El viernes 14 de junio de 2013, Myriam Lucero recibió esa noticia que ninguna madre está preparada para recibir nunca: su hijo, Saulo Josías Rojas, quien para entonces tenía 23 años y llevaba poco más de un año años viviendo en la comunidad terapéutica San Camilo (Pilar, Buenos Aires), había fallecido. Lo que hace más triste esta noticia –ya de por sí, triste- fueron las circunstancias en que Saulo murió: a 1.200 kilómetros de su madre (a quien le avisaron esa noche por teléfono), en un espacio que debería haberle brindado contención por su adicción a las drogas, pero que lo abandonó a su suerte; y con golpes en la cara, la clavícula fisurada. De acuerdo a los trabajadores que lo encontraron aquel día en una de las habitaciones de la comunidad terapéutica, estaba colgado de su cinturón, con uno de los extremos amarrados a la reja de una ventana.
La triste muerte del joven mendocino despertó toda una investigación sobre las condiciones de vida en las comunidades terapéuticas (no solo San Camilo, sino en todos estos espacios) encabezada por el periodista Pablo Galfré; quien trabajó codo a codo con Myriam y quien publicó un libro con las atrocidades que se viven puertas adentro de mucho de estos espacios. E, incluso, el Caso de Saulo también volvió a poner en el tapete la discusión de un tema siempre latente: la Ley de Salud Mental.
A casi 8 años del fallecimiento de Saulo, su madre no baja los brazos y sigue cumpliendo con la promesa que hizo y la meta que se propuse desde ese mismo día: ser por siempre la voz de su hijo. Con Galfré y su abogado, siguen de cerca todas las novedades de la causa judicial contra las autoridades y trabajadores de San Camilo. Y, además, logró convertir todo ese dolor en fuerza para crear un espacio social, de contención, concientización, encuentro y recreación para chicos y familias vulnerables de todo Mendoza.
“En 2019 pudimos abrir el Espacio Saulo Rojas, frente a mi casa en el Barrio la Gloria y como parte de la Coordinadora del Barrio La Gloria. Tuve la idea de homenajear y recordar a mi hijo como un chico de barrio, que quiso tener una oportunidad y que lamentablemente no pudo llegar a concretarla. Empezó como un mural en calle Terrada; y después alcanzamos a hacer dos actividades concretas antes de que empiece la pandemia. En esos encuentros pudimos contar la historia de mi hijo, y también generar un espacio para que los chicos y los adolescentes se puedan divertir”, destaca Myriam a Los Andes, a días de cumplirse el octavo aniversario de la muerte de Saulo.
Entre las actividades que se organizaron en esas dos jornadas, hubo una parte destinada a la prevención y la concientización; donde se hicieron charlas y testeos de VIH, de Educación Sexual Integral (ESI) y charlas sobre adicciones (desde entrega de panfletos hasta charlas privadas de algunos jóvenes que se acercaron a consultar las distintas dudas). Además, la parte recreativa incluyó clases de zumba y ballet folclórico.
Incluso, han solicitado ya que en la misma cuadra donde está el mural se construya una plazoleta para que los chicos de la zona pueden tener juegos y un área de salud.
“Aunque no podemos hacer actividades ahora por la pandemia, seguimos recibiendo donaciones y entregando mercadería y bolsones de verdura a más de 300 personas durante la pandemia. El Espacio Saulo Rojas es un espacio sin fronteras, por lo que asistimos a familias de Godoy Cruz, Luján y Maipú; de donde llegue la gente”, destaca Myriam Lucero, quien resaltó que entregan la ayuda de forma semanal, intercalando una semana para la mercadería y la otra para para la verdura.
“Poder ayudar a tanta gente es una forma de tenerlo cerca a Saulo, en todos los aspectos. Porque la gente no viene solamente a buscar mercadería, sino que también viene y comparte sus problemáticas”, afirma la mujer; quien convirtió el dolor en ganas de ayudar y solidaridad.
El impactante caso de Saulo
Poco menos de un año antes de recibir la triste noticia sobre la muerte de su hijo, el 21 de junio de 2012, Myriam Lucero y la Justicia creyeron estar tomando la mejor decisión para ayudar a su hijo; quien presentaba algunos problemas de adicción en el consumo de sustancias, sumado a una diabetes que complicaba un poco (bastante) más todo el panorama. Luego de todo un proceso judicial, por orden de un Juzgado de Familia Saulo fue derivado e internado en una quinta de la fundación San Camilo (Pilar, Provincia de Buenos Aires).
En aquel momento, el lugar (actualmente clausurado y con sus directivos condenados) se presentaba como uno de los centros de rehabilitación más importantes del país, y allí llegaban jóvenes y adultos con graves problemas de adicción de todo el país.
“Once días antes de que falleciera Saulo, falleció en el lugar Felipe Mariñasky, otro paciente que estaba en el lugar. Y después de que pasó lo de mi hijo, hubo más víctimas. Muchos chicos más siguieron sufriendo de encierroMyriam Lucero y su hijo Saulo Rojas, quien murió en una comunidad terapéutica.; el lugar de encierro donde falleció mi hijo (que se conoce como ‘engomado’) se siguió usando como tal. Incluso, pusieron una especie de container que usaban como ‘engomado’”; se explaya la mamá de Saulo.
Y es que recién en diciembre de 2017 el lugar fue cerrado; por lo que San Camilo siguió funcionando como tal durante 3 años. “Estos 8 años, y sobre todo en esta fecha, para mí siempre ha sido como volver a revivir permanentemente todo lo que pasó en junio de 2013. Y es remover porque, a pesar de que pasan los años, siguen apareciendo víctimas de San Camilo; de antes y después del caso de Saulo. Lo peor de todo es que en los testimonios de los chicos se ve que no cambió nada, ni siquiera hubo otras inspecciones después de la muerte de mi hijo”, agrega Lucero, quien destacó que llegaron a internar a chicos menores de edad en el lugar.
“Después de la muerte de mi hijo, aumentaron las inspecciones en las comunidades terapéuticas, pero no cambió de fondo la forma en que trabajan, los mecanismos. No se han hecho muchas cosas específicas para controlar estos lugares; y siguen siendo lugares que están escondidos y siguen facturando sin que se sepa lo que ocurre adentro. Muchos chicos se siguieron comunicando conmigo vía Facebook cuando supieron de Saulo y San Camilo, y me han seguido contando lo que han vivido ellos en esos lugares. Recién ahora muchos de ellos se están animando contar lo que les ha pasado y hacen hincapié en que tienen pesadillas, en que les cuesta mucho hablar de lo que les remueve y les ha pasado”, sostiene
De regreso a la internación de Saulo en San Camilo, Lucero recuerda cómo –poco a poco- la fueron separando de su hijo. “El mismo día en que lo dejé, me reuní con uno de los psicólogos. Y cuando me quise despedir, me dijeron que no podía. Quería decirle: ‘hijo, estoy con vos’”, rememora la mujer
Durante el primer mes, sólo pudo hablar por teléfono con los responsables; quienes permanente le decían que su hijo estaba en la ‘sala de reflexión’. Claro que después de que se descubrió todo, Myriam Lucero se enteró de que esa sala era ‘el engomado’, una celda pequeña con dos colchones en el piso y un tarrito para hacer pis donde los encerraban castigados.
Ya al segundo mes Myriam pudo hablar con su hijo, pero siempre había alguien escuchando cerca o desde otro teléfono. En mayo de 2013, Myriam fue a visitar a su hijo y, -sin saberlo en ese momento-, fue la última vez que lo vio. “Lo noté raro. Veía en su mirada que le pasaba algo. ‘Aquí las reglas no son iguales para todos’, me dijo. Y cuando me estaba por ir, me agarró de la falda y me dijo que quería ser un bebé”, rememoró Myriam a Los Andes en una nota publicada en diciembre de 2017.
El 12 de junio de 2013 -dos días antes de que Saulo muriera-, su madre llamó por teléfono y habló con su hijo, a quien notó muy angustiado. El fatídico 14 de junio, a las 17, Myriam llamó de nuevo al lugar. Pero atendió una operadora y le aclaró que no iba poder hablar con su hijo. Esa misma noche, a las 22:30, fue la madre de Saulo quien recibió un llamado de San Camilo. “Me dijeron que mi hijo había fallecido, que había tenido un infarto y lo habían encontrado en su cama. Dos días después el cuerpo llegó a Mendoza. Se fue con un sueño y me lo trajeron dormido”, se quebró la mujer.
A principios de 2014, el periodista Galfré se contactó con Lucero y la puso al tanto de su investigación. Gracias al contacto con el periodista -quien se estaba contactando con otros jóvenes que habían estado en la fundación-, Myriam conoció en detalle la pesadilla que vivió su hijo.
Dos condenados a tareas comunitarias
La muerte de Saulo llegó a la Justicia, y fueron imputados por homicidio culposo los ex dueños del lugar, el ex director terapéutico y uno de los operadores. “No hubo un juicio propiamente dicho aún. El director y el vicedirector recibieron una probation y fueron sentenciados a cumplir con tareas comunitarias. Y el tercer imputado, Pipi Suñez, es el único que está con acumulación de causas (otra por robo agravado); por lo que -se supone- va a ir a juicio. Todo esto iba a ser el año pasado, pero se frenó un poco con la pandemia. Ahora estamos esperando que se fije una nueva fecha”, acota a Los Andes la mamá del joven mendocino que murió en San Camilo.
Todas las demoras que se han dado, sumadas a la baja condena que recibieron los responsables de la comunidad –y, por ende, responsables de la muerte de su hijo- no cayeron nada bien en Myriam Lucero. “Lo único que hizo todo ello es que se profundice aún más el dolor. Si no se hubiese movido todo con la investigación de Palo Galfré, hubiese sido un caso más, del montón. El ver que pasan los años y esa sensación de que pareciera ser que no se va a hacer justicia por mi hijo llevan a que no pueda hacer el duelo; y que se profundice aún más el dolor”, reflexiona Myriam a casi 8 años de la última vez que habló con su hijo, y de su posterior fallecimiento.
Sin embargo, la mujer –quien trabaja como Acompañante terapéutica, ni siquiera piensa en rendirse. “La voz de Saulo se sigue haciendo escuchar, más que nunca. Mi anhelo siempre fue y va a seguir siendo ser la voz de Saulo, porque cada vez hay más Saulos. Se pone mucho enfoque en las adicciones, pero a veces no se entiende que son producto de algo más. Hay que cambiar el foco del problema; y un poco eso es lo que tratamos de hacer. En lo judicial, voy a ir hasta las últimas consecuencias. El tema no va a quedar como algo perdido y que se va ir diluyendo con el paso del tiempo, porque siguen habiendo Saulos”, concluye Myriam Lucero.