“En algo siempre hay que creer cuando la vida te está ardiendo”. La frase, del cantante y compositor argentino Wos, es la que eligió para su perfil de Whatsapp Tomás Balmaceda Carrizo, quien ganó este año la beca “Dr. Adolfo Calle”, que organiza diario Los Andes, luego de escribir una historia que tiene al fútbol y al barrio como protagonistas.
“Cuando la vida me está ardiendo creo en el fútbol. Es mi pasión. No sé si es lo que más me gusta, pero sí es de lo que más hablo. Juego al fútbol, veo fútbol, lo analizo y me distraigo con la pelota”, explica Tomás, el adolescente de 13 años, estudiante de primer año del colegio del Magisterio, fanático de Boca Juniors y de Lionel Messi.
Un potrero. Dos bandos que se juegan el honor y el territorio con una pelota. El sentido de equipo, los nervios, el miedo a perder y el sueño de ganar. Con esas ideas en la cabeza, Tomás escribió su historia y emocionó al jurado llevándose el primer premio que le garantiza una ayuda económica durante los años que curse el Nivel Secundario.
Según el jurado del concurso, el texto ganador “se distinguió por su manejo narrativo, elección de palabras y creación de imágenes sensoriales de un modo fresco y fluido, donde sus protagonistas tienen un desafío y logran superarlo”.
Tomás jura que no practicó para el examen que exigía la beca. ¿La razón? prefería escribir una historia espontánea, “con lo que me surgiera en el momento. Mi historia estaba ahí, no la forcé”.
Cuenta que apenas supo que la consiga del concurso era “Con sus manos de barro”, ya tenía la base: la pelota de fútbol. Después de ahí, asegura, fue momento de concentración para recordar todas las veces que estuvo en la misma situación que la de Manuel, el protagonista de su cuento ganador.
Tomás dice que escribió el texto inspirándose en una historia de Eduardo Sacheri, llamado “Lo raro empezó después” y en su corta, pero no por eso menos intensa, vida futbolera. Esa que mantiene desde hace años con sus amigos de “potrero” en el barrio de su abuela Paola, en Dorrego. Allí, cuenta ´Tomy´, juega a la pelota desde niño y hasta salió campeón con su equipo de futsal representando a la Asociación Deportiva Nicolás Ojeda, que recientemente cerró sus puertas y dejó al grupo de amigos –y a la pelota– desconcertados.
“El año pasado cerró el club, que era chiquito, eran unas canchas nomás, pero tenemos muchas anécdotas ahí. Desapareció. Es muy triste porque lo ayudamos a crecer entre todos los chicos del barrio. Los sacamos campeón y nos quedamos sin lugar para jugar”, se lamenta.
Tomás egresó de la escuela primaria Jorge A. Calle, donde también se destacó por ser primer escolta de la Bandera. Es hijo único “por suerte”, dice. Vive en Godoy Cruz con su mamá Belén Carrizo, empleada de una cadena de farmacias. Aunque cuenta que gran parte de su tiempo lo transita en la casa de su Abuela, en Guaymallén.
Su papá, Carlos, es empleado municipal de Tunuyán, a donde Tomás viaja cada vez que puede para visitar a esa parte de la familia que lo convirtió en un fanático xeneize. “De mi familia paterna aprendí el fanatismo. Ahora están más calmados, más grandes. Ahora el que llora en los partidos cuando pierde Boca soy yo”, describe.
Cuando Tomás y su familia se enteraron de que había ganado la Beca “Dr. Adolfo Calle”, su mamá le aclaró enseguida que lo más lindo era el honor de tener el reconocimiento por su trabajo, más allá de la ayuda económica para costear sus estudios. “El dinero es importante, pero lo más lindo es haber participado de un concurso tan importante y encima haber sido reconocido por una historia escrita por mí. Es un logro y lo valoro mucho”, agradece.
Tomás aún no sabe si quiere ser escritor cuando sea grande. Sí, asegura que este premio lo estimula para seguir estudiando firme en la escuela y así mantener la beca. También para terminar la historia que comenzó a escribir el año pasado en su viaje de egresados, en la cual entrecruza el Mundial Qatar 2022 y el relato de un amigo que lo conmovió.
Mientras tanto, ´Tomy´ sueña en redondo y con devolverle a la familia, algún día, “todo lo que ha hecho por mí”.
El texto de Tomás: “Con sus manos de barro”
Era una calurosa tarde de verano. Manuel y sus amigos se dirigían a su querida cancha, un lugar donde tenían grandes recuerdos. El problema surgió cuando, al llegar, se encontraron con un grupo de niños mayores que ellos y decidieron acercarse a hablar:
- ¡Ey, chicos! Esta cancha nos pertenece –exclamó Manuel-.
- Nosotros llegamos primero –dijo uno de los chicos-.
Sus amigos se resignaron y estaban por irse pero Manuel, que pensaba en lo injusto de la situación, dijo:
- Esperen. Nosotros vinimos a jugar. ¿Por qué nos tenemos que ir?
Sus amigos mostraron entusiasmo con esas palabras y tomaron una decisión: Jugar un partido de fútbol contra los otros chicos. Ellos aceptaron. Pero, para demostrar que eran superiores, decidieron agregarle un plus al partido:
- El equipo que gana se queda en la cancha. El que pierde, no podrá volver aquí -dijeron-.
Lejos de sentirse intimidados, Manuel y sus amigos aceptaron y se prepararon para jugar. El partido comenzó y en el aire veraniego se percibía un sentimiento único de estos partidos. Por un lado, estaba el miedo a perder. Por otro lado, la sensación de que la victoria era posible.
Los chicos acordaron que el partido se jugaría hasta que la luz de la calle se encendiera por lo que, además de las sensaciones y las emociones, debían luchar contra el calor de aquella tarde. El equipo de Manuel y sus amigos se nutrió del contexto y empezaron a jugar el partido de su vida, como si fuera el último juntos o como si se jugara algo más que una cancha.
A Manuel, desde chico, le había gustado una posición muy difícil. Le gustaba atajar y, entre todos sus amigos, solo él sabía hacerlo de gran manera. El partido seguía muy peleado. Aunque no lo notaran, los chicos estaban sufriendo bajo el sol. El equipo de Manuel estaba ganando.
De repente, el sol comenzó a bajar, lo que significaba que el final del partido se estaba acercando. Como la pelota recorría aire, tierra y, en algunos momentos, agua, los chicos se ensuciaban cada vez más en el transcurso del partido, y Manuel no era la excepción. Sus manos, libres de guantes, estaban cubiertas de barro y su fuerte olor, aunque no le dio importancia. El sol seguía cayendo y, por ende, estaba anocheciendo.
El equipo de Manuel seguía ganando y tenían la presión de cuidar el resultado parcial. No parecía difícil pero el fútbol es impredecible y, en una de las últimas jugadas del partido, el equipo rival consiguió un penal a favor que podía empatar el encuentro. Entre la alegría de unos y la furia y el miedo de otros, el foco se prendió. Todos reclamaban que el penal no debía patearse según lo acordado, pero con tintes de fútbol profesional, decidieron que debía patearse y, en caso de que acabara en gol, el partido continuaría.
En ese momento, Manuel se encontraba solo. El resultado dependía de él y lo sabía. La sensación que recorría su cuerpo era de confianza. Su instinto le decía que él era capaz de atajarlo. Enfrente estaba su rival, casi con la misma pasión que Manuel, decidido a meter ese gol.
El momento llegó, el chico pateó y Manuel voló. En su cabeza pasaban miles de pensamientos. Cerró los ojos y al caer sintió, sobre sus manos de barro, la pelota. Tenía que ser Manuel, con sus manos de barro, él era el responsable de que el partido se jugara y sus amigos, que lo habían acompañados en su iniciativa, también sentían lo mismo.
El equipo se fundió en un abrazo inolvidable, como aquel partido. Sus rivales se fueron y ese verano se vivió distinto porque cada partido, en esa cancha, se jugaba como el partido de la vida.
La opinión del jurado
Terminada la selección del trabajo ganador, los miembros del Jurado ofrecieron su mirada acerca de los escritos de esta 70ª edición de la Beca: “Destacamos la notable creatividad y compromiso de los participantes provenientes de diversos departamentos de Mendoza con obras que reflejaron mundos maravillosos y el poder transformador de la palabra literaria y poética. Los temas fueron múltiples (la amistad, la comunicación, la creación, el valor del tiempo compartido, el miedo, la muerte, la pérdida, el dolor y la alegría, entre otros) como las modalidades ficcionales, aunque prevalecieron los mundos maravillosos y la consigna de la producción permitió un interesante despliegue de recursos narrativos (el suspenso, el misterio, metáforas). ¡Felicitaciones a todos por su dedicación y talento!”
Respecto de la producción ganadora, “se distinguió por su manejo narrativo, elección de palabras y creación de imágenes sensoriales de un modo fresco y fluido, donde sus protagonistas tienen un desafío y logran superarlo” –concluyeron los evaluadores-.
Además, se decidió otorgar una Mención Especial a la producción de Mara Victoria Coria Alonso, que cursó 7º grado en el Instituto “Padre Valentín Bonetti”, de Godoy Cruz.
El Jurado 2024 estuvo integrado por Sofía Criach (Facultad de Filosofía y Letras, UNCuyo), Ivana Carrizo Peñas y Olga Ortega (Facultad de Educación, UNCuyo), Silvina Juri (Edelij, Espacio de Literatura Infantil y Juvenil), Carmen Cuevaz (Colegio Agustín Álvarez), Zulma Calderón (SADE, Sociedad Argentina de Escritores), Alejandro Frías (periodista y escritor), Alejandro Cobo (Medios en la Educación) y Raúl Pedone (editor general) por diario Los Andes.