En el horizonte de una Mendoza que anhela un porvenir luminoso es imperativo que las raíces culturales no solo se fortalezcan, sino que florezcan con renovado vigor, alimentadas por el pulso vivo de la tradición y la creatividad.
No basta con conservar lo heredado, es necesario tejer un entramado cultural que sea a la vez, refugio para la memoria y terreno fértil para la innovación. Mendoza exige ser enriquecida por vientos del cambio.
En esta visión, el arte, la literatura, la música, y todas las expresiones creativas deberían encontrar espacios fértiles para crecer y multiplicarse. “La cultura es el ejercicio profundo de la identidad”, dice Cortázar.
Para eso las voces locales, los relatos que emergen de la tierra y la gente, han de ser recogidos y proyectados hacia el mundo, no para diluirse en la globalización, sino para posibilitar una identificación única, profunda y robusta que pueda dialogar con otras culturas sin perder esencia. Sobre todo, en estos tiempos en los que la inteligencia artificial nos pisa los talones y llega para quedarse.
Los medios de comunicación tienen que asumir la responsabilidad de difundir arte y cultura y, al tiempo, ser promotores activos del pensamiento crítico y la diversidad de expresiones. En esta era en la que el ruido ensordece la médula, los medios se alzan custodios de la memoria y el porvenir, son puentes invisibles entre la creación y la gente. En esa voz resuena el eco de lo que somos y de lo que aspiramos a ser, navegando en el colosal océano de lo estético, donde cada obra es una chispa que aviva la llama de la otredad, concepto tan venido a menos en estos tiempos.
Dijo Machado en “en cuestiones de cultura y de saber, sólo se pierde lo que se guarda y sólo se gana lo que se da”.
En este contexto, la cultura es entendida como un motor de cambio, como herramienta poderosa para combatir la desigualdad, fomentar la verdadera inclusión y proyectarnos hacia un futuro.
Las nuevas generaciones no solo deben conocer la propia historia, sino vivirla y reinventarla. Solo con una Mendoza donde la cultura sea valorada en cada rincón, podremos enfrentar los desafíos del mañana con la firme convicción de que el arte, el conocimiento y la identidad son nuestras armas más poderosas para que, además de sanarnos, podamos concentrarnos en forjar un mundo más equitativo y solidario. Y porque yo creo que, como dice Borges, la cultura no se entiende sin la ética.
*La autora es periodista y escritora