Sentado en un sillón de cuero marrón, en la foto de perfil de WhatsApp, Santiago Molina se anuda los cordones de su zapato izquierdo. Es una instantánea que le recuerda un momento especial de su vida, ya que el año pasado contrajo matrimonio dos veces. “Me casé en julio en Madrid y en diciembre aquí, en Mendoza”, cuenta.
El economista, formado en la Universidad Nacional de Cuyo, tomó en 2017 una decisión que marcó un cambio en su destino. Dejó su trabajo como analista en una reconocida bodega y, con una beca de la Fundación Carolina, viajó a Madrid para cursar un máster en Finanzas en la Universidad CUNEF.
El cupo, destinado a estudiantes latinoamericanos, era parte de un programa respaldado por el gobierno español. “Me volqué a la experiencia digital porque ya tenía experiencia como analista financiero para el mundo corporativo en Mendoza. Había trabajado para bodegas y surgió la oportunidad de aplicar para Madrid”, señaló Molina en una entrevista publicada por Los Andes en 2020.
La maestría, que le permitió introducirse en el mundo financiero y tecnológico de las empresas emergentes del sector FinTech, fue el resultado de una conexión previa con España. Esta se había gestado un par de años antes durante un intercambio académico que lo llevó a Mallorca.
Ese semestre en la Universidad de las Islas Baleares le permitió explorar nuevas perspectivas. Además, la influencia de su padre, Raúl, quien tenía un fuerte vínculo cultural con la península ibérica, fortaleció aún más su decisión de continuar su desarrollo en suelo europeo.
El desafío de la distancia
La vida en Madrid le ofreció oportunidades profesionales, pero también lo enfrentó a la distancia de sus afectos. “Lo que pesa son los momentos familiares en los que no podés estar presente, como casamientos o cuando alguien cercano te necesita. Es lo que más extraño”, reflexionó Molina.
Ir al estadio Santiago Bernabéu para ver las semifinales de la Champions League o recorrer una ciudad que se ha convertido, en poco tiempo, en uno de los destinos turísticos favoritos de Europa, no elimina ciertos días en los que atraviesa un aire nostálgico. Ese aire tiene sabor a tortitas raspadas en su casa de Godoy Cruz.
“Extraño las costumbres más que todo, el compartir con los afectos cercanos: comer asado, ver los partidos de la selección argentina, seguir deportes cuando juega un argentino... o no sé”, cuenta. Aunque recorre la ciudad para descubrir lugares que le recuerden a su infancia, confiesa: “Me gusta tomar helado, aquí hay una heladería que es argentina”.
“Vivo en un ático”, relata Santiago. “Tengo una parrilla, una terraza grande e invito a mis amigos españoles los fines de semana a comer un asado. En Madrid se consigue todo”, sostiene. Aunque organiza reuniones con sus amigos, admite: “Lo que más extraño es la familia”.
A pesar de estos desafíos, la tecnología le ha permitido mantener un contacto fluido con su familia. Durante su tiempo en Madrid, también ha trabajado de manera remota como docente para la Universidad Católica de Buenos Aires y para el Máster en Dirección de Empresas (MBA) en diversas escuelas de negocios.
Entre dos tierras
Molina no descarta un futuro en el que pueda dividir su vida entre ambos países. Considera que trabajar de forma remota y equilibrar sus compromisos personales y laborales sería viable. “En pandemia fui convocado por el gobierno de Mendoza como asesor sobre billeteras virtuales”, dice.
En lo profesional, Molina trabaja como dueño de producto en Alter5, una startup enfocada en la transición energética. Su rol implica conectar a promotores de proyectos de energía renovable con inversores interesados en financiarlos. “Mi tarea principal es entender las necesidades de todos los interlocutores, desde los promotores hasta los inversores, y desarrollar productos financieros y tecnológicos que las satisfagan”, explicó.
La dinámica de trabajo en una startup le permite participar en múltiples áreas de la empresa. “Cada día es diferente. Aunque tengas un rol principal, siempre terminas involucrándote en distintos aspectos de la empresa. Eso me gusta”, comentó Molina.
Alter5 se centra en la innovación tecnológica y financiera para facilitar proyectos de energía sostenible. Molina colabora en el desarrollo de herramientas que optimizan la viabilidad y eficiencia de estas iniciativas. Este enfoque refleja su formación multidisciplinaria, que combina experiencia financiera y tecnológica con un entendimiento de las necesidades del sector energético.
Antes, como consultor en Finnovating, había contribuido a la creación del mapa FinTech de Europa y de Argentina, Chile y Perú, identificando verticales y el tipo de compañías que daban forma al ecosistema TEC.
Creando puentes
En lo personal, Molina consolidó su vida en Madrid al casarse con Silvia Martínez Solinis, una madrileña, en 2024. La ceremonia por iglesia fue íntima, “familiar”, y tuvo lugar en julio. En diciembre, según cuenta, realizaron una boda en Mendoza, en Potrerillos. “Nos conocimos hace siete años en Madrid, en un bar al que iba con mis amigos”, recordó Molina.
La experiencia de vivir y trabajar en otro país ha sido enriquecedora. “Siempre recomiendo irse a otro lugar, aunque sea por un tiempo. Te abre la cabeza y te permite valorar muchas cosas de tu lugar de origen, pero también te enseña a ver el mundo desde otra perspectiva”, afirmó.
Esta filosofía lo ha acompañado desde su primer intercambio universitario y sigue guiando sus decisiones. Aunque no tiene planes inmediatos de regresar a Argentina, no descarta la posibilidad de seguir conectado de forma remota.
Hoy, Molina continúa construyendo puentes entre ambas culturas: en su trabajo en Alter5, donde busca soluciones innovadoras; y en casa, dándole vida a una familia. La distancia con Mendoza sigue siendo un desafío, pero la tecnología y visitas ocasionales le permiten mantenerse cerca. Mientras tanto, su terraza en Madrid se convierte en espacio de reunión, en un asado, en un pequeño punto de encuentro con su patria.