Comenzar un emprendimiento de esta naturaleza en plena época de crisis es algo que hay que admirar. Y más en una crisis tan aguda que en vez de crisis debería ser crisís. Pero, bueno, no hay mal que dure cien años ni mutual que te lo banque. Todo tiempo pasado fue anterior.
Sabido es que el diario de mayor tiraje es el diario trajín, y después viene Los Andes. Los Andes es el diario decano de nuestra provincia. Ser decano no quiere decir que tenga las facultades alteradas, sino que es el que más experiencia acumula y por ende también más optimismo, ya que es sabido que un pesimista es un optimista con experiencia.
El diario Los Andes es el único diario del país cuyo nombre dio lugar a una cordillera. No hay cordillera de La Gaceta, ni cordillera de La Voz del interior, por ejemplo. En todo caso hay “cordillera con eco”, pero eso sería más bien “la voz del exterior”.
Una revista es la que nos acompaña para acudir a la actualidad, nos acompaña para acudir a la cultura, y fundamentalmente, nos acompaña para acudir al baño. A mí lo que más me gusta de las revistas es el “teatro de revistas”, que es un género periodístico... o, mejor dicho, es una falta de género.
Tal vez, a través de esta revista, los mendocinos nos podamos descubrir en nuestra totalidad. Por ejemplo, descubramos que no al ñudo el viento zonda se da en esta zona, porque los mendocinos somos como el viento zonda: andamos a las corridas, secos y calientes. O descubramos que, para un mendocino, un reloj es un aparato que sirve para llegar media hora tarde. Y también nos contestemos algunas preguntas que aún permanecen invictas: ¿cuántos caballos desfilan en el carrusel? ¿Quién tiene la llave de los portones del Parque? ¿Por qué Papagayos no está más cerca de Desaguadero? ¿Por qué la avenida España es una avenida? ¿Por qué aquí todo es “chiquitito”: Vallecitos, Chilecito, Pareditas, Corralitos, Potrerillos, Plumerillo. ¿Por qué? O, mejor dicho, ¿”por quecito? Tal vez nos sirva, además, para contestar: ¿Por qué si hay tantas calles que se llaman “Calle”, no hay una plaza que se llame “Plaza”? O: ¿Qué sería de obras sanitarias sin nuestros esfuerzos? O: si los impuestos vuelven al pueblo, ¿por qué cuernos los pagamos? O, también: ¿es cierto que Ray Bradbury se inspiró en el Libro verde (de Bordón)? ¿Por qué al supositorio ya, de entrada, le va para el poto? Y tantos otros misterios que encierra nuestra provincia. Y, hablando de poto, deberá la revista cuidarse de usar muchos regionalismos, porque puede no ser entendida en otros lugares del país. Difícil será que alguien entienda si la revista transcribe esta poesía, por ejemplo:
“Si por causa e’ chapecas
en las chinganas se alzó un camote
ha de llevar cuñado
poto arrastrado de pericote.
Juegue, luche y payana,
y, si las ganas se han topetado
a peteco el culillo
dele un coscacho si se ha enculado”.
Pero, bueno, la historia de esta revista es una historia que comienza con el mismo Gutemberg, ya que antes de Gutemberg la sopa de letras se hacía manuscrita.
Rumbos es el nombre de la nueva publicación. “Rumbo” es “dirección”, “camino”, “derrotero”... aunque, en este caso, esperemos que no nos derroten tan fácilmente.
“Tenés que seguir el buen rumbo, nene”, le dice uno a su hijo, cuando a uno se le da por decirle tonterías a su hijo. “Es difícil seguirle el rumbo”, solemos decir cuando alguien es más escurridizo que anguila con protector solar. “Estamos en el rumbo correcto”, dijo Colón, siguiendo un mapa de los Vikingos. “No nos apartaremos de nuestro rumbo”, dijo Kirchner, y Scioli ni lo aplaudió.
Rumbo al futuro estamos todos, y también esta revista, que seguramente dentro de muy poco tiempo será familiar en cada casa de cada mendocino, tal vez para que entre todos, unidos todos, todos sumados, no perdamos el rumbo.
Comienza su vida una revista nueva..., perdón, una revista flamante: Rumbos. Y los que quieran consultar los números viejos no hace falta que vayan al archivo de la revista, pueden ir al consultorio de cualquier médico de la ciudad.