistemas donde habitaban. Los registros de huellas que pueden alcanzar aquí 50 cm sugieren animales de gran tamaño superando también los 100 kg de peso. Mientras que las huellas más pequeñas podrían indicar animales de entre 10 y 50 kg aproximadamente.
Así es como los paleontólogos, basándonos en las huellas halladas en rocas de edad Triásica en la precordillera de Mendoza, podemos reconstruir parte de los habitantes naturales que poblaron estas áreas. Su particular andar por estas grandes extensiones de terreno y las lluvias que favorecieron los flujos de sedimento que cubrían sucesivamente las huellas, nos permiten hoy reunir las pistas para su reconstrucción.
*La autora es Investigadora independiente. Ianigla, ConicetUNCuyo. Gobierno de Mendoza.
Edición y producción: Miguel Titiro