Diciembre siempre es un mes extraño, cuando parece que todo termina pero, a la vez, todo comienza. Es un tiempo de vaivenes en el que las celebraciones y las emociones golpean más fuerte porque estamos un poco más sensibles y bastante agotados.
Diciembre es el mes del cansancio, cuando se hacen balances y promesas de que el año que viene el estrés no nos derribará.
Es el momento en que comprendemos cabalmente (porque deseamos desensillar) que no es una sensación: estamos muertos.
Y (no es para justificarnos) nos sobran motivos, que podrían clasificarse en dos grandes grupos: uno, con todo lo que hicimos y hacemos; y dos, por la pandemia y sus efectos, que nos persiguen como una sombra.
El estudio continuo de la consultora de tendencias Trendsity sobre las expectativas de los argentinos, en su reporte de noviembre, ayuda a entender el escenario. Así estamos.
Ocho de cada 10 consultados sintieron estrés laboral en algún momento del año; el 40 por ciento confiesa que, incluso, pensó en renunciar a su empleo.
Tal vez, la percepción de que vivimos para trabajar sea un lastre, difícil de desterrar, que nos dejó el Covid.
Según esta investigación, la gente, en especial las mujeres y los millennials, refieren que no pueden equilibrar sus actividades con sus intereses. Y las consultas en el área de salud mental crecieron de manera exponencial en el último año por cuadros de ansiedad, de angustia, de ataques de pánico o de dificultades para dormir o para estar de buen ánimo.
Razones del cansancio
El cansancio generalizado se explica también de una manera simple: trabajamos más. Y no lo hacernos sólo porque los sueldos no alcanzan y hay que buscar alternativas para mejorar los ingresos, sino porque arrastramos los hábitos de la pandemia de flexibilidad total, en la que las fronteras entre la vida profesional y personal se hacen cada vez más difusas.
Los datos de la encuesta indican que el 25 por ciento de los argentinos entre 18 y 50 años trabaja más horas que antes de que nos acorralara el Covid-19, y además reflejan que, si bien es una situación transversal a las diferentes modalidades de empleo, el exceso de tareas trepa al 38 por ciento para quienes trabajan en formato híbrido. En algunos casos, apunta el estudio, la gente sumó hasta tres horas de actividad laboral al día.
La sobrecarga laboral; las exigencias; las condiciones de trabajo; la falta de personal, que en algunos casos obliga a cubrir las tareas de quienes no están, y la necesidad de estar disponible, al menos por WhatsApp, generan la sensación de que el tiempo no alcanza para hacer todo lo que quisiéramos.
Los encuestados por Trendsity admiten, en este sentido, que lo primero que relegan son las actividades de ocio y recreación. El 40 por ciento las redujo drásticamente.
La mitad de los trabajadores argentinos, en especial los más jóvenes y quienes realizan actividad presencial, describen su situación laboral como de “estrés” y “cansancio”, además de estar preocupados por la inestabilidad laboral y el overworking (sobrecarga de trabajo).
Entre los millennials, seis de cada 10 expresan agotamiento y el 30 por ciento admite que le dedica menos atención al trabajo para no sucumbir.
Así transitamos este diciembre: con demasiadas razones para descansar y pensando en el menú de Navidad.
La nota fue publicada originalmente en La Voz.
