Las restricciones por la pandemia generaron un gran impacto en Máximo Ruiz, que tiene 11 años y sufre un Trastorno Generalizado del Desarrollo. Así, en la escuela especial a la que concurre, la 2-002 Doctor Pedro Nolasco Ferreyra, situada en la esquina de Salta y Garibaldi de Ciudad, comenzaron a notar un profundo retroceso en su habla y en sus emociones.
En definitiva, el encierro y la falta de sociabilización provocó en él lo mismo que a otros tantos niños con alguna dificultad intelectual: una conducta distinta, falta de habla, angustia.
Fue entonces cuando entró en acción una herramienta que sorprendentemente lo sacó adelante y, por fin, logró que hablara: se trata de “Pedrito”, un simpático títere creado de manera casera por el profesor Cristian Montenegro, dedicado desde siempre a la educación especial.
Cuando desde el establecimiento observaron que Máximo respondía al estímulo de su nuevo “amigo”, intervino también la psicóloga Patricia Zapata creando textos y canciones.
“Fue muy lindo ver transformar la actitud de Máximo y poder comprobar que sus emociones se modificaban de manera favorable. Fue un logro”, dijo a Los Andes este profesor que resultó uno de los 23 seleccionados por el premio “Docentes que inspiran”, de Clarín & Zurich.
Giselle y David, los padres del niño, comentaron que apenas se vieron los resultados ellos también crearon un títere propio para seguir estimulando a su hijo en el período de plena restricción. Nació así “Pepito”, que afortunadamente ya está guardado en un cajón porque ya cumplió sobradamente su función durante la etapa más difícil de Máximo.
“Agradezco a la escuela que estuvo siempre atenta, al profesor Montenegro y a todos los docentes con vocación que ayudaron a mi hijo. Empezó a expresarse y fue una gran alegría. Hoy esa etapa está superada, volvió feliz al colegio con sus compañeros”, recordó la mamá.
La tarea de Máximo en su hogar consistía en grabar videos con su propio muñeco y enviarlos a la escuela, a sus maestras. Se trataba de actividades relativamente sencillas y enriquecedoras desde el punto de vista social y afectivo.
Máximo tiene tres hermanos: Benjamín (8), Joaquín (6) y Demian, de 10 meses. Viven en la calle San Miguel, de Guaymallén, y su papá tiene trabajos temporarios.
Hoy, el mayor inconveniente es el transporte hacia la escuela, algo que la familia está tramitando en medio de gestiones burocráticas.
“No puede darse el lujo de faltar. La escuela es clave para él por sus compañeros”, advierte Giselle y anticipa que seguirá luchando como lo hizo durante la etapa más compleja del Covid-19 para que su hijo salga adelante.