Un grupo de preventores de la Ciudad de Mendoza rescató en las últimas horas a un ejemplar de zarigüeya, también conocida como comadreja overa. Fue en calle Colón, en pleno centro, y luego de que un grupo de vecinos -asustados por su tamaño- diera aviso a este personal.
No es la primera vez que estos ejemplares, pertenecientes a la familia de los marsupiales, son avistados en Mendoza. De hecho, es muy común encontrarlos en zonas de Maipú, Luján de Cuyo, Chacras de Coria y Vistalba, puesto que estos grandes descampados acostumbran (o acostumbraban) a ser su hábitat natural. Pero el crecimiento de las ciudades se fue expandiendo hacia este cinturón verde y, como otros tantos ejemplares de la fauna mendocina, las zarigüeyas se vieron invadidas.
Por su apariencia -por desgracia, las zarigüeyas no se posicionan precisamente como candidatas a ser elegidas entre los animales más bellos del reino animal- y por confundirlas con ratas u otros roedores, mucha gente suele atacarlas y querer matarlas cuando las encuentran en sus casas (que, en realidad, son originariamente las casas de las zarigüeyas). Sin embargo, este es un grave error.
Primero, porque se encuentra en el listado de especies protegidas de la Secretaría de Medio Ambiente de Mendoza. Pero, además, porque la zarigüeya es una especie extremadamente inofensiva -nunca atacan a las personas, ya que suelen escaparles y esconderse-. A ello se suma también su función ecosistémica clave, ya que son controladores naturales de plagas (insectos e, incluso, otros roedores que son vectores de enfermedades).
“Son conocidas como comadrejas de área urbana. Y estos animalitos han quedado establecidos en parches de árboles que van siendo rodeados cada vez por más barrios. De esta manera, las conexiones son limitadas y, cuando cruzan las calles, muchas veces las atropellan. También se encuentran con pocos recursos alimenticios, por lo que las comadrejas van a los jardines a comer lombrices y hasta la comida de los perros”, destacó la veterinaria Melisa Morales, quien es investigadora del Instituto de Medicina y Biología Experimental de Cuyo (Imbecu), perteneciente al Conicet.
Hace cuatro años, también como consecuencias de un dañino y peligroso desconocimiento, una comadreja fue apaleada y casi quemada viva por un grupo de vecinos de Chacras de Coria. Por suerte este ejemplar, quien luego fue bautizado como Romeo (ya que, se presume, había salido a buscar pareja para aparearse cuando fue salvajemente atacada), fue rescatado, rehabilitado y reinsertado en su hábitat.
Si bien es un animal sigiloso y solitario, la urbanización de su hábitat los ha llevado a convertirse en más dóciles al momento de interactuar con otros animales. Incluso, suele comer alimento para perros y gatos, o romper las bolsas de la basura en búsqueda de desechos urbanos para alimentarse. Por eso también se recomienda no dejar las bolsas de basura a la intemperie o descubiertas.
“No es un animal nuevo en el ecosistema de Mendoza, es común encontrarlas. Mucha gente, por miedo y desconocimiento, las ataca”, explicó Morales.
UN CONTROLADOR DE PLAGAS
La zarigüeya es un animal de hábitos nocturnos. Muchas veces, en la búsqueda de alimento, suele llevar a sus crías prendidas a su cuerpo y dentro de su “bolsa” (por ello es un marsupial). Y esta también es una escena que, desde la ignorancia, puede generar terror entre la gente. Porque es común toparse con toda la familia a cuestas.
Cuentan con las vibrisas (bigotitos), que son elementos sensoriales muy importantes para percibir las presas nocturnas y para la ambientación en la oscuridad.
“Son especies omnívoras, que consumen frutales y desperdicios; pero también pericotes, insectos. Son controladores de plaga y tienen un valor ecosistémico importante”, insistió la veterinaria.