Siempre se ha creído o asociado popularmente a tomar bebidas alcohólicas en exceso con “ahogar penas”, pero lo cierto es que estudios recientes indican lo contrario. Investigaciones sobre la relación entre el estado de ánimo y la bebida concluyeron que las personas toman más alcohol cuando están de buen humor.
Se trata de un conjunto de 69 estudios publicado en The Conversation, cuyas encuestas incluyeron a 12.394 personas de Estados Unidos, Canadá, Francia y Australia. El objetivo fue descifrar la relación entre los estados de ánimo y los niveles de consumo de alcohol, y así descubrieron que la gente tendía a beber alcohol -y en mayor cantidad- los días en que estaba de buen humor.
Concretamente, los autores concluyeron que los participantes tenían entre un 6 % y un 28 % más de probabilidades de consumir alcohol los días en que se sentían de buen humor, y entre un 17 % y un 23 % más de probabilidades de excederse en el consumo durante esos días.
Así, los resultados sugieren que es más probable que las personas beban en exceso cuando están contentas a que lo hagan cuando se sienten mal. El artículo agrega que los posibles factores podrían tener que ver con un proceso de pensamiento denominado “pensamiento de deseo”.
Se trata de una forma de pensar orientada a anticipar resultados positivos de determinadas experiencias, basándose en las asociaciones que tenemos con esa experiencia. Antes de beber, tendemos a crearnos expectativas basadas en experiencias pasadas.
Algunas de ellas pueden ser el sabor del alcohol, la sensación de embriaguez o la idea de que el alcohol nos hará más interesantes. También es posible que tengamos recuerdos positivos de otras ocasiones en las que bebimos.
Esto puede dar lugar a “autoconversaciones prolongadas”, en las que nos recordamos a nosotros mismos las razones por las que bebimos. Por ejemplo, porque nos fue bien en el trabajo o porque hacía buen tiempo. Estas autoconversaciones, combinadas con el pensamiento de deseo, pueden fomentar las expectativas positivas, intensificando las ansias de alcohol.
Por otro lado, la investigación sugiere que las personas tienden a tener lo que se conoce como “creencias metacognitivas positivas” con respecto a la utilidad del pensamiento del deseo. Eso quiere decir que cuando el pensamiento de deseo hace que la persona quiera el alcohol, al recordar todas las cosas buenas que conlleva beber es probable que confíe en ese pensamiento positivo y lo vea como algo bueno.
Además, pensar en las experiencias positivas que van a tener puede aumentar aún más nuestra motivación para beber. El inconveniente de este potente cóctel de pensamientos y sentimientos positivos es que parece increíblemente difícil de controlar y resistir. De hecho, hay pruebas de que las creencias positivas pueden hacernos sentir que controlamos menos nuestro pensamiento y comportamiento.
Cómo tomar el control
En sus investigaciones clínicas sobre adicción y otras enfermedades mentales, “The Conversation” explica que poder controlar la forma en que pensamos sobre las cosas, tanto si ese pensamiento es positivo como negativo, es clave para el cambio conductual y para un estado mental equilibrado.
Sin embargo, para tomar el control de la forma en que piensa sobre algo, una persona primero tiene que ser consciente de sus patrones de pensamiento extendidos. Cuanto mejor sepa “pensar sobre lo que piensa”, más fácil le resultará controlar los pensamientos, tanto positivos como negativos.
Una estrategia útil consiste en pensar que los pensamientos positivos y negativos que tenemos son similares a recibir un mensaje de texto. No siempre tenemos el control sobre si el mensaje que recibimos es bueno o malo, pero sí tenemos el control absoluto sobre si respondemos a él o no. Tenemos el control sobre el pensamiento de nuestros deseos y, por tanto, sobre nuestras elecciones a la hora de beber.
El artículo agrega que el estado de ánimo positivo también se ha relacionado con otras conductas adictivas, como el consumo de nicotina, el juego y la adicción a la pornografía en internet. “Esto indica que el estado de ánimo positivo puede no ser precisamente el camino hacia un cuerpo y una mente sanos, como podríamos creer”, asegura el escrito.
Por eso la investigación recomienda que lo más útil es tener la capacidad de ser flexibles en la forma de pensar y comportarse en torno a los estados de ánimo positivos y negativos. Y, sobre todo, saber que siempre se puede elegir cómo comportarse, independientemente de los patrones de pensamiento.