El temor a los robos en banda, que provocó esta semana el cierre de muchos comercios en el Gran Mendoza, es un producto directo de la situación económica actual, que ejerce como “caldo de cultivo” perfecto para estas reacciones, según dos sociólogos mendocinos que analizaron el fenómeno para Los Andes. Una reacción “lógica”, en palabras de los especialistas, que refleja el humor social, la influencia de la comunicación y la incertidumbre en medio de una campaña electoral.
Fue una semana de tensión la que acaba de terminar en Mendoza, y también en otras localidades argentinas. Los resultados de las PASO, con los virtuales vencedores y vencidos que dejó la contienda, más la devaluación establecida por el ministro de Economía, Sergio Massa, al día siguiente, parecen haber armado el escenario perfecto para lo que sucedió. Hablamos, puntualmente, de los robos en banda que se reportaron en algunos lugares el sábado 19 y en días posteriores. Fuera de las consecuencias legales, de los delitos cometidos y de los detenidos (que en nuestra provincia ya alcanzan los 72, por los distintos hechos), uno de los aspectos más llamativos fue lo que sucedió el martes pasado, con una respuesta espontánea y rápida al temor de que nuevos ataques sucedieran.
Este día, el primero hábil de la semana tras un feriado móvil, la difusión de audios en distintos canales (WhatsApp, Telegram) provocaron que cerca del mediodía numerosos comercios del centro mendocino y otros sectores bajaran sus persianas. Es que esos mensajes transmitían la amenaza de supuestos nuevos ataques organizados, como los recientes, cuando intentos de robos (que algunos catalogaron como “saqueos”) en Las Heras y Guaymallén provocaron incidentes y enfrentamientos con la Policía. El efecto fue inmediato y los audios provocaron lo que muchos consideraron una “psicosis colectiva”, ya que también hubo incertidumbre por la realización de otras actividades y hasta se vio una merma en la circulación de personas durante la tarde.
“No podría decir si técnicamente esto fue un caso de psicosis social, pero sí que ese comportamiento se alimenta del contexto sociopolítico, socioeconómico, cultural, y facilita que esta clase de respuestas proliferen”, consideró Roberto Stahringer, sociólogo, docente de la UNCuyo y director de Sociolítica-Consultora.
En la misma línea, Mercedes Molina (doctora en Ciencias Sociales, investigadora adjunta del Conicet y docente en Comunicación Social de la UNCuyo) dijo que “la psicosis habla de una ruptura con la realidad. Pero acá no veo que eso se dé. Veo un comportamiento que tiene su lógica. Ante la amenaza de que te roben, si un día te encontrás con una amenaza que podría ser cierta, es lógico no abrir el negocio para no exponerse a un robo”.
En este último sentido, Molina insistió en que “la pérdida del principio de realidad nos remitiría a una situación sin posibilidad de que suceda, pero que las personas creen posible. Si pensáramos por ejemplo en mensajes que hablan de una invasión extraterrestre y la gente reaccionara ante esa dirección, podríamos pensar que hay una pérdida del sentido de realidad. No es este el caso”.
Stahringer explicó que se dan muchos factores para explicar el temor que lleva a comerciantes a cerrar, a alumnos a no concurrir a las escuelas o a la gente a dejar de circular cuando se difunden mensajes de robos en banda, aunque sean falsos. Explicó que estamos “sobrestimulados y desbordados” por información que llega por diversas vías y eso “quita la posibilidad de reflexionar o dudar de la veracidad”. A la vez, dijo que si antes eran los medios los que difundían una novedad, hoy “todos somos expansores de la información y podemos ser dañinos sin quererlo”.
Pero, al mismo tiempo –dijo– la mala situación económica, los mensajes de políticos que crean una situación de falta de credibilidad por las instituciones y todo lo demás llevan a “un permanente estado de angustia, que en realidad no tiene que ver con otras cosas que el sentido de desprotección y desamparo. Ese es un caldo de cultivo ideal para un hongo que se expande para agarrarte y ya nadie puede decir que esas cosas terribles no pueden pasar”.
“Lo que hay que tener en cuenta es que estas medidas tienen consecuencias reales: por ejemplo, saben los comerciantes que, si cierran, no van a tener ventas ese día. Pero también es cierto que el comerciante teme roturas, acciones violentas, ser lastimado. Son muchos los daños que pueden producirse en un robo, así que está el temor lógico a la violencia”, acotó a su vez Molina.
Una cuestión clave, a la vez, para que el miedo se difunda es que ha habido ya casos reales y cualquier mensaje sobre el tema es tenido en cuenta. “El que recibe el mensaje tiene la sensación de que hay una certeza de que eso está sucediendo, y eso le da un velo de realidad a los mensajes. Lo que al principio parecían solamente amenazas de saqueos o robos, estas se han visto reflejadas en hechos reales que han sido difundidos por los medios”, subrayó la socióloga.
A su vez, Stahringer aportó un dato: “Con mi consultora hemos hecho una medición reciente del humor social, y los datos nos dicen que el 80% de los mendocinos está seguro de que el año que viene estará peor que este año”. Para el sociólogo esta percepción “no tiene nada que ver con el estrato económico de las personas: se trata de un pesimismo generalizado”. Y detalló: “Las preocupaciones son en el orden de lo material, la inflación, la inseguridad. Y desde lo psicosocial, hay un estado de alerta clarísimo”. Por eso, un panorama de robos generalizados, de inseguridad, de miedo, ya no es considerado “un escenario distópico” por los argentinos, en referencia al término de un futuro hipotético catastrófico, opuesto a lo “utópico”. “Lo que sería distópico, ya dejó de serlo y es real”, aseguró Stahringer.
Por último, Molina volvió a poner el acento en el aprovechamiento político de los hechos y los temores a los mismos en una época de campaña electoral. “Esto está teniendo un uso clarísimo en relación a campañas electorales, tanto en lo nacional como en lo provincial. Se nota el aprovechamiento de quienes son respectivamente oposición, ya que esto es una ocasión para cargarle el problema a las autoridades que gobiernan en cada caso. Así que necesariamente estos hechos deben ser contextualizados en época de elecciones”, aseveró.
No es correcto hablar de “saqueos”
Tanto Mercedes Molina como Roberto Stahringer aseguraron que los hechos que se han visto en los últimos días no encajarían en la categoría de saqueos.
“No hay que utilizar la categoría de saqueo, porque esta se ha dado en situaciones históricas muy puntuales y con personas que se están muriendo de hambre. Una situación muy distinta de esta, donde estamos en situación de pobreza creciente, pero también el Estado llega a través de distintos programas sociales a atender muchas de esas situaciones. A la vez, ministros de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires o de Mendoza, como Berni o Levrino, han comunicado que en estos casos las personas que están intentando llevar a cabo estos robos organizados y premeditados. Por lo tanto, los robos no son para comer, sino para robar y hacerse de la propiedad de otro”, enfatizó Molina.
“Nosotros, además, contamos con historia, con una memoria de saqueos. Así que sobre todo a la gente que le tocó vivir no la violencia de un saqueo, sino saber que la plata tenía el valor de un papel pintado, sabe que no se quiere volver. El que se quemó con leche ve una vaca y llora: Si se analiza punto por punto la situación social y política no es la misma que la de años como 1989 o 2001, ni por asomo”, concluyó Stahringer.