Gabriela Savone, su esposo Sergio Marchesini, los hijos de ambos (Levi, de 2 años y Mía, de 1) y la cuñada de Gabi y hermana de Sergio, Valeria Marchesini, se animaron a hacer eso que todos soñaron pensaron y hasta amagaron alguna vez. Porque los 5 están recorriendo todo el continente americano –de Norte a Sur- desde hace casi 7 meses, a bordo de una casa rodante y conectados con la naturaleza de una manera especial.
“Una cosa es viajar como turistas, pero otra muy distinta es hacerlo como viajeros”, resume Gabi (39), quien nació en Mendoza y desde 1997 está viviendo en América del Norte. Ella y su familia viven en Ontario (Canadá), mientras que su cuñada, Valeria, vive en Florida (Estados Unidos). Los padres de los Savone y de los Marchesini migraron al Hemisferio Norte a fines de los 90, empujados por la crisis en Argentina y en aquella época.
Allí formaron sus propias familias, comenzaron a andar sus nuevas vidas. Y es ella la que les ha permitido regresar a Mendoza por estos días, en calidad de viajeros y recorriendo la mayor cantidad posible de países y rincones del continente.
“Compramos la casilla rodante un mes antes de salir, empezamos el viaje el 1 de noviembre y ya hicimos 15 países. Justo para el día 200 de viaje llegamos a Mendoza, el viernes 19 de mayo”, destaca Gabi a Los Andes.
“La idea de hacer este viaje la tuvo mi esposo en 2017. Siempre habíamos tenido el sueño de recorrer América. Somos todos mendocinos originalmente y la idea era hacer el camino de vuelta a casa –desde Canadá-. Pero, por una u otra cosa no pudimos hacerlo; primero llegó el nene (Levi), después llegó Mía (nena) y se fue corriendo. Hasta que en noviembre del año pasado dijimos: ‘es ahora o nunca’, y lo empezamos. Nunca estuvimos listos y creo que no lo estamos todavía, pero salimos”, cuenta la mendocina que vive en Canadá. Y agregó que se sumó al plan la hermana de su esposo y cuñada de ella, Valeria.
Los 3 adultos viajeros dejaron sus trabajos y rutinas “en pausa” y salieron a disfrutar de la ruta, una aventura que les ha dejado infinitas anécdotas y que repasan con Los Andes.
“Hace varios años empezamos a ahorrar con la idea de este viaje, porque la idea no era viajar y trabajar durante el viaje, sino directamente disfrutar de la aventura. Y la Gabi que salió hace casi 7 meses de Canadá es diferente a la de ahora, para bien. Porque ahora rescato lo simple, he decidido descubrir la vida. Y los chicos todos los días juegan en un patio diferente. Estar en familia 24 horas al día, sin preocupaciones, no tiene precio. Ese tiempo es irremplazable y lo que hemos vivido como familia es hermoso”, reflexiona la godoicruceña, justamente en su Godoy Cruz natal.
Todo el viaje y sus momentos y fotos los han ido registrando en la cuenta de Instagram @persiguiendocaminos .
A rodar mi vida
Gabriela Savone se fue a vivir hace 26 años a Canadá con sus padres, por lo que prácticamente se crió en ese país. Actualmente es diseñadora de interiores, mientras Sergio Marchesini trabaja en una compañía que fabrica muebles de cocina. Ambos son de Godoy Cruz, aunque se conocieron allá y fue en Canadá dónde iniciaron su relación.
Valeria, hermana de Sergio, por su parte vive en Florida (Estados Unidos) y trabaja en un laboratorio. Durante los últimos 6 años, por lo menos, Gabi y Sergio se dedicaron a trabajar y a ahorrar con miras a este viaje, el mismo que pudieron iniciar a comienzos de noviembre.
Un mes antes, compraron y adaptaron la casa rodante para la aventura que ya era inminente. Y fue durante esos preparativos que se sumó Vale al itinerario salvaje.
“Salimos de Canadá en la casilla rodante, entramos a Estados Unidos por Búfalo (Nueva York) e hicimos Estados Unidos de Este a Oeste por la ruta 60. Luego entramos a México por Baja California, cruzamos en barco hasta Sinaloa y recorrimos toda la Costa del Pacífico hasta llegar a Belice”, inicia el repaso de su itinerario Gabi, repasando la primera parte del viaje que los llevó a cruzar América del Norte hacia el Sur.
Guatemala fue el primer país centroamericano del itinerario y, de acuerdo a las propias palabras de la viajera, les “encantó”.
“Guatemala es el mejor país por el que pasamos. ¡No lo teníamos muy en cuenta, pero nos encantó la cultura, la gente, todo!”, sigue, con énfasis y efusividad. El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá completaron ese segundo tramo, el de Centroamérica y el Caribe. Y así como Guatemala fue un destino que los sorprendió para bien, en Panamá debieron lidiar con el primer “gran problema, gran”.
“En Panamá perdimos un mes y medio. Porque el barco se demoraba en salir ese tiempo. Entonces nosotros, con mis hijos y mi cuñada, nos fuimos a Colombia en avión, mientras que Sergio se quedó con la casa rodante hasta que pudo cruzarla en barco”, agrega Gabi.
Tras ese impasse que los separó por unos días, la familia ampliada volvió a reunirse en Colombia. Y, de nuevo en la casa rodante, recorrieron ese país, Ecuador, Perú y el Norte de Chile, para finalmente entrar a Argentina por Jujuy.
“A Argentina llegamos el 12 de mayo. Y, la verdad, después de hacer tantos países y ver tantas cosas, Argentina es lo más lindo que hay. Tiene montaña, tiene playa y tiene todo lo de lo demás. Aparte, la comida. ¡Necesitábamos carne después de tanto frijoles, arroz y tortillas!”, agrega, siempre sonriente.
Anécdotas infinitas
Es imposible que en una sola charla, por más que se extienda durante horas y horas, Gabi y su familia logren repasar todas las anécdotas y momentos vividos en estos casi 7 meses de viaje. Porque siempre pasarán algo por alto, y –probablemente- ese recuerdo regrese a ellos antes de acostarse, o directamente mientras ya estén dormidos y sueñen con él.
Pero, entre tantas anécdotas, Gabi tiene sus favoritas. “A muchos países los habíamos conocido como turistas, viajando en avión, quedándonos en hotel y con todo muy lindo. Pero como viajero ves cosas de cerca y de los lugares dónde vive la gente. Ahora hemos podido ver la cultura de ellos, cómo comen, cómo viven. Es otra cara, es diferente viajar como viajero que hacerlo como turista”, repasa la mujer.
Y también se detiene en la gran cantidad de gente que se cruzaron en el mismo plan de ellos, viajando por el mundo como viajeros, con bicicletas y conociendo aquello que no se limita exclusivamente a lo turístico. “Hay muchos argentinos viajando en casas rodantes, en bicicleta, incluso. A la larga, el viaje y los recuerdos que quedan son las historias que conocimos en el camino”, resume.
En cuanto a anécdotas puntuales, para los mendocinos que vienen recorriendo América las hay de todo tipo: felices y no tan felices (aunque tampoco les cuadra el término “tristes”).
“Hubo momentos en que nos miramos entre todos y llegamos a pensar: ‘nos volvemos’. Cuando estuvimos estancados en Panamá y no salía el barco para que podaos seguir con la casa rodante, en serio queríamos volver”, se sincera.
También hay otras anécdotas que hacen al peligro inminente y a la aventura. “Cuando íbamos por Colorado, en Estados Unidos, nos quedamos sin frenos en una montaña. El embrague se quedó pegado por el frío, por lo que estuvimos parados en medio de la nieve y el frío esperando a la grúa. Además, tuvimos que quedarnos 3 semanas en el lugar esperando los repuestos, algo con lo que no contábamos”, recuerda. Y ahora, que ya pasó todo, sonríe.
También son infaltables los momentos vividos con la naturaleza como protagonista y ellos como únicos testigos de momentos indescriptibles.
“A mi hijo le encantan los animales y siempre está mirándolos y hablando de ellos. Y lo bueno de viajar en una casa rodante es que podemos parar a dormir en cualquier lado, ya que ahí tenés las camas, la cocina y etcétera. Una noche estábamos parados en la zona de la playa en Maruata (México) y mi hijo me preguntaba por las tortugas marinas, quería saber si ahí había. Cuando salimos de la casa, vimos que estaba lleno de tortugas marinas poniendo los huevitos en la playa, fue algo que nos encantó”, contó la mendocina.
Escenas como estas, enumera decenas: el estar tomando mate a la orilla del mar, a esas horas en que ya no queda nadie, y poder ver pasar delfines. O toparse con perezosos y monos en Costa Rica, solo por mencionar algunas.
“Estando en Guatemala hicimos una caminata de dos días en la zona de un volcán activo y mi cuñada siguió subiendo hasta ver como salía la lava cada 15 minutos. También pudimos surfear, que es uno de mis sueños. Yo le tenía miedo al agua, pero pude hacerlo”, enumera.
Cómo sigue el viaje: entre volver y continuar hasta el Sur
El párate de un mes y medio en Panamá no estaba en los planes de la familia viajera. Y eso, mal que mal, les ha afectado en la organización del momento final del viaje, que culmina en Argentina.
“En 2 o 3 semanas vamos a volver a Canadá y a Estados Unidos porque tenemos que volver a trabajar, retomar con nuestras actividades. Nuestra idea inicial era llegar en la casa rodante hasta la Patagonia. Pero como perdimos ese mes en Panamá, tenemos que volver a trabajar y pareciera ser que el viaje se termina acá, en Mendoza”, se sincera la diseñadora de interiores mendocina y quien vive en Canadá.
El dilema pasa, entonces, por el qué harán con el vehículo. “Estamos viendo si dejamos la caravana acá, volvemos a Norteamérica y después regresamos a Mendoza para completar lo que nos queda de la Patagonia. O si directamente volvemos con el vehículo y todo”, concluyó Gabriela.