“Richard”, una vida dedicada a armar escobas y ahora a pasar la técnica a otras generaciones

Tenía 12 años cuando le enseñaron en su Guaymallén natal. Hoy cría a dos nietos y les enseña los secretos, aunque aclara que espera para ellos un mejor porvenir.

“Richard”, una vida dedicada a armar escobas y ahora a pasar la técnica a otras generaciones
Familia de escoberos. Ricardo Calla “Richard” suele confeccionar hasta 100 escobas en 12 horas.

Ricardo Calla, o “Richard”, tenía 12 años cuando aprendió a ganarse unos pesos: un vecino le enseñó la técnica para fabricar escobas y así empezó a desarrollar la actividad que lo iba a ocupar durante toda su vida y que incluso le permitió criar a sus cinco hijos y, ahora, a dos de sus 16 nietos.

Richard, que nació en una humilde familia de Guaymallén, suele pasar más de 10 horas a la intemperie en el patio de su casa del barrio Cantú Caroglio, en ese mismo departamento.

Allí tiene su vieja máquina a pedal que lo ayuda a confeccionar lampazos y escobas de todos los tamaños. La máquina que lo acompaña en las crudas heladas y en los tórridos veranos. La misma máquina que le permite reunir stock y salir a vender a la calle junto a su nieto Esteban, de 14 años, que de a poco aprende el oficio.

Se trata de una tarea muy mal paga y cuya materia prima resulta costosa, de manera que la ganancia suele ser escasa y más aún en estos tiempos de bolsillos flacos, según advierte.

“La guinea llega de Buenos Aires; el junco de Lavalle y los palos generalmente de Entre Ríos”, cuenta, para luego señalar que la tarea es artesanal y que seleccionar el material lleva muchísimo tiempo.

e define “escobero”, pero además también es vendedor ambulante, y confiesa que no sabe (y además no podría) hacer otra cosa en la vida y que si bien su trabajo nunca fue redituable, ni jamás le permitió estar holgado, a esta altura tiene su clientela fija y no la cambiaría por nada en el mundo.

De tanto verlo trabajar, Esteban empezó a imitarlo y hoy juntos forman un gran equipo. “Cuando no hay dinero enseguida se ofrece para salir con las escobas al hombro apenas sale de la escuela”, cuenta Mónica, esposa de Richard y abuela del niño.

Claro que aún le falta práctica, porque armar escobas de calidad, tal como lo aclara, no es tarea sencilla: cada una lleva al menos una docena de clavos que deben estar perfectamente firmes. El alambre, en tanto, se debe atar muy apretado para que no haya margen de que se desarme.

Familia de escoberos: Ricardo Calla suele confeccionar hasta 100 escobas en 12 horas. Esteban es uno de sus nietos quien le ayuda en la fabrica.
Familia de escoberos: Ricardo Calla suele confeccionar hasta 100 escobas en 12 horas. Esteban es uno de sus nietos quien le ayuda en la fabrica.

La familia Calla ofrece escobas a 200 pesos. “Escobas garantizadas”, advierte Mónica, que si bien durante un tiempo se encargaba de coserlas, más tarde tuvo que salir a trabajar fuera de su casa porque no alcanzaba.

“Claro que en el comercio se cobran más caras. Mi marido suele venderlas a ferreterías, que luego las ofrecen al público a otros valores”, señala.

Un incendio en su vivienda, diez años atrás, los dejó en la calle y nunca pudieron terminar de rearmarse.

“Depende el día, pero puedo llegar a fabricar hasta 100 escobas diarias de todos los tamaños y también lampazos. Parece mucho, y en realidad lo es, pero el material es muy caro y eso complica la ganancia”, detalla.

“Hay jornadas mejores que otras, pero en general las muchas horas que se vuelcan a esto y especialmente el sacrificio, no son redituables”, agrega.

Como si fuera poco, la pandemia terminó de hundir la actividad. Mónica debió salió a trabajar en casas de familia y si bien siguieron fabricando, las ventas se concretaban a cuentagotas. “Nuestro hijo tuvo que ayudarnos. Fue muy duro y sigue siendo, pero de a poco empezamos a levantarnos”, se esperanza Richard.

Las escobas pueden incluso encargarse a medida: las más pequeñas suelen ser para jugar o bien para limpiar superficies pequeñas.

Las tradicionales son las que más salida tienen y luego las denominadas “galponeras” o “bodegueras” son las más grandes se utilizan para espacios de dimensiones generosas.

Toda la familia pone manos a la obra y conoce a la perfección cada secreto. Incluso el menor, Joel, suele cortar los hilos.

“Empecé casi como un juego, porque cuando era niño apenas me daban una moneda por cada escoba. Nunca imaginé que sería mi oficio durante toda la vida”, sintetiza Richard, que tiene 57 años y que se esperanza en que sus nietos estudien y tengo un mejor porvenir.

Con lluvia, viento zonda, frío o calor agobiante, el pedal nunca descansa en la humilde vivienda de Malvinas Argentinas al 3.000, donde estos jóvenes abuelos educan a sus nietos con el mejor ejemplo, el del esfuerzo, la recompensa y la cultura del trabajo.

Ofrecen escobas de todos sus diseños y tamaños en el celular 261 6310338 (Mónica).

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