Hace 11 años, en mayo de 2011, el mendocino Leopoldo Ávalos (quien hoy tiene 43 años) se fue a vivir a Alemania. Lo hizo siguiendo su corazón, para mudarse con Ama –nacida en ese país-, el amor de su vida y a quien había conocido en 2007, mientras ella estudiaba en la UBA como parte de un intercambio estudiantil. Él trabajaba en un hostel de Mendoza cuando se conocieron, y ella había viajado a la provincia aprovechando un fin de semana. En ese momento iniciaron una historia de amor, que durante los primeros 4 años se extendió por mails y Skype, hasta que Leo decidió mudarse a Alemania y reiniciar su vida allá, junto a Ama. “Viajar por amor es el motivo más lindo que hay para viajar”, resume Leo con simpleza a Los Andes desde Múnich, donde actualmente vive con quien hoy es su esposa y ya cumplió 40 años.
También fue –y es- ese amor, aquel que actúa como motor en sus distintos actos cotidianos, el que llevó a que desde el sábado el feliz matrimonio y su perra Lily recibiera y alojara en su casa a una pareja de ciudadanos ucranianos, quienes llegaron refugiados desde su país de origen y luego de la invasión de las tropas rusas en Ucrania. “No lo pensamos dos veces cuando supimos que podíamos inscribirnos para recibir a personas que llegaran de Ucrania. Hay todo un trasfondo familiar de Ama. Porque su papá -mi suegro- Jürgen es un sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial. Él nació en Alemania, en la parte norte. Y cuando Jürgen tenía 4 años y llegaron los rusos a la ciudad, su madre se tuvo que ir con dos niños en brazos y emigrar a otra ciudad, también dentro de Alemania. El abuelo de Ama –papá de la mamá de ella-, en tanto, murió en batalla. Entonces, cada vez que lee o escucha de una guerra o una invasión, a Ama se le mueve toda una célula interna y sabe lo que es que la gente necesite ayuda. También me pasa a mí, pienso lo que debe ser tener mi propia casa y tener que irme de un día para el otro. Me gustaría saber que en ese momento alguien me va a poder recibir con los brazos abiertos. Porque, además, estamos hablando de una guerra, que significa lo peor de la humanidad”, reflexiona en voz alta el mendocino, quien estudio y se recibió de programador en Alemania.
Con humildad, perfil bajo y –por sobre todas las cosas- mucha humanidad, Leo deja en claro que no siente que estén haciendo un sacrificio o algo que les valga un reconocimiento sobredimensionado. “Sentimos que estamos haciendo algo bien, pero –al mismo tiempo- es lo que hay que hacer porque podemos. No me siento que seamos los merecedores de la llave de oro de la ciudad o algo por el estilo. Si podemos hacer algo, ¡lo hacemos! En su momento donamos plata para ayudar a los animalitos refugiados que llegaban de Ucrania también. Si me preguntás, se siente bien hacer lo que estamos haciendo, pero porque es lo correcto”, resume Leo.
De hecho, el mendocino reconoce que están hasta autorizados a pedir ayuda al Estado al haberse anotado como receptores de personas que necesiten un techo, aunque aclara que no tienen ninguna intención ni necesidad de pedirla. “Solo queremos ayudar, estamos en una posición en la que podemos y queremos hacerlo”, resume con humildad.
Familia ampliada
Hasta el sábado, en el departamento ubicado en Múnich, vivían 3: Leopoldo, Ama y Lily, la perrita que tiene 6 años y que llegó de Grecia hace un par de años para vivir con el matrimonio. Sin embargo, ese día se sumaron bajo el mismo techo Victoria (36), Andriy (32) y Timo, el gatito de ambos, quien ya tiene 13 años y que en estos primeros días ha demostrado llevarse muy bien con Lily. Hasta que comenzó la invasión de Rusia a Ucrania, los 3 nuevos inquilinos vivían en Járkov. Pero, luego del inicio de la guerra, debieron emigrar y se convirtieron en refugiados nómades.
“Ni bien empezó la guerra, averiguamos qué se podía hacer para ayudar. En Alemania, el Estado ha creado unas páginas webs donde uno se puede inscribir y ayudar con las distintas cosas que se necesiten (ya sea desde donar plata, ropa o hasta poner a disposición la casa). Nosotros nos anotamos en un portal de la ciudad de Múnich y, como tenemos un departamento de 3 habitaciones, ofrecimos una habitación completa, con cocina y baño en común. Entre las opciones, decidimos priorizar a gente con hijos muy chiquitos o que esté con animales”, explica Leo, quien no puede dejar de lado la empatía. “Si yo tengo que salir con mi mujer ante un problema, no voy a dejar a Lily abandonada”, agrega.
Luego de inscribirse como voluntarios para recibir a ciudadanos que lleguen de Ucrania –y antes de saber quiénes vivirían con ellos siquiera-, Ama y Leo reacondicionaron una de las habitaciones del departamento. Compraron dos camas con sus colchones y quedaron a la espera de que se los llamara. En el medio, mientras se preparaban a sí mismos y a la casa para recibir y brindar ayuda a quien lo necesitara, la mujer se contagió de Covid-19, por lo que debieron pausar a la fuerza todos los preparativos.
“Cuando Ama pasó el Covid-19 y reactivamos todo, nos llamaron primero para avisarnos que tenían una familia entera para alojar. Pero no podíamos, porque el departamento no es muy grande. Así fue como el sábado nos llamaron de nuevo, y esta vez nos avisaron que había una pareja con un gato y que venían de Járkov, una ciudad que está en el extremo este de Ucrania y que fue una de las primeras en ser ocupadas. Y nos pusimos a su disposición de inmediato”, reconstruye Leo.
Felices los 6
Ni bien los llamaron, Ama y Leo fueron a buscar a Victoria y a Andriy ese mismo sábado. Y lo primero que hicieron cuando los nuevos compañeros de departamento acomodaron sus cosas en el hogar, fue comer, abrir una botella de vino y brindar los 4 (aunque de esa emotiva primera reunión como familia participaron también las dos mascotas, Lily y Timo). “Victoria llegó hace dos semanas a Múnich, pero estaba en otra casa. El tema es que el sábado llegó su pareja –venía de estar en Polonia-, y cuando la mujer que le daba alojamiento a Victoria supo que llegaba Andriy, le dijo no podían quedarse los dos en la casa. Así fue como llegaron a nosotros”, cuenta Leo, quien trabaja como programador. Ama, en tanto, se encarga de las auditorías internas de una importante compañía seguradora de Alemania.
Esa primera noche, luego de tantas idas y vueltas y ya relajados al estar en su nuevo hogar, la pareja ucraniana se quedó dormida prácticamente en el acto y en su nueva habitación. “Les hicimos un breve recorrido por el departamento para mostrarles su cama, su habitación y el baño y les dijimos que se relajen. A la mañana siguiente nos agradecieron muchísimo por la buena atmósfera, por aceptarlos con el gato y, con mucha educación, nos preguntaron las reglas y horarios de la casa. Son bastante tímidos, por lo que nosotros los escuchamos en todo lo que nos tienen para contar –él habla un poquito de inglés-. Eso sí, no les hicimos preguntas. La idea es que ellos hablen de lo que quieran”, sigue el mendocino desde Múnich, donde la diferencia horaria es de 4 horas (más tarde que en Argentina).
Ya instalados en el departamento de Ama y Leopoldo, el 24 de abril los ciudadanos ucranianos comenzarán a hacer un curso de alemán costeado por el Estado. Además, Andriy y Victoria ya iniciaron también la tramitación de la residencia alemana para poder conseguir un permiso de trabajo.