Cuando a José Elizondo le ofrecieron someterse a un test rápido y voluntario de Covid-19 en el puesto de Uspallata, jamás imaginó los problemas que iba a generarle. Aquel miércoles 26 de agosto se desencadenó una seguidilla de obstáculos, algunos absurdos, que lo mantuvieron 10 días “preso” en la habitación del hospital de esa localidad a la espera del resultado de un hisopado. Y, lo más curioso, sin síntoma alguno.
Camionero de toda la vida, José, que desde los últimos dos años transporta aceite comestible entre Córdoba y Chile para la empresa Logsa (del país vecino), siente una indignación difícil de poner en palabras.
El jueves, después de un tiempo eterno entre cuatro paredes y bajo la presión de su empleador, que necesita seguir facturando, le comunicaron que el resultado “se perdió”.
“Sí, así como lo digo. Quise ser responsable, accedí a que me extrajeran sangre y ahora peligra mi trabajo”, se lamenta José, que nació en San Luis y, cuando no viaja, vive con su tía en Las Heras.
Por algún motivo, aquel día el test le dio positivo y de inmediato fue aislado y puesto bajo la lupa de todo el mundo, como si hubiese cometido un delito.
En realidad, desde que empezó el confinamiento se detenía para ser testeado en el mismo puesto. Por seguridad propia y de la mucha gente que lo rodea, aclaró.
Lo cierto es que hasta el jueves estuvo, al igual que la semana pasada, sin siquiera televisor en el cuarto y acostumbrado a la libertad que le brinda la ruta, siempre listo para irse. Pero las horas pasaron y el resultado nunca apareció.
“Paso de la bronca al aburrimiento y la desesperación. Me cuestionan haber accedido a un test cuando éste era voluntario. En fin…”, se lamenta.
El teléfono, lo único que lo entretiene, no deja de sonar. Durante el día, señala, trata de no dormir para poder conciliar por las noches. “Mis hijos, que ya son grandes, viven en San Luis, pero mi mamá es mayor y está en San Juan, preocupada. Todos los días mira las noticias”, relata.
Este viernes al mediodía, finalmente, le dieron el resultado del segundo hisopado. “Me aseguró que lo seguiría de cerca y que no se explica cómo pudo haberse extraviado el anterior. Yo lo único que le respondí es que necesito seguir trabajando”, apunta.
Una vez que José retorne a la “normalidad” sabe que deberá atenerse a las consecuencias. “Muy injusto”, reflexiona. Por ahora, irá paso a paso, no sea que otra vez se cruce una nueva traba. Eso sí: que nadie le vuelva a hablar de un test voluntario.
“Protocolos mal aplicados”
Juan Tejadas, titular de la Asociación de Camioneros Unidos de Mendoza, se refirió a la ineficiencia de todos los eslabones gubernamentales que hacen cumplir los protocolos. Advirtió que Gendarmería, Policía, Aduana y sistema de salud, entre otros efectores públicos, no hacen más que “confundir y desconcertar” al sector.
“No puede ser que un hisopado mantenga encerrado a un compañero durante 10 días. Es una vergüenza. Hay falta de comunicación y de predisposición y protocolos mal aplicados”, enumeró. “¿Quién brindará una respuesta si nuestro compañero pierde su empleo?”, se preguntó.
También habló del caso del conductor que días atrás sufrió un infarto en San Luis y peregrinó de hospital en hospital. “Lamentablemente, sólo la presión de la prensa nos está ayudando a visibilizar estas historias verdaderamente inadmisibles”, cerró.