¿Por qué fracasan las estrategias para frenar los contagios en Argentina?, se pregunta el sociólogo Daniel Feierstein, investigador del CONICET y profesor de la Universidad de Buenos Aires, en un hilo en Twitter. Y la respuesta que da apela a un análisis sociológico que considera que falta en las estrategias sanitarias y que está asociado a comprender qué mueve las conductas humanas.
“La respuesta tiene muchas variables pero la fundamental no es médica sino sociológica”, avisa.
Para él, la negación y la proyección, que están presentes en toda catástrofe como mecanismo de defensa psíquica, son uno de los principales enemigos y “eso no se resuelve ni con camas ni con respiradores”, sostiene.
Hace referencia al razonamiento detrás de las medidas de los gobiernos que se basa en una presunción errada sobre el comportamiento social.
Y explica de esta manera lo que consideran las autoridades: “la gente no se banca más la cuarentena y la incumple igual. Por lo tanto, lo que debemos hacer para contener la ola de contagios es autorizar lo que de hecho ya se hace pero solicitando que se cuide y apelando a la “responsabilidad ciudadana”.
Aunque aclara que desde su punto de vista no es incorrecto y que sostenerlo implicaría apelar a la represión, su lectura va más allá y no lo primero no es suficiente.
Negación
Considera que por un lado, hay un proceso de negación de la realidad por parte de las personas, para quienes esta es tan complicada de aceptar que termina por anularse. Pensar en la posibilidad cercana de la muerte de un ser querido o incluso la propia es muy difícil de digerir.
“La acción humana en esos casos tiende a la negación y a la proyección. Nadie quiere aceptar la posibilidad de su muerte o la de sus seres queridos”, apunta.
Por eso explica que no sólo no se acepta esta posibilidad sino que , incluso, se llega a agredir a quienes la sostienen, algo que en su largo hilo explica que ya ha sucedido en otros momentos históricos con situaciones similares.
De todas formas no deja de considerar una variable de peso, aunque no se ajuste a todos los casos.
“Podríamos decir que lo que suponen los médicos sobre el comportamiento social en pandemia es lo que (Max) Weber llama “acción racional con arreglo a fines”: que calculan que el riesgo de contagiarse es preferible al de quedarse sin otras actividades”. Este es el caso de quienes si no salen a trabajar no comen o quienes están perdiendo bienes por la falta de actividad.
Pero inmediatamente aclara que esto no explica la conducta de quienes, por ejemplo, se reúnen a comer un asado. Y es en ese punto que apela a la negación como explicación.
“La población en una catástrofe NO actúa según esa racionalidad ajustada a fines sino que se ve atravesada por acciones afectivas (tercer tipo en Weber) vinculadas a mecanismos de defensa psíquica como la negación y la proyección”, remarca.
Por eso, recordó que ya había advertido en una nota periodística sobre la necesidad de darle participación a las ciencias sociales para afrontar este aspecto.
“Seguimos pensando que los médicos pueden pronosticar comportamientos sociales y decidir las acciones políticas a partir de ello (como si nos hubiesen encargado a los sociólogos tratar de elaborar la vacuna)”, remarca.
“Eso explica también el odio en las respuestas anticuarentena. Por ejemplo: en casos en que sobrevivientes del genocidio nazi lograron escapar de la deportación fueron golpeados y acusados de mentirosos en los pueblos donde intentaban contar lo q sabían o habían vivido”.
Contradicciones
Pero por otra parte, advierte que en este marco, el mensaje de las autoridades resulta contradictorio lo que redunda en la falta de adhesión.
“Al cambiar la hipótesis de explicación del comportamiento, podemos entonces aventurar por qué lo que se hace sale mal. Para alguien en estado de negación, decirle que vamos mejor, que abrimos actividades y que no habrá colapso es el mejor modo de lograr que ratifiquen la negación”.
Señala que ante esto los dirigentes políticos se encuentran en un dilema: deben decirle a la población lo que no quiere escuchar y se arriesgan a ser el foco de odio y proyección, con lo que implica en pérdida de imagen y votos, ya que puede tener su costo político.
Explica que ante las advertencias, muchos responden con datos que parecen alentadores o argumentos positivos como que falta poco o cuánto se ha logrado y que esto no hace más que fortalecer la negación.
Que los mensajes oficiales sean del estilo, la situación está controlada y luego agregar “no dejemos de cuidarnos” produce cero efecto ante lo previo, considera el investigador.
“Esa parte ya no se escucha. Quienes saben nos informan que las cosas están mejor y abren actividades, por lo tanto incluso quienes no sucumbían a la negación lo hacen: “el intensivista debe ser un exagerado”, expresa.
“¿Por qué bajó el pico en Italia o España? R. Etchenique lo identificó con precisión: por la “inmunidad de cagazo”. El miedo de la gente pudo vencer al mecanismo de negación. Pero eso tampoco es permanente ni automático y los rebrotes lo demuestran. La negación es persistente”, subraya.