En esta Semana Santa, las tradiciones y rituales resurgen en las familias. Por ejemplo, la privación de carnes rojas durante el Viernes Santo y la costumbre de comer pescado. Sin embargo, esta vez nos vamos a concentrar en una de las tradiciones más dulces: regalar huevos de chocolate el Domingo de Pascua.
Por qué la gente regala huevos de chocolate en Pascua
La tradición de regalar huevos es un símbolo de vida y fertilidad. Empezó mucho antes de la Era Cristiana, pero fueron justamente los cristianos quienes le otorgaron un significado de religiosidad. Los huevos de Pascua, entonces, representan la resurrección y la vida de Jesús. Todo esto, además, en el marco de los primeros días de la primavera boreal (otoño en el sur), estación del año particularmente fértil, lo cual le da un significado adicional.
Originalmente se trataba de huevos de tortuga o pato decorados con colores brillantes. Toda la familia se reunía para decorarlos y luego los regalaban a parientes y amigos cercanos. Con el tiempo, la tradición tuvo algunas variantes y, por ejemplo, en algunos lugares se acostumbra esconder los huevos para que los niños de toda la familia los encuentren.
Los huevos de chocolate son una innovación relativamente reciente. Comenzó a principios del siglo XIX en Francia y Alemania principalmente, y se trataba de huevos macizos, ya que la técnica para hacer los huevos huecos no estaba desarrollada. Cada huevo era decorado con más chocolate o con flores de azúcar.
Los cambios en los siglos XIX y XX perfeccionaron la chocolatería y la repostería en general, y ello permitió que los huevos de Pascua se puedan hacer de forma masiva y se vuelvan populares en todo el mundo.
Actualmente, hay diversas variantes: rellenos con confites, con juguetes, con más chocolates incluso. Otras versiones incluyen helado.
Cuál es el origen del conejo de Pascua
Hace mucho tiempo, se contaba una leyenda popular sobre un conejo que presenció la sepultura de Jesucristo. Desconcertado y curioso por lo que estaba ocurriendo, el conejo decidió quedarse en las cercanías del sepulcro para descubrir quién era ese hombre por el que tantas personas lloraban. Su paciencia tuvo su recompensa, ya que el conejo fue testigo de la resurrección de Jesucristo.
El conejo sabía que tenía que dar a conocer lo que había visto, pero no podía hablar con los humanos. Entonces, tuvo la idea de pintar un huevo y contar su historia. Estaba seguro de que así todos aquellos que antes lloraban la muerte de Jesús, ahora estarían felices. Y así fue.
Desde entonces, el conejo lleva huevos a todas las casas para recordarnos que Jesús resucitó. Esta historia dio lugar a la costumbre actual de que los padres escondan huevos de chocolate por el jardín o los rincones de la casa y los niños los busquen en el domingo de Pascua.