Más allá de relatos, el periodismo aspira a interpretar su tiempo. Una primera versión de la historia: entender para divulgar, comprender para analizar, dimensionar para opinar.
Informar, interpretar, tomar postura, han sido las razones por la que periodistas profesionales se plantan frente a la realidad (aún a expensas del desconcierto y lo inabarcable de ese concepto al que solemos denominar “verdad”).
La aceleración tecnológica obligó a nuevas formas de comunicar que desorientan también sobre dos preguntas básicas de esta industria: ¿por qué y para qué hacemos periodismo?
La ampliación de audiencias con intereses fragmentados apareció como un objetivo de cumplimiento obligado; pero algunos caminos propuestos alteran el sentido de la vocación original. Hoy no sólo nos urge saber dónde estamos parados como generadores de contenidos, sino también anticipar (o alertar) con la mayor precisión posible qué será de las sociedades futuras si por imperio de los algoritmos y las métricas decidiera prescindir del periodismo.
Esta reflexión, compartida con otros tantos referentes de diversos ámbitos, es una de las razones por las que nos interesa seguir haciendo buen periodismo.
¿Qué imaginamos?
Mendoza ha sido desde siempre el desafío de una sociedad emprendedora que utilizó la educación, la política, la economía, la ciencia, el arte, para encauzar la iniciativa. La transformación está en el ADN mendocino, ejemplo nítido de la reversión frente a las condiciones dadas. Algo que lejos de perderse se trasladó a nuevas generaciones.
Y así como el periodismo supo acompañar, cuestionar, validar esos procesos históricos, hoy tiene la doble tarea de entender su propia crisis sin renunciar a la prospectiva. No sólo para pintar la aldea, sino también para interactuar con el planeta.
La revolución de la Inteligencia Artificial (IA) ya demanda nuevas capacidades que eficienticen la producción local, pero también la retención de talentos. El valor agregado se emparenta cada vez más con la innovación. Hacer más, hacer mejor y de forma más creativa.
En tiempos de debate sobre el rol del Estado habrá que recuperar aquel apotegma atribuido a Willy Brandt que propone “tanto Estado como sea necesario y tanto mercado como sea posible”. Redes, formas de asociatividad, clusters, más incentivos a la complementariedad, tanto de la sociedad civil, como del sector público y privado. Articular para escalar.
El saber que se produce desde las universidades y centros tecnológicos deberá ser puesto aún más a disposición del desarrollo, la creación de empleo, la internacionalización, la generación y distribución de riqueza.
La postergada integración territorial, supone el mejoramiento de rutas, caminos y accesos, pero también la mejora de la infraestructura productiva: electricidad, gas, agua, servicios básicos, transporte.
La conectividad necesaria para el diálogo digital debe dejar de ser un lujo para permitir que las deseadas “autopistas de la información” puedan ser sendas seguras para el conocimiento (incluso la alfabetización básica), la promoción social, el impulso de negocios (agroindustria, minería, turismo), oportunidades de nuevos trabajos para la sociedad del futuro. No más brechas insalvables con pobreza crónica y exclusión.
En todos los casos, allí deberá haber periodismo para detallar esa transformación, sus eventuales obstáculos así como sus potenciales beneficios. Un periodismo de raíz crítica, pero de nervio estimulante para conseguir logros. Advertencia para corregir, reconocimiento para mejorar.
Un periodismo capaz de equilibrar la balanza de la palabra vacua, anónima, a menudo falsa, que inunda las redes. Los asiduos entramados de la desinformación generada por las fakes news son una amenaza para la libertad de expresión, y por ende, para las democracias modernas.
Un periodismo exigente de los poderes pero responsable de su rol republicano. Estado abierto, transparente y eficaz para resolver iniquidades antes que incrementarlas.
Porque la construcción de ciudadanía no es responsabilidad exclusiva de la política, ni de los funcionarios. Es también nuestra.
Un periodismo que más allá de utopías pueda seguir vinculando personas al margen de soportes y plataformas actuales o por venir. Urge adaptarse, ser flexible en los formatos, cercanos con la problemática y los debates locales. Un periodismo de Mendoza y para el mundo que siga dando el presente, aunque parezca que ya no se lo necesita.