Toy aburrido

Basta de aburrirse en cuarentena. Aunque no lo creás, el mundo espera algo de vos.

Toy aburrido
Aburrimiento.

Nunca la humanidad ha sufrido un confinamiento de esta naturaleza. Podríamos acordarnos de la Primera y Segunda guerras mundiales, pero fueron algunos países los involucrados y nunca se ordenó un confinamiento masivo, la gente se encerraba por temor a las bombas pero no por temor a un bichito tan agresivo como este.

Y no estábamos preparados, no teníamos antecedentes en nuestras vidas. Nadie podrá decir: “Yo viví anteriormente algo parecido”. No es verdad, no hay experiencia en un hecho tan masivo y tan hermético.

Ya son más de 100 días los que hemos permanecido mirando el techo de casa, como si en el techo hubiese algo interesante o tratando de pasar el tiempo lo menos aburridamente posible, porque ese es el problema central: el aburrimiento.

Uno podrá pensar que la palabra “aburrido” proviene de la palabra “burro”, y hasta podrán imaginar historias de cómo un burro es aburrido, al menos para la burra. Pero no es ese el origen: aburrido proviene del latín abhorrere, que también dio origen a la palabra “aborrecer”. Abhorrere está compuesta por ab -que significa “sin”- y horrere -que significa “ponerse los pelos de punta”-. Entonces podemos suponer que aburrir es algo que no te asusta ni te hace poner los pelos de punta. Es como una laxitud de la sesera. Las cosas pasan pero es como si no pasaran con nosotros, la dejamos pasar como un micro que no tiene el número que esperamos.

El aburrimiento se combate con la acción, pero la acción es difícil cuando uno tiene los pies atados de pandemia. Como decía Serrat, nos encontramos chupando un clavo sentados sobre una calabaza.

“¡Vamos!” es la expresión que nos podría sacar de la abulia, pero ¿dónde vamos a ir si estamos en un día en el que no nos toca por el número de documento?

“Mové el poto”, dicen los cuyanos, “no te quedés ahí estático como un monolito”. El mono podrá llamarse Lito, pero uno no es un simio ni una piedra recordativa o decorativa, uno es un ser humano desganado. Las ganas se quedaron allá en enero, cuando podíamos jugar fútbol 5 con los amigos.

Es que el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos encerrados. No hemos cometido delito alguno pero las características del encierro aparecen como una condena.

Hay un montón de cuestiones que uno puede realizar para no aburrirse pero a esta altura del partido el tipo las ha probado todas y no hay ninguna que le mueva el bigote.

Aburrimiento sin fin, podrán decir algunos. Yo tengo la más intensa esperanza de que tenga fin, de que podamos decir: “Con todas las cosas que tenés por hacer no podés aburrirte”.

Pongámosle un poquito de interés a las cosas, porque sino las cosas se van como el agua entre las manos y ya no las recuperamos. No sé si falta mucho pero sí sé que falta menos y eso debería ser un aliciente para que venga la esperan y nos dé una palmadita en la espalda.

¿Te acordás de cuando eras chico y le decías a tu mamá: “Ma, ‘toy aburrido?”. Ella siempre encontraba alguna cosa que podías hacer. Rescatá aquella inventiva de tu madre y ponete a hacer algo, che, que, aunque te parezca mentira, el mundo siempre espera algo de vos.

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