David English (48) es mendocino. O al menos es lo que responde -orgulloso y sin titubear- cuando se lo preguntan. Aunque nació en Nashville, Tenneesse (Estados Unidos), vivió en el país del Norte durante casi 30 años y aunque la traducción literal de su apellido sea exactamente “Inglés”; en 2002 llegó a Mendoza y de aquí no se quiso ir más. El motivo de su arribo en Mendoza fue el trágico atentado del 11 de septiembre de 2001 en el World Trade Center (Nueva York), del que David -se pronuncia “Deivid”- sobrevivió.
“Esa mañana yo estaba en la calle, en la zona del World Trade Center. Estaba yendo a firmar un contrato que iba a cambiar mi vida, ‘el sueño americano’ como le dicen. Y en cuestión de segundos chocó el primer avión, minutos después el segundo; y se cayeron mi contrato, mis planes y mis sueños”, rememora el mendocino nacido en Norteamérica. “Yo estaba en la calle, camino a tomarme el subte en la estación de las Torres Gemelas; y el segundo avión voló por encima de mi cabeza. Sentí como el ruido de un tren que pasa a dos metros de donde vos estás, en una estación. Y después la explosión, una bola gigante de humo, fuego y escombros que caían”, agregó el hombre, quien vive desde hace 18 años en la Sexta Sección, junto a su hijo Benjamín (cumplirá 10 años en breve).
David aún recuerda la confusión y el pánico de aquella mañana. Gente corriendo sin dirección y sin terminar de entender qué acababa de acontecer, el pánico dominando la situación, gritos desesperados y el llanto desconsolado de una mujer que estaba a su lado y quien había recibido el llamado de su pareja que estaba en uno de los edificios atacados. Esa misma mañana, la cabeza de English hizo un click interno. “Me dirigía a la sede mundial de City Bank y firmar un contrato. Estaba caminando por la calle, con mi portafolio y ese papel bajo mi brazo que creía que cambiaría mi vida; cuando el avión explotó arriba de mi cabeza. Por eso quise irme a un lugar muy lejos, y elegí a Mendoza. Y mi vida cambió”, cuenta el hombre; quien se dedica actualmente a asesorar inversores extranjeros que quieren aterrizar en Mendoza con fincas, bodegas u otras propiedades. Y quien, además, coordina intercambios estudiantiles con universidades estadounidenses para jóvenes que quieren llegar a la provincia.
Volver a nacer
El departamento donde vivía David en Nueva York se sitúa -porque todavía está en pie- justo frente a las Torres, del otro lado del Río Hudson. Él mismo tiene una foto que guarda en su teléfono, donde se ve la ventana de su hogar el día del atentado, con los edificios humeantes detrás. Aunque esa mañana el por entonces joven de 29 años estaba en el epicentro, en la zona cero.
“De chico, mis padres me enseñaron a mí y a mis hermanos que cuando pasa algo así, grave y muy feo, no tenemos que quedarnos mirando. Entonces, después del atentado, yo igual bajé a la estación de metro a la que me dirigía y me subí; seguí hasta Manhattan y allí me bajé. Pude subir en el último subte que salió, porque minutos después cortaron el servicio a raíz del atentado”, rememora.
El click interno post 11-S lo llevó a dejar de lado aquel anhelado contrato con el importante banco de Estados Unidos; y a recalcular su rumbo en el GPS de su vida.
“En ese momento tomé la decisión de irme. Ya había estado en Argentina años antes, como parte de un programa de Rotary. Y había estado en Mendoza, donde me habían quedado algunos amigos. De Argentina y de Mendoza me había quedado el recuerdo de la buena gente y sus lindas costumbres; por lo que me pareció el lugar ideal. Quería hacer un cambio drástico”, cuenta English sobre la decisión que le significaría un renacer.
En 2002, tras acomodar algunos papeles y su situación, David llegó a Mendoza; direcamente. “Llegué en 2002; o sea, me fui de una crisis a otra”, agrega con humor y optimismo. “Vi muchas posibilidades en Mendoza, mucho por hacer con las montañas, las bodegas, la buena gente y la buena comida. ¡Eran características ideales para turismo!. Y vi que nadie lo explotaba para el turismo extranjero. Entonces llegué y me dediqué a asesorar a inversores extranjeros, muchos comenzaban a conocer a Mendoza por el vino Malbec que se exportaban a Canadá y Estados Unidos, y yo actué de nexo para ellos”, agrega el mendo-norteamericano.
Resiliencia, aún en pandemia
De aquella fatídica mañana del 11 de setiembre de 2001 (de la que justamente se cumplen hoy 19 años), David English rescata algunas enseñanzas; que se mezclan entre tanta desesperación y postales aterradores. “Me di cuenta de que la clave es adaptarse, no quedarse colgado en el momento de la crisis mirando a techo y esperando a ver qué pasa. Aprendí que uno tiene que priorizar estar preparado por sobre cualquier planificación. Cualquier ser humano, tarde o temprano, pasa por una tragedia; por una crisis. Entonces tenemos que estar preparados para estas eventualidades, para estas crisis. Y entender que por muchos planes que hagamos, las cosas no siempre van a salir como esperamos”, reflexiona en voz alta.
Y también le quedó otra enseñanza fundamental, que precisamente se resume en un lema bien argentino. “En Argentina aprendí la frase ‘¿Quién te quita lo bailado?’, y la transformé en el lema de mi vida. Aquí aprendí a disfrutar los pequeños momentos, los domingos con la familia, los asados o ir a tomar mate al Parque. En Estados Unidos se dice ‘Time is money’ -tiempo es dinero-; pero en Argentina es ‘Time is relationship’ -tiempo son relaciones-. Si vivimos así, somos menos susceptibles a los efectos de la crisis”, agrega el hombre quien se ha acostumbrado a la vida de barrio y quien aclara que ni siquiera se le cruza por la cabeza mudarse a un barrio privado.
La pandemia de Covid-19 y el panorama imperante -no solo en Mendoza, sino en Argentina y en el mundo- le permiten a este sobreviviente del 11-S sacar a relucir a flor de piel aquello que aprendió y adquirió hace 19 años. “Son difíciles estos tiempos, y -como a todos- hay cosas que no me gustan. Pero, como todos los argentinos, le busco la vuelta y sobrevivo a la crisis. Y lo que me enseñó el 11 de setiembre y que puedo aplicar ahora”, agrega.
El estar en permanente contacto con amigos y familiares en Estados Unidos también le permiten a English trazar una comparación entre las diferencias culturales y la adaptación ante la adversidad. “Esta pandemia nos ha mostrado que muchos otros países que en teoría se mostraban más organizados y estructurados que Argentina, no lo son. Tengo amigos y famliares que la están pasando bastante mal en Estados Unidos, muchos se han contagiado. Como en Estados Unidos no hay ninguna restricción, salen a la calle y se encuentran con el virus. Mientras que en Argentina, la gente usa el tapabocas; en Estados Unidos es un símbolo político. Entonces, si alguien es de izquierda lo usa, pero quien es de derecha no lo hace; porque dice que apoya a Trump. No lo ven como un tema de salud pública, y se llegan a dar golpes de puño en la calle porque una persona le reprochó a otra que no usa el tapabocas”, sigue sin salir de su asombro.
Desde su lugar, valora y rescata la forma en que la sociedad argentina se ha comportado en este contexto de pandemia; y resalta que -más allá de la ideología-, prácticamente todos usan el tapabocas. “En Argentina la gente es solidaria, coherente y coordinada con la pandemia; por más que no esté de acuerdo con la política. Priorizan a la solidaridad y a la salud ante todo, incluso por encima de esa viveza criolla de la que siempre se habla sobre los argentinos. Son pocos los que no han hecho muy bien la cosas, pero al menos no hay 20.000 personas yendo a Disney, a las playas, subiéndose a los aviones”, se sincera. David, además, sostiene que no cree que sea necesario ni útil retrotraer las actividades a fase 1 en Mendoza, porque implicaría más restricciones y cerrar las actividades que han podido reanudarse.
Otro tema que tranquiliza al mendocino por adopción es que su mamá se encuentra viviendo con él en Mendoza, y atravesando esta etapa complicada. Y es que antes de que se declare el brote de la pandemia, la mujer viajó desde Nashville a Mendoza para visitarlo en febrero; y aquí se ha quedado confinada.
“A casi 20 años del atentado, puedo decir que soy otra persona en muchos sentidos, y eso se lo debo a haber venido a vivir acá. He visto que a veces de las tragedias nacen cosas muy positivas en nuestras vidas; oportunidades para cambiarlas. Yo no hubiese tenido a mi hijo si no hubiese pasado el 11-S; hubiera seguido con mi vida del ‘Sueño Americano’. No hubiese aprendido que ‘nadie te quita lo bailado’ (risas); no hubiese tomado mate o comido asados. De la tragedia podemos aprender algo, cambiar, aprovechar oportunidades. Mi vida está y es acá, y ni siquiera pienso en volver a Estados Unidos”, concluye a modo de reflexión.