Los eventos recientes han puesto de relieve cómo los peligros naturales combinados y en cascada, ya sean de naturaleza puntual o crónica, pueden verse amplificados por otros eventos, como epidemias en la salud pública, interrupciones en las cadenas de suministros y hasta ataques cibernéticos. Sin embargo, los terremotos siguen encabezando los eventos con mayor cantidad de muertos debido a su impronta de su impredecibilidad.
La historia de los terremotos ha mostrado su efecto devastador combinado con los incendios posteriores generados por el mismo sismo desde el terremoto de Lisboa, Portugal en 1755. Los terremotos de San Francisco, Estados Unidos y Valparaíso, Chile en 1906 dieron nacimiento a las regulaciones constructivas en zonas urbanas. En el terremoto de San Francisco (1906) las pérdidas por incendio fueron diez veces el valor del daño causado por el terremoto; en el terremoto de Kanto, Tokio (1923), el 77% de los edificios se perdieron por efecto del fuego ocasionando más de 140.000 muertos. Sin embargo, a medida que el servicio de bomberos se profesionalizó en el siglo XX, con mejoras en equipos, comunicaciones, capacitación y organización, las grandes conflagraciones urbanas tendieron a convertirse en eventos del pasado.
Pero aún, así el crecimiento urbano ha impactado en los terremotos de Estados Unidos, de Loma Prieta (1989) donde el 40% de los incendios se originaron en las instalaciones eléctricas o de Northridge (1994) donde entre el 20 al 50% de las pérdidas se debieron a los efectos de incendios generados por el uso del gas natural. El terremoto de Kobe, Japón (1995) tuvo más de 200 incendios, demostrando que el terremoto afectó entre el 10 al 40% de los sistemas de protección ante el fuego y que las dificultades de los accesos de las autobombas en ciudades con calles estrechas impidieron la lucha contra el fuego.
El caso más reciente de riesgo múltiple corresponde al terremoto de Tohoku, Japón (2011); en este caso de la central atómica de Fukushima, donde se produjo un accidente nuclear de grave alcance, generado por el terremoto más tsunami e incendio.
A nivel nacional, hay antecedentes de los incendios posteriores al terremoto de Mendoza de 1861 y de San Juan de 1944.
Sin embargo, el análisis de las construcciones ante cargas de terremoto o carga de fuego se ha realizado en forma independiente desde principios del siglo XX. Recién en el año 2000 se han combinado los reglamentos sismorresistentes y de manejo del fuego en Estados Unidos. En el país el incendio del local bailable República Cromagnon el 30/12/2004 con más de 200 muertos ayudó a mejorar requerimientos sobre sistemas de extinción (serie Normas IRAM 3500) pero queda un vacío importante en la legislación sobre el tema suplido a veces por normativas municipales y el voluntarismo de la lucha contra el fuego.
Cuando se trata de construcciones patrimoniales, el edificio no se puede modificar sin disminuir su valor. Además, el edificio puede albergar objetos intrínsecamente valiosos (por ejemplo, murales, pinturas, objetos de arte, objetos religiosos, etc.). Muchos de estos objetos y su uso pueden representar un peligro en sí mismos (por ejemplo, fluidos de conservación en un museo de historia natural, telas en un museo textil, velas en una iglesia, etc.). Estas características los convierten en un desafío porque se vuelve inaceptable modificar el edificio para incluir características modernas de protección contra incendios (como colocar detectores de humo, rociadores, escaleras resistentes al fuego, etc.) y muchas veces es difícil manejar los peligros de acuerdo con los códigos actuales. Por lo tanto, el diseño a prueba de incendios de un edificio histórico representa un reto tratando de conseguir un nivel de seguridad adecuado. En esta situación, el objetivo principal de la estrategia de seguridad contra incendios es la seguridad de la vida de los ocupantes, permitiendo que las personas evacúen de manera segura, pero también deben incluir la protección adecuada del patrimonio.
En el país todavía no hay un reglamento específico respecto a la carga de fuego, sin embargo, para estructuras de hormigón armado el Reglamento CIRSOC 201 establece las dimensiones y los recubrimientos mínimos para proteger a las estructuras de la acción del fuego, variando el nivel de protección entre 1 y 4 h de acuerdo al espesor de la protección. Es necesario actualizar la normativa existente a la luz de estas problemáticas para distintos materiales y sistemas constructivos.
El talón de Aquiles de un incendio después de un terremoto se debe a los efectos concatenados después del terremoto, que al mismo tiempo provoca numerosas igniciones, degrada las características de resistencia al fuego de los edificios, reduce la presión en las tuberías principales de suministro de agua, satura las rutas de comunicación y transporte y, por lo tanto, permite que algunos incendios se conviertan rápidamente en conflagraciones que superan los recursos locales. La clave para la protección contra incendios actual es una respuesta rápida bien entrenada por parte de bomberos profesionales en las primeras etapas de incendios estructurales, llegando a tiempo para extinguir los incendios mientras aún es relativamente factible. La mayoría de los departamentos de bomberos no están dimensionados ni equipados para hacer frente a los incendios que siguen a un gran terremoto. Un gran terremoto y sus incendios asociados tienen una baja probabilidad de ocurrencia, pero tiene un altísimo potencial de consecuencias donde puede ser factible que la preparación y la prevención no sean adecuadas y suficientes.
*La autora es doctora ingeniera. Especialista en estructuras sismorresistentes UTN
Producción y edición: Miguel Títiro - mtitiro@losandes.com.ar