Ganó el ingenio entre algunas mamás cuyos hijos necesitan llevar al día sus tareas. “La leche en mi casa es oro, por eso la acepto, al igual que cualquier comestible”, reflexiona esta vecina que estudió abogacía y recibe alumnos en su casa.
Cuando la sorprendió el período más estricto de la cuarentena estaba por nacer su cuarto hijo. Johanna Coca, que vive en el barrio “La Favorita”, no imaginaba cuánto más iba a complicarse su economía y, menos aún, que su esposo iba a perder las changas de siempre.
Ella, que siempre se las había rebuscado para salir adelante y juntar unos pesos, esperó que naciera Benjamín, de dos meses, y decidió aprovechar sus dos años de estudios universitarios.
Entonces, se promocionó en el barrio y también en la escuela de su hija para brindar apoyo escolar en medio de este contexto de pandemia, teniendo en cuenta –aclaró—el arduo trabajo que implica para muchas mujeres explicarles los temas a sus hijos o ayudarlos a cumplir las tareas.
Así fue que comenzó a brindar apoyo para lengua, matemática, ciencias sociales y ciencias naturales y fijó un valor de 150 pesos la hora. Desde entonces nunca le faltaron alumnos y siempre con buenos resultados.
Hasta que una mamá, imposibilitada de pagar el servicio con dinero, y también con problemas para enseñarle ella, le ofreció canjear esa hora por leche en polvo. “No me lo esperaba, pero me di cuenta que era una idea muy buena –relata Johanna—porque la leche, en mi casa, vale oro”.
La noticia corrió como reguero de pólvora en la vecindad y no fueron pocas las “clientas” que optaron por la misma alternativa. “Mercadería necesito siempre”, fundamenta, como si hiciera falta. Cuenta que suelen pagarle con fideos secos, azúcar, yerba, arroz y otros comestibles.
Junto a su primer marido tuvo a Isabella, de 6. De su actual pareja nacieron Emiliano (4) ; Thiago (2) y “Benja”, que nació el 22 de mayo.
“Voy ´tirando’ entre todos mis rebusques y la asignación familiar, pero los papeles del bebé aún están en espera en el Ansés”, relata.
Cuenta que el chiquito llegó al mundo el 22 de mayo pasado, unas semanas antes de lo previsto, en el Hospital Luis Lagomaggiore, y que todo el embarazo estuvo “aterrada” por el Covid-19.
“Solía evitar los controles para no acudir al hospital”, recuerda. Estos meses, acude con frecuencia a la escuela, en micro, para retirar los cuadernillos de su nena y también allí, una vez por mes, le entregan un bolsón de mercadería.
Johanna asegura que tiene todos los cuidados. En su casa el barbijo es ley, grafica, entre risas, mientras expone la situación del barrio, donde se han detectado algunos casos de coronavirus y, como si fuera poco, en determinados sectores se incrementó la delincuencia.
Pobreza, cuarentena, rebusques, desempleo, delincuencia… En definitiva, palabras que en estos tiempos resultan moneda corriente en Mendoza y en toda la Argentina.