“Yo vivía en el bosque muy contento, Caminaba, caminaba sin cesar.
Las mañanas y las tardes eran mías, a la noche me tiraba a descansar…
Pero un día vino el hombre con sus jaulas, me encerró y me llevó a la ciudad.
En el circo me enseñaron las piruetas, y yo así perdí mi amada libertad”
El 18 de noviembre de 2019, los últimos diez osos pardos que quedaban en el Ecoparque de Mendoza abandonaban la provincia. Ninguno de ellos conocía la libertad, ni siquiera había vivido “en el bosque muy contento” (como canta Moris en su canción El Oso). Todos nacieron en cautiverio y llevaban -al menos- 20 años con este estilo de vida.
Algunos habían llegado del Zoo de Rosario -la hembra Sorpresa o el macho Athila-; mientras los ocho ejemplares restantes directamente habían nacido en el predio, cuando todavía llevaba por nombre Zoológico de Mendoza (hablamos de Mabel, Julieta, Esperanza, Libertad, Rosa, Fausto, Buko y Yogui).
Cada uno cargaba su triste historia de padecimiento y sus correspondientes trastornos a cuestas. Por ello fue que aquel 18 de noviembre en que partieron desde Mendoza y el 21 de noviembre (ambos de 2019) en que llegaron al Wild Animal Sanctuary (Santuario de Animales Salvajes) se convirtió en una fecha fundamental en sus vidas.
“Fue un traslado histórico a nivel internacional, no habían muchos antecedentes de tantos animales trasladados a un santuario en un único operativo. A ello se le sumó otra particularidad, y es que nunca ninguno de los 10 osos pardos había salido nunca de sus recintos; ni mucho menos entrado a una caja. Fue todo por medio de la destreza de los cuidadores del Ecoparque de Mendoza”, resume el Consejero del Ecoparque Mendoza por parte de la Fundación Franz Weber, Leandro Fruitos.
En aquella oportunidad, a diferencia de lo que se está llevando adelante por estos días con las elefantas Pocha y Guillermina –que están en vías de ser trasladadas al Santuario de Elefantes de Brasil-, no fue necesario una cuarentena o adaptación. Ni siquiera llegaron adiestradores internacionales, porque los diez osos cumplieron la cuarentena y adaptación cuando llegaron a su destino. De Ezeiza a Miami viajaron vía aérea, mientras que el tramo de Miami hasta Colorado (donde está el santuario) lo completaron en camión. Tres días transcurrieron desde que salieron hasta que llegaron a su nuevo hogar.
¡Libre soy!
“Ahora, piso yo el suelo de mi bosque;
otra vez el verde de la libertad.
Estoy viejo, pero las tardes son mías.
Vuelvo al bosque,
estoy contento de verdad…”
A casi un año y medio del histórico traslado de la decena de osos, sus días en el Santuario y en el Refugio (perteneciente a la fundación) transcurren en un contexto de libertad, o lo más cerca que estuvieron o estarán de ella. “Las osas que llegaron desde Mendoza están viviendo en un amplio hábitat de 20 acres (NdA: acre es una unidad de medida, y cada uno de ellos equivale a cerca de 0,5 hectárea, por lo que 20 acres son unas 10 hectáreas) en nuestro Santuario de Keenesburg (en las afueras de Denver, en Colorado). Mientras que los osos machos están todos ubicados en un hábitat de 103 acres (poco más de 50 hectáreas) en nuestro Refugio de Animales Salvajes en Springfield, también en Colorado”, detalló a Los Andes el director ejecutivo de Wild Animal Sanctuary (WAS), Pat Craig.
Tal como explica el responsable del santuario, las 6 osas se encuentran en un predio; mientras que los 4 osos permanecen en otro diferente desde el primer día en que volvieron a pisar “el verde de la libertad” (para no abandonar las citas a Moris). Ambos territorios son parte de las instalaciones del Santuario donde; además de osos, también hay leones, tigres, leopardos, lobos, zorros y otros grandes carnívoros (cada especie en su hábitat correspondiente y hay más de 500 ejemplares).
Según se especifica en la web del santuario, The Wild Animal Sanctuary “es el santuario sin fines de lucro más antiguo y más grande del mundo dedicado exclusivamente a rescatar a grandes carnívoros exóticos y en peligro de extinción, proporcionándoles una vida maravillosa y educando sobre la trágica situación que enfrentan unos 30.000 animales en América hoy”.
El Santuario en Keenesburg (donde están las hembras que estaban en Mendoza) está situado sobre 320 hectáreas que se encuentran a 50 kilómetros al norte de Denver y 80 kilómetros al este de Boulder. Se trata de un amplio espacio y con una inmensa superficie disponible para albergar a los animales, sin dejar de mantener grandes reservas de pastizales. “El Refugio de Keenesburg es una gran parcela de tierra contiguo sin carreteras que dividan la tierra y sin desarrollo comercial o residencial en más de 30 millas. Los animales rescatados ahora pueden vivir vidas enriquecidas, deambulando libremente dentro de grandes hábitats de 100 acres (unas 50 hectáreas) que están llenos de comodidades totalmente naturales”, resaltaron desde WAS.
La historia de los osos mendocinos
Mabel es la osa más anciana de las que vivía en Mendoza. Nació en cautiverio en este lugar, cuando todavía era conocido como Zoológico de Mendoza y funcionaba como tal. Hasta el último instante en que vivió en el lugar, permaneció en soledad y en un reducido recinto.
Sorpresa es la segunda de las osas que vivía en Mendoza. Llegó a la provincia siendo apenas una cachorra en 2001 junto a su mamá, Mirtha (quien falleció meses antes a que se concrete el traslado), provenientes del ex Zoo de Rosario.
Julieta es otra de las osas nacida en cautiverio; hija de la ya mencionada Sorpresa y de Fausto (uno de los machos que fue trasladado en noviembre del 2019 a Colorado). Hasta 2016 también vivió en soledad, aunque a partir de ese año –y hasta que fue trasladada al WAS- convivió en el mismo recinto con dos de sus hermanas, Esperanza y Libertad. Estas dos osas, en tanto, también viajaron al santuario de Keenesburg y convivieron en el predio mendocino y en un mismo recinto hasta 2013. Las limitaciones de infraestructura del lugar derivaron en que debieran ser separadas hasta 2016, cuando volvieron a reencontrarse entre sí, y también con Julieta.
Rosa es la cuarta de las hermanas –hija también de Sorpresa y Fausto-. A diferencia de sus hermanas, nunca pudo reencontrarse con ellas mientras estuvieron en el Ecoparque Mendocino. Y abandonó Mendoza habiendo vivida aislada durante gran parte de su vida.
El oso Fausto es el padre de Julieta, Esperanza, Libertad y Rosa (la madre es Sorpresa). Nació en cautiverio en el Zoo mendocino y, durante años, convivió en el mismo recinto que su hijo Buko. Sin embargo, nunca coincidían en las salidas al aire libre (aunque dentro del propio recinto) entre sí; ya que también allí estaba Sorpresa. Y, en la época de celo, ambos machos se tornaban conflictivos y predominaba el más joven (Buko) por sobre el adulto (Fausto). Así transcurrieron sus días hasta el último instante de su vida en Mendoza.
El tercero de los osos machos trasladados al santuario WAS (y noveno de los ejemplares, según cómo se los está enumerando) es Athila. También llegó del ex zoológico rosarino –entre 1998 y 1999 y vivió en cautiverio dentro del recinto 29 junto a otros ejemplares de su especie. Sin embargo, y luego de un peligroso intento de escape, Athila fue confinado a otro recinto en el 2000. Hasta que abandonó el Ecoparque mendocino, este oso era uno de los animales que más había padecido el encierro; puesto que desde hace 19 años su recinto era análogo a una fosa, no tenía perspectiva de horizonte y esto le imposibilitaba percibir las estimulaciones del entorno. De esta manera, los visitantes del ex Zoo que visitaban el paseo no podían percibir la presencia de Athila.
El décimo oso –y cuarto de los machos- es Yogui. Nació en cautiverio en el ex Zoológico de Mendoza, y es hijo de Fausto. Vivió solo durante varios años, y las secuelas del encierro se evidenciaban en su comportamiento.