Como si fueran profesionales, salieron al escenario y dieron su mejor función. Actores y actrices se lucieron, pero también se destacaron guionistas, escenografistas y quienes hicieron posible que la cancha de básquet de la escuela Infanta Mendocina se transformara en una especie de teatro al aire libre.
La representación de “Don Quijote de la Mancha” no fue una versión más, fue la apropiación que una veintena de adolescentes hizo del clásico de la literatura universal.
Esas chicas y esos chicos forman parte de un grupo de 70 que se quedaron en el camino al intentar cursar su primer año en esta secundaria de Dorrego en contexto de pandemia. Y también integran ese conjunto de 35 mil estudiantes de todo el sistema educativo que tiene trayectorias débiles.
Propuesta integral
La escuela Infanta Mendocina fue a buscar a los alumnos de las seis divisiones de primer año que en 2020 tuvieron dificultades para seguir el ritmo de las clases virtuales. Armó para ellos una propuesta diferente de promoción acompañada para que pudieran recuperar los saberes del primer año y cursar segundo como una unidad pedagógica.
Así, este 2021, cursaron a la mañana las materias de segundo y a la tarde los espacios curriculares de primero. Según detalló la directora de la institución, Gabriela Chalamán, se armó un equipo interdisciplinario que abarcaron las materias de Lengua, Inglés, Matemática, Historia, Geografía, Teatro y Artes Visuales. La tutora fue Jimena Tobares, mientras que la encargada del proyecto que cerró con la obra de teatro leído fue Susana Parisi -profesora de enseñanza básica y profesora de música-.
Al principio, como suele ser todo comienzo, costó. No tenían muchas ganas, pero después le fueron encontrando la vuelta. Y ahora, algunos admiten que extrañarán este espacio y piden que siga algo similar.
“Lo que no jugué de niño, estoy jugando ahora. Lo que era tarea se convirtió en un juego, te divertís y pasás un buen rato con tus compañeros”, admite ‘Sancho’ que también destaca que antes no le gustaba leer y ahora le divierte. “Mejoré la lectura -dice satisfecho-. Al principio, leía 60 palabras y ahora 140″, detalla en alusión al test de fluidez lectora.
Para trabajar todas las áreas en menos tiempo del habitual se acordó hacer hincapié en la lectura, la escritura y la oralidad. Y se propuso un cambio de formato en la expresión. Por eso, se eligió la novela de Miguel de Cervantes Saavedra para que los mismos estudiantes adaptaran y combinaran el vocabulario de época, los términos en inglés y -por supuesto- algunos giros actuales. Así, convivieron en la presentación -que incluyó una yegua real en el papel de Rocinante- expresiones como “Ya fue, Sancho” junto a “He sido un necio y un loco”.
“Queríamos también que se expresaran con su cuerpo, sacarles la timidez y que aprendieran a compartir”, agrega la “profe Susi” agradecida por los momentos vividos, por el trabajo en equipo con los profesores, por “la posibilidad de tocar almas y de ser el puente para unir el chico a un futuro”.
El resultado del proyecto es altamente positivo. No sólo lograron que los 70 completaran el cursado de la unidad pedagógica, sino que vienen aprobando las materias.
Desde el punto de vista de la directora, ofrecer a las y los alumnos un formato diferente fue fundamental para captarlos.
Historias de resiliencia
Ya se ha escrito bastante sobre cómo influyó el cierre de escuelas en niños, niñas y adolescentes. Estos alumnos de la Infanta Mendocina están convencidos de que no quieren volver a vivir como en el 2020, pero saben que pudieron ser resilientes y con esfuerzo sobreponerse a las tristes experiencias del año pasado.
Deyanira confiesa que seguir la virtualidad se le complicó porque su papá y su mamá estuvieron internados por Covid-19 y no tenía celular y mucho menos internet. “Quería venir a a escuela porque aquí me explican mejor”, reconoce.
Lautaro no la pasó mejor. Él se había hecho la idea de que repetir primer año le iba a costar por la adaptación a nuevos compañeros. Y cuando logró encajar, vino la cuarentena. “Mis padres no hicieron la secundaria y no me podían ayudar. Al volver a la escuela se me hizo más fácil”, cuenta a la vez admite que integrarse nuevamente este año también le costó.
“Manso quilombo”, grafica Maximiliano su intento frustrado de estudiar en casa. “Con la cuarentena sentía que no podía hacer las cosas tranquilo, no tenía un espacio en mi casa. Venir a la escuela me desarrolló más”, dice sorprendido de todo lo que ha logrado este año.