La figura del gaucho es una de las más emblemáticas, representativas y, a la vez, controvertidas de la historia argentina. Pero se trata de una controversia malintencionada y que, en distintos momentos históricos, ha sido “fogoneada” por distintos sectores políticos e intelectuales. Sin embargo, se trata de una figura que tuvo un marcado protagonismo a partir de la segunda mitad del siglo XIX y que dejó su huella a lo largo y ancho de todo el territorio nacional (incluso, sigue haciéndolo en la actualidad).
“Siempre estuvo instalada la figura del gaucho como un malviviente. Pero eso es porque en la historia el gaucho siempre fue el perseguido. El gaucho fue el primero en dar su sangre por la emancipación y libertad de la patria. Siempre actuó con un sentimiento de libertad, no tenía patrones, tranqueras; era nómade y viajaba de un lado al otro con su tropilla. Por eso se lo demoniza”, reflexiona en voz alta Armando Fredes (58), quien nació en una familia con tradición gaucha y es actualmente parte de la Asociación Gaucha Algarrobo Histórico, de Lavalle.
El 10 de noviembre se conmemoró en Argentina el Día de la Tradición en sintonía con el natalicio del poeta José Hernández, autor del Martín Fierro, emblema de la literatura gauchesca y donde se describen los pasajes de la vida del gaucho. Si bien estos habitantes tenían ciertas características en común, también variaban sus costumbres, tradiciones y hasta vestimentas dependiendo del territorio.
“En los últimos años ha habido muchos aportes al estudio de la categoría de gaucho. Sobre todo, cuando aparece su denominación para identificar a un paisano, al campesino y al peón de campo. La figura del gaucho aparece durante las guerras de la independencia, comienza a proliferar en el Litoral y en el Norte (de la mano de Güemes y sus “Infernales”). Pero los gauchos son hombres rurales que no necesariamente son todos peones, pueden ser propietarios de pequeños ganados también”, resumió la historiadora Beatriz Bragoni.
“No eran necesariamente hombres errantes, tenían su familia. La idea del gaucho errante es la que viene de la imagen del Martín Fierro, pero los gauchos campesinos no son necesariamente errantes. Y quienes lo son, son aquellos que buscan trabajo por fuera de sus pagos o huyen del reclutamiento y se refugian en las tolderías”, destacó Bragoni.
En Mendoza, la figura estereotipada del gaucho, al menos como se lo representa en el poema narrativo de Hernández, no tuvo mucha presencia. Sin embargo, de la mano de los arrieros, los baqueanos, los campesinos y los troperos -entre otros- los hombres rurales tuvieron un rol fundamental. Sobre todo, en la Gesta Sanmartiniana del Cruce de los Andes.
El gaucho mendocino y el cruce de los Andes
El concepto del gaucho siempre ha aparecido vinculado íntimamente al alzamiento en armas. Hombres que defendían sus bienes, su pequeña manada o su cosecha.
“En la época de la organización del Ejército de los Andes en Mendoza estaban los paisanos, arrieros que ayudan a reconocer el terreno y los troperos. Todos esos personajes son muy ricos y tienen que ver con el arreo de ganado y las labores de campos. Sus actividades fueron muy bien descriptas por Juan Draghi Lucero y es él quien hace la diferenciación de los hombres de campo de Cuyo, con la idea de corregir a Sarmiento y la idea del gaucho malo que había retratado en el Facundo”, agrega Bragoni.
El docente, ensayista y miembro de la academia sanmartiniana Juan Marcelo Calabria también se refirió a la participación de los hombres rurales en las huestes sanmartinianas. “Dentro de las milicias había baqueanos, arrieros, zapadores, el bagaje y quienes se encargaban de la cocina y el pertrecho. Y dentro de toda esa distribución de tareas había gauchos cuyanos. Sin ellos no se podría haber realizado el cruce. Los gauchos cuyanos tuvieron un rol central por conocedores del clima y los pasos. Participaron 9.600 mulas, 1.600 caballos de guerra y 700 reses en pie. Hubiese sido imposible cruzar a todos esos animales sin ellos”, agregó Calabria.
Los malones y los gauchos mendocinos más famosos
Los malones que solían contar con la participación de indígenas y algunos hombres de campo también eran frencuetes por estos lados. “Uno de los últimos malones fue en 1877, en la Villa de La Paz, y fue bastante conocido. También los hubo en el Sur. De hecho, por eso es que existían los fuertes de San Carlos y San Rafael”, destaca Bragoni.
La historiadora destacó además que entre los gauchos más célebres de esta parte –y que representaban el perfil más “marginal” de esta población– se puede colocar a Santos Guayama, entre otros.
“Estuvieron compenetrados y participaban de las Montoneras Federales. Esos gauchos proliferaron en Cuyo a partir de 1859 y fueron derrotados en 1867. Fueron parte de toda una ola de rebeliones que fueron lideradas por diferentes capitanejos. Los más famosos fueron Francisco Clavero en Mendoza y el Chacho Peñaloza, de La Rioja. El último levantamiento colorado lo lideró Felipe Varela”, sigue la referente.
“El gaucho fue siempre la mano de obra de los ejércitos libertadores y de la Conquista del Desierto. También de la guerra entre Unitarios y Federales, que fue a través del reclutamiento obligatorio. Nuestra Caballería, que tanto se destaca, tuvo siempre su fortaleza en el gaucho. Además, hay un momento histórico que refleja el gran reconocimiento y es cuando San Martín le confía la defensa del Norte del país a Güemes y sus gauchos”, sintetiza Calabria.
Ser gaucho hoy
Armando Fredes y se crio en una familia gaucha. Fue su padre, quien actualmente tiene 85 años, quien le transmitió este estilo de vida. “Es algo que se lleva para siempre. De chico yo estaba más en la mía, pero cuando me vestí de gaucho por primera vez (tenía 20 años), nunca más me saqué los atavíos”, resume este gaucho mendocino.
“Mi familia se fue impregnando y ahora estamos todos muy arraigados al tradicionalismo. Tengo una hija que fue primera paisana del departamento en la Fiesta de la Tradición. Además, otra hija canta folclore cuyano. Hay un sentido de pertenencia muy grande a nuestro campo”, resume el gaucho lavallino.
Fredes destaca además que, aunque la figura romántica del gaucho como ser libre se ha ido perdiendo, aún queda el espíritu, la sangre y su patrimonio cultural.
“Hasta hace algunos años había toda una cuestión social que sectorizaba al gaucho de las clases sociales. Pero hoy la palabra gaucho significa ‘familia’. Hay una reivindicación en eso de volver a sentir la esencia, de reflejarnos en los hombres de ayer, pero con una vivencia más de hoy. Hoy el gaucho usa el celular, las redes sociales”, sintetiza.
El Martín Fierro y la gauchesca en la biblioteca San Martín
Por Beatriz Bragoni, historiadora del Incihusa-Conicet y de la UNCuyo
Asistimos a una doble conmemoración de nuestras tradiciones culturales: el bicentenario de la primera biblioteca pública fundada en Mendoza y los 150 años de la primera edición del famoso poema El gaucho Martín Fierro. Una y otra enhebran experiencias de lectura que modelaron las imágenes de la provincia y del país en el curso de una poderosa transformación económica, urbana, social, política y cultural que coaguló entre las últimas décadas del siglo XIX y las celebraciones del Centenario.
El nuevo clima de época quedó reflejado en el nutrido corpus de libros de la biblioteca que había estado regida por textos distintivos de la ilustración francesa y escocesa, del movimiento romántico europeo, americano y argentino, el derecho público y constitucional, y el despertar modernista. Justamente el catálogo de 1908, pacientemente elaborado por Fino, ilustra con precisión el peso relativo de la literatura gauchesca en el repertorio de libros alojados en sus anaqueles que podían ser leídos por escritores y lectores ávidos por conocer las peripecias, avatares y desgracias del gaucho reclutado para defender la frontera, y desprovisto de ley y justicia para defender sus derechos, junto a las novelas policiales de Eduardo Gutiérrez que habían consagrado a Juan Moreira y Hormiga Negra como prototipos heroicos de los arrabales urbanos y que habían alcanzado popularidad mediante la cultura del folletín y el circo criollo.
El éxito editorial de esa saga literaria ponía de relieve no sólo el impacto de las políticas de alfabetización imantadas por el sistema educativo público que fungía a las argentinas y argentinos oriundos de familias nativas o inmigrantes; también hacía patente la emergencia de un fenómeno cultural inédito en el campo de las letras y de la lectura popular que recogía tradiciones políticas y relatos orales ampliamente difundidos en el siglo XIX como rasgo distintivo de la identidad y cultura nacional.