Primer día de las elefantas mendocinas en el santuario: el emotivo reencuentro de Pocha y Guillermina

Si bien arribaron al Mato Grosso ayer al mediodía, las dos elefantas estuvieron afuera de los contenedores y se reencontraron pasada la medianoche. Mientras se adaptan al lugar, madre e hija volvieron a tener contacto físico y hasta disfrutaron de un merecido “baño de tierra”.

Primer día de las elefantas mendocinas en el santuario: el emotivo reencuentro de Pocha y Guillermina
Pocha y Guillermina ya están en el santuario de Mato Grosso. Foto: Captura Video.

Acostumbrarse a entrar y salir de los contenedores en que finalmente viajaron hasta el Santuario de Elefantes de Brasil les tomó varios días, semanas y meses a las elefantas asiáticas Pocha (65) y Guillermina (23). Estos trabajos demandaron, además, un gran esfuerzo de los cuidadores mendocinos y de los entrenadores y entrenadoras que viajaron en varias oportunidades al Ecoparque local, lugar al que habían llegado los habitáculos y donde se los había dejado. Entonces, si acostumbrarse a entrar y salir demandó una importante inversión de tiempo, esfuerzo y paciencia, ¿por qué el momento de abandonar los contenedores debería haber sido distinto para las elefantas?

Si bien el camión con las elefantas llegó a las instalaciones del santuario a las 12:05 (13:05 hora argentina) del jueves, recién pasadas las 20 –hora de Mato Grosso, estado brasileño en donde se encuentra el santuario- las dos elefantas se animaron, tomaron valor y –literalmente- dieron los pasos necesarios para salir de los contenedores en los que habían viajado durante casi 5 días por rutas argentinas y brasileñas. Y ya cerca de la medianoche brasileña, madre –Pocha- e hija –Guillermina- pisaron suelo del santuario y disfrutaron de un infaltable e incomparable baño de tierra y polvo (se lo arrojaban encima de sus cabezas y cuerpos con las trompas) para darse a sí mismas la bienvenida a su nuevo hogar.

Pocha y Guillermina ya están en el santuario de Mato Grosso
Pocha y Guillermina ya están en el santuario de Mato Grosso

“Fue un esfuerzo muy grande, pero valió la pena. Verlas juntas en un lugar tan grande, en medio de la vegetación, es fantástico. Es de los lujos que podemos darnos los que estamos en la función pública, ver en primera persona un momento como este”, resumió el secretario de Ambiente de Mendoza, Humberto Mingorance, en diálogo con Los Andes. El funcionario viajó a Brasil para estar presente en uno de los momentos más importantes de la vida de Pocha (bautizada cariñosamente en el santuario como ‘Posh’, con un estilo inglés en su pronunciación) y Guille. Y es que la mayor de las elefantas llegó con apenas 3 años al ex Zoo de Mendoza (en 1968), mientras que Guillermina nació en 1998 en el lugar y no sabía lo que era la libertad.

“Ayer nos quedamos en el santuario hasta pasada la medianoche, cuando finalmente las elefantas se encontraron. Fue un día súper emocionante, con la satisfacción del trabajo hecho y el objetivo cumplido. Las elefantas se tomaron su tiempo para salir y ellas decidieron cómo hacerlo y en qué momento, para animarse a descubrir el mundo nuevo de la manera en que ellas eligieran. Y se dieron a sí mismas la bienvenida con un baño de tierra”, relató a su turno el consejero del Ecoparque Mendoza por parte de la Fundación Franz Weber, Leandro Fruitos.

Las elefantas ya se encuentran en uno de los patios ubicados al ingreso del santuario en esta selvática región del centro-oeste brasileño. Todavía no es el amplio recinto destinado a elefantas hembras asiáticas en que pasarán su día a día, pero poco a poco se van adaptando.

Pocha, Guille y su primera noche en el santuario: a 12 horas de llegar, las elefantas volvieron a encontrarse
Pocha, Guille y su primera noche en el santuario: a 12 horas de llegar, las elefantas volvieron a encontrarse

Crónica de un viaje de elefantas

“Las elefantas van a viajar cuando estén preparadas, y eso es algo que ellas van a decidir en el momento en que entren a los contenedores. Son ellas quienes van a definir cuándo empieza el viaje”. Fue la directora del Ecoparque de Mendoza, Mariana Caram quien, en la previa del traslado y antes de que se supiera cuando partirían a Brasil, describió de la mejor manera posible de qué dependía el inicio del viaje. La frase la pronunció en conferencia de prensa el viernes pasado, 6 de mayo, cuando restaba poco más de un día para que la caravana saliera del Ecoparque (aunque en ese se desconocía ese detalle).

Siete días después de esta conferencia de prensa, Pocha y Guillermina ya están en el Santuario de Elefantes de Mato Grosso. De a poco, paso a paso –se trata de pasos pesados y lentos, claro está-, madre e hija comienzan a adaptarse al lugar donde vivirán lo que sea que les quede de vida. Y se trata de un espacio de selva, con vegetación, arena, espejos de agua y nada de cemento o concreto como era –y todavía es- aquel recinto ubicado al margen del Cerro de la Gloria mendocino, donde vivieron gran parte de sus vidas (Guille nació en el lugar). Ese mismo predio del inhumano cautiverio al que fueron condenadas, donde solo podían ver paredes de piedras y cemento cuando miraban al frente –jamás habían visto el horizonte, por ejemplo-, y el mismo espacio donde, en sus momentos de mayor estrés y cuando el zoológico estaba abierto al público, lanzaban cascotes de tierra y piedras hacia arriba, con sus trompas, poniendo en peligro a cualquier transeúnte.

Todo eso quedó atrás. Y tras casi 5 días de viaje (115 horas, para ser más exactos) en los que recorrieron Argentina de oeste a este y cruzaron a Brasil por Misiones, las elefantas llegaron al santuario a las 13 de este jueves. A lo largo de todo el itinerario, desde los vehículos que acompañaban al imponente camión con las dos elefantas y donde viajaba el equipo humano que fue parte del operativo se monitoreaba permanentemente a Pocha y Guillermina. Y cada dos horas y media había una parada técnica para que las elefantas pudieran comer alfalfa seca, frutas, verduras y alimento balanceado, además de tomar agua. En cada punto donde se detenía el camión, en cada ciudad que incluyó el itinerario, los vecinos se acercaban y –manteniendo cierta distancia- saludaban a Pocha y Guillermina y les tomaban fotos con sus celulares. Las paquidermas, por su parte, viajaron todo el tiempo en sus contenedores, enfrentadas y mirándose cara a cara en todo momento, y hasta se daban muestras de cariño y acompañamiento tocándose las trompas entre sí.

La llegada al santuario, todo a su debido tiempo

Cerca de las 12 de ayer (hora en Mato Grosso, una hora más en Argentina), el camión con las “ele” -como se las llama cariñosamente y que no es más que una abreviación de elefantas- llegó a la puerta del Santuario de Elefantes. En el lugar esperaban a Pocha y Guillermina una importante cantidad de trabajadores del lugar. Y, como no podía ser de otra manera, la llegada fue transmitida por vivos en Facebook e Instagram. ¡Si dos países enteros seguían el viaje de las “ele”!

Pocha y Guillermina ya están en el santuario de Mato Grosso
Pocha y Guillermina ya están en el santuario de Mato Grosso

Ante la atenta mirada (virtual y a la distancia, por dispositivos móviles) de cientos y miles de espectadores que siguieron las transmisiones, el primer contenedor que se colocó frente a la puerta de entrada del santuario fue el de Pocha. Y aquí comenzó el momento de armarse de paciencia. Porque, así como las elefantas entraron cuando ellas se sintieron preparadas, la salida sería igual.

Sin nadie que la molestara alrededor, Pocha hizo el amague de salir varias veces del contenedor. Frente a ella, para tentarla, había sandía, alfalfa, un montículo de tierra y otros atractivos. Pero la mayor de las elefantas parecía no estar preparada todavía. Al principio, justamente en el momento en que más “afuera” del contenedor llegó a estar, fue hasta simbólico que mantuviera una de sus patas traseras pisando el suelo del container.

Tras cinco horas de intentarlo y de no animarse a dar el paso definitivo –literalmente hablando- y de hasta haber intervenido en persona el cuidador Esteban Guevara (quien acompañó durante años a Pocha en el zoo y Ecoparque de Mendoza, y quien viajó a Brasil para acompañarlas), los responsables del lugar decidieron cambiar la estrategia.

Pocha, Guille y su primera noche en el santuario: a 12 horas de llegar, las elefantas volvieron a encontrarse
Pocha, Guille y su primera noche en el santuario: a 12 horas de llegar, las elefantas volvieron a encontrarse

Fue entonces cuando, con la grúa, acercaron el contenedor de la joven Guillermina hacia el ingreso a otro de los patios para iniciar el intento de liberación de la hija de Pocha. Minutos antes, hasta se había escuchado barritar a la “ansiosa” Guille, como si fuera una especie de bocina con la que pedía pista.

Cuando los relojes en Mato Grosso marcaban las 20 (y en Argentina hacían lo propio, pero con las 21), Guillermina ya estaba en el patio delantero del ingreso al santuario. Y recién allí su madre, Pocha, retomó sus intenciones de salir, motivada por la presencia de su hija. “Anoche, cuando ya no quedaba nadie en el lugar, se juntaron las dos en la entrada al área de hembras asiáticas. Ahora están juntas en un espacio un poquito más grande que el que encontraron cuando salieron. Pero todavía no están en el sector más amplio y donde está el resto de la manada”, describió Mingorance.

Las más de 1.000 hectáreas del Santuario de Elefantes de Brasil están divididas en cuatro grandes sectores: hembras asiáticas (donde vivirán las recién llegadas), machos asiáticos (donde llegará Tamy cuando pueda dejar el Ecoparque de Mendoza), hembras africanas (aquí ya tiene su lugar confirmado Kenya, quien todavía está en Mendoza también) y machos africanos.

Ya en el área de elefantas asiáticas esperan a Pocha y Guillermina otras 5 elefantas para integrarlas a su manada. “Ya están pisando tierra, se dieron su baño de polvo, están alimentándose bien. El operativo fue impecable, al igual que la calidad humana y el trabajo entre los dos equipos”, describió Mingorance desde Brasil durante la mañana de hoy, antes de regresar al santuario para recorrer las principales instalaciones del amplio e imponente espacio. “No imagino un mejor lugar al que podrían haber llegado”, concluyó.

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