Es una verdad de perogrullo que las plantas producen su propio alimento a través de la fotosíntesis. Sin embargo, en la naturaleza, las excepciones son más bien la regla, como lo demuestran las plantas parásitas. Estas plantas no producen su propio alimento, sino que lo toman de otra planta: la hospedante. Entre las 300.000 especies de plantas con flores que existen en la naturaleza, el 1% son parásitas. Si bien el parasitismo tiene mala fama porque implica un daño para alguno de los involucrados, no se conocen muchas plantas parásitas que afecten severamente a su planta hospedante. Por el contrario, las plantas parásitas son sumamente importantes, ya que ayudan a mantener la diversidad de plantas; se consideran ingenieras de la naturaleza.
¿Todas toman los nutrientes de sus hospedantes?
Hay diferentes formas de vivir siendo una planta parásita y esto está relacionado al grado de dependencia de sus hospedantes. Algunas, hacen fotosíntesis y por lo tanto sólo toman de sus plantas hospedantes agua, sales y minerales; son parásitas a medias, también conocidas como hemiparásitas. Las otras, son las parásitas extremas u holoparásitas, que no tienen la capacidad de hacer fotosíntesis y toman de sus hospedantes todos los nutrientes que necesitan para vivir.
Las plantas epífitas también crecen sobre otras plantas pero se diferencian de las parásitas porque usan a la otra planta únicamente como soporte. Las epífitas toman agua y nutrientes del aire y de la lluvia y fotosintetizan por sí mismas. Por ejemplo, el clavel del aire (Tillandsia spp.) es una epífita que crece en Sudamérica sobre las ramas de diversos árboles y sus raíces solo le sirven de sostén, no son absorbentes.
¿Cómo reconocer a una planta parásita?
Desde la infancia, hemos aprendido que una planta tiene raíces, tallo y hojas. Las plantas parásitas también pueden romper con esa regla. Por ejemplo, no tienen raíces “convencionales”, sino que las mismas están reducidas y modificadas en una estructura conocida como “haustorio”. El haustorio es el canal que usan para absorber los nutrientes, agua y minerales de sus hospedantes. ¿Tienen hojas estas plantas? Generalmente, las hojas están presentes en las hemiparásitas y ausentes en las holoparásitas.
¿Qué sabemos del tallo? En algunas plantas parásitas está reducido, ya que viven en el interior de sus hospedantes. Por otro lado, y en la mayoría de las plantas holoparásitas, el tallo es subterráneo, tiene forma de papa y se llama “túber”. Tanto las que viven en el interior de los hospedantes como las que se encuentran en el interior del suelo, sólo pueden observarse en su época de floración, ya que sus flores emergen del tejido o del suelo.
Un párrafo aparte merecen las flores de las plantas parásitas. Estas son muy extrañas y llamativas, tal es así, que muchas veces se las confunde con hongos. Una de las parásitas que ha dado mucho que hablar es Rafflesia (también conocida como flor cadáver por su olor fétido), crece en Indonesia y tiene una de las flores más grandes del mundo (con 110 cm de diámetro y hasta 11 kg).
Ejemplos de Mendoza
No hace falta ir hasta Indonesia para ver una planta parásita. Aquí, en Mendoza, hay dos plantas parásitas muy vistosas. Una es la flor de tierra (Prosopanche americana) y la otra es la liga (Ligaria cuneifolia). La flor de tierra, también llamada papa de monte o huachar, es una planta holoparásita que ataca las raíces del algarrobo dulce. La podemos encontrar caminando por los bosques de la Reserva Natural Bosques Telteca en su época de floración. Estos bosques se ubican en el noreste mendocino y están repletos de árboles de algarrobo dulce, un paraíso para la flor de tierra.
La liga, es una planta hemiparásita con hojas pequeñas y carnosas. Sus flores rojas son muy llamativas; es fácil de identificar en las ramas de sus hospedantes. Pero, ¿qué hace ahí? Crece sobre tallos de diversas especies de plantas, absorbiendo el agua del hospedante y aprovechando el acceso a la luz solar para la fotosíntesis (es una parásita a medias). La liga es una parásita muy común y puede observarse en diversas caminatas por el Parque San Martín de nuestra ciudad.
En Mendoza también encontramos otras plantas hemiparásitas aéreas: el quintral (Tristerix verticillatus) y el “cabello de ángel” (Cuscuta indecora). Esta última, es una enredadera de importancia agrícola ya que parasita a cultivos como la alfalfa. El mata trigo (Arjona tuberosa) es una hemiparásita herbácea que ataca raíces de otras plantas y crece en Argentina y Chile.
Transferencia de nutrientes y… algo más
Sorprendentemente, se ha visto que junto con el pasaje de nutrientes hacia la planta parásita, también se pueden “colar” ADN y genes de la planta hospedante. Este pasaje de ADN entre plantas de especies distintas se conoce como transferencia horizontal de genes, que se diferencia de la herencia vertical que ocurre de padres a hijos. La transferencia horizontal es muy frecuente entre bacterias y en menor medida, se ha reconocido también en hongos, plantas o animales.
El grupo de Genómica Evolutiva de Plantas, encabezado por quien escribe esta nota y perteneciente al Instituto de Biología Agrícola de Mendoza (IBAM-Conicet), ubicado en la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNCuyo, estudia la evolución de los genes y genomas de plantas holoparásitas de Argentina y en particular, la adquisición de ADN de sus plantas hospedantes. La íntima conexión entre la parásita y su planta hospedante facilita el intercambio de ADN aunque generalmente se pierde o no se utiliza. Uno de los hallazgos más interesantes es que hay plantas parásitas en el noroeste y noreste argentino, conocidas como flor de piedra (Lophophytum spp.), que han hecho propios a los genes obtenidos de sus hospedantes y los utilizan para respirar.
La autora es investigadora Conicet del Instituto de Biología Agrícola de Mendoza (IBAM-UNCuyo)
(*) El resto del grupo está integrado por Laura E. García, M. Emilia Roulet, Federico Ceriotti y Leonardo Gatica Soria.
Producción y edición: Miguel Títiro - mtitiro@losandes.com.ar