El miércoles 5 de mayo por la mañana, cerca de las 10, Segundo Roberto Araya (62) -conocido por todos como “Pelado” en la zona de Ñacuñán (Santa Rosa), donde vive- circulaba en su camioneta por la ruta 153, a la altura del tramo comprendido entre Guadales y Villanueva (camino a Monte Comán, San Rafael). Iba acompañado por su hijo Sebastián Ciro Araya, quien conducía, y habían salido un rato antes para auxiliar a un camionero que se había quedado varado en el camino tras sufrir un desperfecto mecánico. Luego de cumplir con esta tan noble tarea, padre e hijo regresaban a su casa en la camioneta con otra misión más que importante en mente: recolectar ramas o trozos de madera que pudieran encontrar al costado de la ruta para alimentar el fuego y disfrutar de un más que merecido asado.
“La gente siempre dice que soy como una segunda revelación de la Madre Teresa de Calcuta, pero sé lo que es la ruta ya que fui chofer de colectivo durante 17 años (más otros 13 trabajando en el ferrocarril). Entonces cuando me avisaron que un hombre se había quedado con su camión y que se le había roto una manguera del compresor, salimos a ayudarlo y llevé una manguera de alta presión que tenía. Cuando regresábamos, atentos a la leña que pudiésemos cargar en el carrito; le digo a mi hijo en un momento: ‘Che, pará que ahí hay un águila’. Paramos el vehículo y la vimos, quieta, parada al costado de la ruta 153. Me llamó la atención porque, aunque era un animal salvaje, no intentó volar cuando nos acercamos. Nos dimos cuenta de que tenía algún problema, y -con cuidado- la subimos a la camioneta”, inicia su relato el Pelado Araya sobre lo que fue el comienzo de este inesperado operativo.
En ese momento ni él ni su hijo sabían que estaban dando el primer paso para el rescate de un ejemplar de águila coronada (buteogallus coronatus, según su nombre científico), una de las especies protegidas más importantes que habitan en Mendoza. Esta especie se encuentra en peligro de extinción en todo el mundo desde 2004; y en Argentina se calcula que existen entre 1.000 y 1.500 ejemplares. Su hábitat es el norte, centro y centro sur del país; mientras que en Mendoza se las encuentra en las reservas naturales Bosques Telteca (Lavalle) y Ñacuñán (Santa Rosa). Justamente en las inmediaciones de esta reserva fue encontrado este ejemplar.
Lo que vino luego de este fortuito hallazgo -y milagroso, si se tiene en cuenta que el ave rapaz estaba en muy malas condiciones y condenada a una muerte segura- fue una hermosa y destacable cadena, que incluyó el trabajo codo a codo de los dos lugareños y su familia, la dirección de Fauna de Recursos Naturales de Mendoza, un centro de rehabilitación con sede en San Carlos y hasta la interacción de especialistas del Ecoparque de Buenos Aires.
Y la historia todavía no llega a su fin, ya que el águila coronada (por su peso, se cree que es un macho y todavía no ha sido bautizado con algún nombre) se encuentra en plena recuperación en Buenos Aires; y será sometida a una inédita operación durante la jornada de hoy y donde se le reconstruirá la parte inferior del pico (mandíbula) que está fracturada.
Entre tantos aspectos curiosos del caso, uno de ellos tiene que ver con que aún no se logra determinar con exactitud si se trata de un ejemplar macho o hembra, ya que para ello resulta fundamental el peso del ejemplar. Y, al haber sido hallado casi desnutrido, no se puede aseverar con exactitud. Más allá de ello, los especialistas coinciden en que se trataría de un macho.
Manos a la obra
Araya es uno de los vecinos más famosos del pueblo de Ñacuñán (aunque la realidad es que tampoco son muchos, e -incluso- ese distrito es más conocido en Mendoza por la reserva natural). Luego de casi 33 años de servicio (entre el ferrocarril, como chofer de colectivo y otros trabajos), se retiró y ahora se dedica “a la vida de jubilado”, como él mismo dice mientras ríe. Junto a su familia tiene un restaurante camionero en la ruta y ese es el principal ingreso de la familia. Allí, el Pelado pasa gran parte del día, compartiendo anécdotas con camioneros que llegan de todo el país e -incluso- de otros países.
Por esto mismo es que, ni bien le avisaron del conductor de camión que había quedado varado en la ruta, el Pelado no lo pensó dos veces y salió a su auxilio. Y fue al regreso cuando protagonizaron el inédito hallazgo. “Cuando vimos que no intentaba volar ni oponía resistencia, nos dimos cuenta de que el animalito estaba mal. Para colmo nosotros no llevábamos guantes ni nada, así que mi hijo le agarró las alas con cuidado y la subimos a la camioneta, a la parte de atrás -que es cerrada-. Y ahí iba el águila, tranquila. ¡Parecía que toda su vida había viajado en una camioneta!. Porque iba muy mansita, subida a la caja de herramientas”, rememora Araya con entusiasmo.
Ni bien llegaron a su hogar, le dieron agua al ave -se la veía deshidratada, además de débil- e intentaron darle trocitos de hígado de pollo para que se alimente, pero -extrañamente- ni siquiera intentó comer. “Cuando vi eso, termine de confirmar que le pasaba algo; por lo que les avise a los guardaparques de Ñacuñán y fueron a buscarla”, agrega Araya, quien vive a la vera de la mencionada ruta 153.
Misión: rehabilitar al águila coronada
Luego de ponerse en contacto con los referentes de la reserva natural -y tras enviarle algunas fotos que le pidieron-, a Segundo Roberto Araya le contaron que el ave que había rescatado era un ejemplar de águila coronada; una de las especies protegidas características de la zona. “Para mí era un águila común, pero cuando le saqué la foto y se la mandé a la gente de Recursos Naturales, me contaron que era pichón, de aproximadamente un año y medio y que era un águila coronada, que estaba en peligro de extinción. ¡Casi me emociono y me pongo a llorar cuando escuché eso!”, sigue Araya; quien aclara que se compadeció del animal apenas lo vio en la ruta y lo rescató para evitar que lo pise algún camión; sin saber qué especie era.
“Cuando vinieron a buscarla de Recursos Naturales, traían una jaula. Yo le abrí la puerta de la camioneta y salió por su cuenta; realmente estaba mal y no oponía resistencia a nada”, insiste el integrante del primer eslabón de esta cadena de salvación. La reserva Ñacuñán se encuentra a unos 30 kilómetros del punto donde fue encontrada el ave.
Luego de dar intervención a los guardaparques de Recursos Naturales, en coordinación con la dirección de Fauna, el ejemplar fue trasladado para una primera atención al Ecoparque de Mendoza. Y de allí fue derivado al Centro de rescate y conservación de la fauna silvestre S.O.S. Acción Salvaje (San Carlos).
“Llegó muy débil, lo pesamos y estaba en 1,5 kilos. Eso ya nos daba una idea de que estaba flaco, ya que debería haber estado pesando al menos 2,5 kilos. Incluso, si se tratara de un pichón hembra, el peso común debería haber estado en cerca de 3 kilos”, detalló Eduardo Furlán, responsable de S.O.S Acción Salvaje, donde inició la recuperación.
En esos primeros estudios se advirtió, además, que tenía una marcada desviación en el pico; por lo que concluyeron en que era esa anomalía la que le dificultaba alimentarse con normalidad en estado silvestre. “En simultáneo, con la gente de Recursos Naturales nos pusimos en contacto con referentes del Ecoparque de Buenos Aires, de la Fundación Cabure í y del Centro de Conservación de Aves Rapaces (Cecara). Desde allí nos asistieron y nos explicaron como tratarla en esa primera etapa”, acota Furlán.
Luego de rehidratarla, se realizó una observación general del ave y le tomaron algunas placas radiográficas para comenzar con la rehabilitación, momento en que corroboraron la fractura en su mandíbula. “Estuvo una semana y media en el centro, hasta que se la logró estabilizar y se aumentó su peso (llegó a 2,04 kilos). Nuestra misión era justamente estabilizarla, lograr que se hidratara e ir probando con la comida para que mejorara el peso. Como no podía comer por sus medios, tuvimos que ‘emucharla’; es decir, cortar 100 gramos diarios de carne chiquitita y dárselos nosotros”, agregó el responsable del centro.
Una vez completada esta segunda etapa, llegó la tercera y definitiva. Y que, de no mediar inconvenientes, tendrá su desenlace durante la jornada de hoy.
Al quirófano
El viernes pasado, el águila coronada (que se presume que es un macho juvenil) fue trasladada al Ecoparque de Buenos Aires. Y allí permanece desde entonces, en observación y lista para ser intervenida quirúrgicamente en un procedimiento donde se intentará reconstruir su mandíbula en el transcurso de hoy, viernes.
“Cuando lo encontraron, estaba muy flaco ya que había perdido casi 70% del peso normal. Y es porque tenía ese problema en la mandíbula. Lo primero que le hicimos fueron los chequeos de rayos X para empezar a proyectar la cirugía ortopédica en la rama de la mandíbula rota. Y se descubrieron otras cosas, como, por ejemplo, un hongo en el pulmón (algo común en aves que han tenido problemas en las defensas). Pero también detectamos una reacción en la parte amarilla de la garra, donde articula con los dedos. Tiene una zona de inflamación, que puede ser también causa de una deshidratación muy prolongada y dura. Una de las consecuencias de estos animales carnívoros es que desarrollan gota visceral”, destacó Andrés Capdeville, director del Programa de Conservación y Rescate de Aves Rapaces del Ecoparque de Buenos Aires a Los Andes.
Desde que llegó al lugar, el ejemplar de águila coronada está en tratamiento intensivo y su hidratación fue reforzándose. Además de las patologías ya detalladas, también se evidenció que en su ojo izquierdo tiene el reflejo ocular disminuido, lo que disminuye su visión.
Respecto a la operación, Capdeville destacó que se trata de una intervención ya conocida y que se ha practicado en el lugar en otras aves; pero que nunca ha sido realizada en un águila coronada. “Consiste en un procedimiento para alinear la mandíbula y ponerle unos clavos junto a unos tutores en el pico. Esto se le saca después; pero el problema es que el pico crece continuamente. Y si la mandíbula no está alineada con la parte de arriba, se produce un sobrecrecimiento del pico, y se forma como una especie de tijera que le impide comer durante toda su vida. Es muy importante esta intervención”, sintetizó el especialista.
Además, destacó que la mayoría de las intervenciones a águilas coronadas en su dependencia tiene que ver con ejemplares a los que se les dispara y llegan con heridas en un ala o en una pata.