Cuando el año pasado un ventarrón destruyó el merendero Madres Unidas, en Alto Salvador (San Martín), los sueños de un grupo de mamás decididas a volcar la ayuda que aquel sector necesitaba, se derrumbaron en un abrir y cerrar de ojos.
Era precario, claro. Apenas unas cañas y un nylon. Pero lo suficiente para que niños, adultos y mujeres embarazadas se acercaran a recibir, tal vez, la única ración diaria de alimento.
Corría diciembre de 2019 y, lejos de desalentarse, el grupo de voluntarias redobló la apuesta y continuó cocinando a la intemperie. “Era verano y, por lo tanto, más llevadero”, recuerda Natalia Arce, una de las promotoras de esta obra solidaria que hoy brinda viandas a 150 personas. “Porque acá nadie cobra un centavo, todo se hace de corazón”, dice.
Pero llegó la pandemia y luego el clima riguroso. El merendero no pudo reconstruirse pero eso sí: la pobreza se agudizaba y los chicos seguían sumándose tres veces por semana.
“Nos ubicamos en un rincón donde daba el sol, a la vera de una acequia. Luego, en el patio de alguna de nosotras. Pero sin jamás suspender la tarea, más allá de las heladas y del difícil momento que representó la cuarentena”, relata Natalia.
Sin embargo, hoy este grupo formado por siete mujeres que trabajan a pulmón se decidieron a pedir ayuda para que el merendero se convierta en un lugar digno. Ellas son conscientes de que las necesidades no cesan y que continuarán trabajando.
Mano de obra, chapas, materiales para la construcción, pisos, aberturas. “Necesitamos volver a levantar nuestro lugar y esta vez más sólido para que no vuelva a sucedernos lo mismo”, apunta Natalia. También necesitan alimentos no perecederos, ropa y calzado.
“Hasta el momento funcionamos gracias a particulares solidarios, gente que nos dio una mano en los momentos más difíciles. Pero seguimos necesitando; la pobreza no se agota”, agrega la voluntaria.
Iniciativa
La idea de instalar un punto de ayuda surgió de un grupo de vecinas, en julio de 2019. “Este lugar fue un asentamiento donde más tarde el Gobierno construyó módulos, por lo que se ve un poco mejor. Pensamos en los chicos que una vez que comían en la escuela ya no tenían dónde alimentarse”, rememora Natalia.
Luego llegó el Covid-19 y se cambió el sistema: preparaban viandas que se retiraban y hasta hoy siguen así. Chicos y familias enteras acuden en forma masiva.
“Hicimos rifas y un roperito. Con eso y donaciones, nos solventamos. Tratamos de que la comida sea sabrosa, nutritiva, balanceada. Incorporamos carne y verdura y se sabe que eso es costoso. No se cocina solo con polenta y arroz”, aclara Natalia.
“Nos motivó el deseo de ayudar en primer lugar. Luego nos dimos cuenta de que para nosotras es una terapia: pasamos un momento agradable, conversamos de nuestros temas y nos sentimos útiles”, resume.
Las heroínas y protagonistas de esta historia de amor y solidaridad son, además de Natalia Arce, Keyla, Edith y María Luisa Arce (familiares); Janet Correa, Johana Cubillo y Estela Cruceño.
Ellas necesitan un espacio adecuado para cocinar, acopiar los alimentos y también para continuar con un emprendimiento de artesanías que iniciaron hace poco con el fin de recaudar dinero para comestibles y generarse un ingreso propio.
Las 150 personas que acuden tres veces por semana necesitarán, además, un lugar más confortable que los cobije cuando la cuarentena llegue a su fin.
Cómo y dónde ayudar
El merendero Madres Unidas, situado en calle Barrera s/n en Alto Salvador, necesita ayuda de todo tipo. Quienes deseen colaborar pueden contactarse al (0263) 154531732, de Natalia Arce.