Desde los inicios del siglo XXI, los paradigmas de convivencia con el medio ambiente se modificaron de un modo rotundo, apostando por sistemas de producción y una economía circular que permitan aplicar las famosas 3R en todo el planeta, es decir; Reducir, Reutilizar y Reciclar.
Por supuesto que, en el mundo industrial, el proceso no es sencillo y adecuarse a estas nuevas normativas no solo puede implicar una serie de modificaciones técnicas, sino también requerir de una inversión millonaria, algo que puede resultar prohibitivo para muchas empresas que carezcan de la planificación adecuada.
Queda de manifiesto que la clave radica en tener una mirada a largo plazo, el desarrollo paulatino de nuevos estándares de producción y un plan comercial y económico que lo sustente en el tiempo.
En San Rafael, Plastiandino SA es un claro ejemplo de esa adaptación “saludable” con un rumbo establecido, contribuir a un mundo más sustentable.
Con una trayectoria en el mercado de más de medio siglo, la firma nació en hace medio siglo como “Rodolfo Bianchi y Señora” y adoptó su razón social actual en febrero de 1977.
Consolidada como una de las principales industrias de San Rafael, hoy emplea a 180 personas entre operarios y profesionales de todas sus líneas de producción, con un 100% de mano de obra local y un fuerte énfasis en ello.
En pleno proceso de ampliación de sus diversas líneas con una inversión global que supera los 5 millones de dólares a través de créditos del Banco Nación, las líneas provinciales de Mendoza Activa y recursos propios, la empresa mantiene estándares internacionales de manufactura que le permiten estar certificada bajo las normas ISO 9001, de gestión de calidad, ISO 14001 de gestión ambiental e ISO 22000, de inocuidad en toda la cadena de producción de alimentos, además de contar con el aval técnico de algunas de las multinacionales más poderosas y estrictas del planeta.
Asimismo, integra la Organización Movimiento Circular, una red mundial abocada a generar nuevas prácticas ecológicas y la Fundación Ecoplast, a través de las cuales participan de capacitaciones constantes y generan acciones concretas para preservar el medio ambiente.
“El envase plástico fue definido como el malo de la película, y eso no es correcto. Si bien no se degrada de inmediato, sí se puede reciclar con facilidad y tiene un ciclo de vida que es mejor que las alternativas”, asegura el titular de la firma, Hugo Bianchi.
Lejos de las generalidades al momento de hablar de ecología, Bianchi es muy preciso y acentúa la necesidad de profundizar la educación como valor cardinal.
“El Estado debe generar las normativas para que se entienda que la basura tiene valor. La mayoría de los productos plásticos pueden reciclarse en un 100%, tal vez no para el mismo uso, pero sí para múltiples aplicaciones prácticas, lo que nos permite reducir la huella de carbono que dejamos en el planeta”, subrayó el empresario.
Por ello, explica, la industria del plástico está en contra de la biodegradación y 100% a favor del reciclado.
Allí es donde la firma local pretende marcar una diferencia. En un país como Argentina donde los niveles de reutilizamiento rondan entre el 15 y 20% del total de lo producido, Plastiandino apuesta a una transformación integral que le permita convertirse en una empresa “polietileno neutral” en los próximos 8 años, lo que implicará reciclar la misma cantidad de plástico que se entrega al mercado.
“Lo que nos distingue es la calidad del producto y las estructuras certificadas que utilizamos”, comentó Bianchi. Siempre con el objetivo de reducir la huella de carbono, la firma desarrolló la línea de “monomateriales”, que permite que se pueden reciclar en su totalidad, sin generar un gramo de basura para el ambiente.
Sin dudas se requiere de un estándar muy elevado que exige de profundos cambios en el seno interno de la planta de elaboración ubicada en Cuadro Nacional, que llevan un tiempo en marcha con la ampliación exponencial de las naves, instalación de una nueva red de seguridad contra incendios, espacios de confort para los trabajadores y sistemas de climatización adecuados para esa industria, además de la incorporación de tecnología de última generación que debió importarse desde diversas partes del mundo, permitiendo en simultáneo incrementar los volúmenes de producción y ahorrar enormes cantidades de energía por kilo producido que varían según las líneas en que se aplican.
Entre sus múltiples clientes, Plastiandino atiende en su gran mayoría a empresas y cadenas nacionales dedicadas a la elaboración de alimentos para mascotas, bebidas o alimentos envasados al vacío. La fabricación involucra desde el recupero del material usado, pasando por la fabricación de film, bolsas herméticas y envases flexibles de todo tipo y espesor, hasta la impresión de las mismas con las marcas y especificaciones de cada producto.
Hasta hace pocos años, el 20% del total producido se exportaba a otros países de Latinoamérica, aunque la coyuntura macroeconómica de la Argentina hoy redujo ese margen al 8% ya que “el desacoplamiento del valor del dólar con los precios del mundo lo hace inviable en gran medida, pero se sigue atendiendo a clientes de Brasil, Paraguay, Chile y en ocasiones Uruguay, además de muchas empresas locales”, explicó.
“En los últimos 30 años el sector creció por encima de la economía y en la última década se puso en discusión por la contaminación, aunque la tendencia cambió por la pandemia, donde se demostró la utilidad del envase de un solo uso y quedó claro que presenta enormes ventajas sobre el resto”, destacó Bianchi.
En Plastiandino, los objetivos a corto y mediano plazo ya están trazados, e involucran concluir con la enorme reforma edilicia, tecnológica y funcional que se inició hace poco, alcanzando el funcionamiento previsto.
A largo plazo, continuar mejorando los estándares y reinvirtiendo en la tierra que vio nacer a la firma, generando nuevos puestos de trabajo para operarios y profesionales formados en San Rafael y sumando tecnología que permita disminuir a su mínima expresión la huella de carbono, a la vez que se incrementen los volúmenes y la calidad de la producción rumbo a la ansiada neutralidad, lo que prevé lograrse como plazo máximo en 2030.