Una verdadera y multitudinaria fiesta, itinerante y sobre dos ruedas. Con música y motores acelerando (muchos y muchas consideran también al rugir de esos motores, justamente, “música para sus oídos”); con ‘willys’ -entre otras destrezas-, vitoreos y gritos; con marcas de frenadas y aceleradas en el asfalto; con algunos cruces tensos -sobre todo cuando advierten presencia policial-. Y, por sobre todas las cosas, con mucha adrenalina y rebeldía.
Así viven, cada jueves y domingo por la noche, cientos de motociclistas que salen a rodar por las calles y a exhibir su pasión en el Gran Mendoza. Pueden comenzar en Las Heras (suelen hacerlo en El Challao, por ejemplo), pasear por algunas de las calles del Parque San Martín, continuar hacia el este y hacia el sur por los accesos y hacer escalas en distintos espacios puntuales (como el ya mencionado Parque San Martín, o el Metropolitano en Maipú).
“Los jueves y domingos tenemos que cerrar el Parque Metropolitano más temprano para que no se metan a hacer willys o a andar a toda velocidad allá adentro”, describe uno de los encargados de montar y participar de los operativos de seguridad.
La Policía de Mendoza, en conjunto con las dependencias de Tránsito, Defensa Civil y/o Preventores de los distintos municipios del Gran Mendoza suelen coordinar operativos conjuntos cuando esto ocurre. E, incluso, agregan que con la llegada de la primavera y del verano, con el ascenso en la temperatura, también se incrementan estas caravanas, estos convoyes moteros.
“El tema no es que se reúnan. El tema es que son 150 motos -y tal vez más- que van en una horda, todas juntas, ocupando toda la calle, sin respetar semáforos, levantando las motos, metiéndose entre otros autos, haciendo lo que quieren. Y cuando ven un patrullero, se dispersan todos. ¡Y no les importa si tienen que meterse en contramano o andar por la vereda para escaparse!”, describe este mismo responsable de coordinar e intervenir en los operativos.
Cada jueves y domingo por la noche, en el barrio Provincias Unidas (Maipú), hay picadas clandestinas. En los 600 metros de calle Ruta 7 comprendidos entre los cruces con Boedo y con Jerónimo Ruíz, las motos compiten entre sí. No solo por plata, sino también por esa irrefrenable necesidad de liberar adrenalina y de lucirse -en cierto modo y por decirlo de alguna manera- con las destrezas al volante.
“Ahora se les ha dado a los diarios decir que es por plata. Nosotros no hacemos esto por plata, lo hacemos porque lo disfrutamos”, resume, escuetamente, uno de los habitués de estos encuentros. Lo hace con ironía, luego de que entre ayer y hoy las noticias de las picadas clandestinas y callejeras en Maipú ganaran espacio en los medios.
Es ese mismo tramo de la calle Ruta 7 donde la Municipalidad de Maipú instala lomos reductores de velocidad para intentar evitar que se convierta en pistas de picadas. Allí mismo, en simultáneo y aprovechando que el material está fresco aún. quienes viven en el lugar se organizan para desarmarlos.
“Es difícil de creer, pero decidimos que lo más conveniente era romper el asfalto de una calle que estaba impecable para que no hagan picadas en el lugar”, destacan, extraoficialmente, desde la Municipalidad de Maipú.
“¡Y así y todo se las ingenian para echar tierra, nivelar la calle y que quede en condiciones para las picadas igual!”, completan con dejos de incredulidad.
BIENVENIDOS A LA JUNGLA
Las picadas en calle Ruta 7 del barrio Provincias Unidas pueden llegar a juntar hasta a 1.000 personas (y más también) por noche. Los propios vecinos de la zona han encontrado en este circuito un atractivo y hasta una forma de ganarse la vida, puesto que venden comida y bebidas alcohólicas antes, durante y después del show callejero.
Por esto mismo es que no sorprende, entonces, que sean quienes viven en el lugar quienes desarman los lomos reductores de velocidad o intentan emparejar las calles que -increíble e intencionalmente- la municipalidad rompe con una retroexcavadora para que no sea un lugar propenso para las picadas clandestinas.
“Hemos llegado a hablar hasta de cortar el alumbrado público. Pero no podemos hacer eso, porque en el lugar viven vecinos que no tienen nada que ver también.”, agregan desde los pasillos de la comuna.
Las más de 1.000 personas que llegan hasta ese punto y las -al menos- 150 o 200 motos que se congregan no son todas de la zona. Porque en el lugar confluyen moteros de todo el Gran Mendoza, y son ellos mismos los que llegan en caravana.
Cerrar el Metropolitano a las 21 los jueves y domingos para evitar que ingresen esos días no es la única estrategia. Muchas veces, incluso, policías y efectivos municipales se organizan entre ellos para montar operativos simultáneos en distintos puntos y momentos, intentando así amortiguar las consecuencias. Son operativos más paliativos que restrictivos, hay que decirlo.
Al encontrar menos espacios para pulular e instalarse a rodar y a rodar, el convoy es más directo y la llegada a destino -el mencionado barrio Provincias Unidas- para comenzar con las carreras sin tantas escalas.
Pero ello no impide, por ejemplo, que ensayen alguna que otra maniobra temeraria en el Acceso Sur, en calle Paso o en la mismísima calle Maza. “Andan en una sola rueda y a toda velocidad, sin ningún reparo”, describen quienes suelen participar de los operativos.
¡CUIDADO, POLICÍA!
Si el Metropolitano está cerrado, otra de las escalas obligadas del itinerario en “caravana motera” es el Parque Canota, también en Maipú. Por eso mismo es, entonces, que las autoridades de Tránsito del departamento y los efectivos policiales se comunican entre sí para mantenerse en guardia en este predio también.
Y cuando los motociclistas advierten la presencia de algunos patrulleros esperando en el Canota también, cambian de planes sobre la marcha -literalmente- y desisten de ingresar al lugar para divertirse con alguna de sus exhibiciones. En definitiva, será una escala menos en su ruta hacia las picadas, a las que suelen llegar entre las 21:30 y las 22.
“Muchas veces, aunque no frenen en el Canota porque está la policía, vemos que pasan adelante de ellos haciendo willys, como provocando”, se sinceran los participantes de estos operativos.
“Y cuando llega la policía a dónde están, pasan por al lado y empiezan a pegarle al móvil con los cascos. La semana pasada rompieron las lunetas y los vidrios de 3 móviles, son más de 100 motos que pasan al lado del patrullero”, resumen.
Hace 15 días, con intenciones de desarticular las picadas en calle Ruta 7, la Policía destinó desde las 19 un móvil en el lugar. Pero a los pocos minutos quienes viven en la zona ya habían arremetido contra el vehículo a piedrazos, por lo que no quedó otra alternativa que abandonar el lugar.
Solamente en Maipú, en los últimos dos meses se secuestraron más de 50 motos de dueños que participaron de estas nutridas caravanas o de las picadas clandestinas. A la mañana siguiente, esos mismos jóvenes y sus madres llegan a la playa municipal con la documentación correspondiente para retirarlas.
A no ser que el escape esté modificado y supere los decibeles reglamentarios -lo que cuadraría como ruidos molestos y es causante de la retención-, las autoridades no tienen ninguna facultad para retener el rodado. Y por eso mismo es que, como las secuestraron, son devueltas a sus dueños legítimos, previo pago de la multa correspondiente.
“El pico de casos fue a fines del año pasado, pero hace unas semanas empezó a repuntar. Cuando empieza el calorcito, empiezan las caravanas y picadas también”, detallan quienes las tienen que seguir e intentar controlar desde adentro.
“A fines del año pasado existía un grupo de WhatsApp con más de 1.500 personas, y ahí habíamos logrado meter a un par de infiltrados que avisaban cuando venían y a qué lugar, por lo que podíamos esperarlos con operativos. Pero, cuando se dieron cuenta, dejaron de hacerlo ahí y mutaron a Instagram, donde solamente suben fotos y videos de las juntadas”, concluyen.