Un merendero de La Favorita pide ayuda y temen desborde

Norma Moya, a cargo de un centro de referencia, admite que esta segunda ola de coronavirus y la crisis que conlleva ya se hace sentir en los sectores más vulnerables.

Un merendero de La Favorita pide ayuda y temen desborde
Los que trabajan en el comedor solidario Arco Iris han notado que semana a semana crece la demanda de quienes se acercan a pedir comida al lugar. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

A Norma Moya nunca le sobró nada, pero se le partía el corazón cada vez que observaba un niño con hambre en su barrio, situado en La Favorita. Con alma de líder y espíritu inquebrantable, comenzó a avizorar en 2010 la manera de asistirlos. Pensó en la importancia del deporte y también en amasar tortitas para amenizar la tarde y llenar el estómago.

Con la ayuda de sus hijas y otros voluntarios, la iniciativa se fue haciendo cada más grande. Tanto, que aún le cuesta creer que hoy se acerquen a retirar sus raciones nada menos que 165 personas, entre niños, adultos y adultos mayores.

Porque el merendero y comedor Arco Iris -que nació en el barrio Andino, pero luego se trasladó a la Manzana 3, Casa 23 de El Triángulo- se consolidó de tal manera que hasta tiene una edificación de material y su personería jurídica está a punto de finalizarse.

Luego de más de 10 años de labor ininterrumpida, Norma sigue volcando el cuerpo y el alma en su “misión”, tal como la describe, aunque hoy su preocupación se centra en la segunda ola de coronavirus y en las dificultades económicas que pueda generar.

“Si bien hablo en nombre del comedor que represento, esto sucede en todos los centros comunitarios que se sostienen gracias a la Providencia. La ayuda del Estado no es suficiente y me angustia no saber si contaremos con lo necesario en este invierno y en contexto de pandemia”, reflexionó. Remató: “No estamos preparados para lo que viene”.

Por eso, Norma pidió a la comunidad colaboración para que no se agoten especialmente los alimentos, aunque también solicitó donaciones de ropa de abrigo, calzado, mobiliario, sábanas, mantas, frazadas, útiles escolares, alcohol en gel, elementos de higiene y leña, entre otros.

Norma Amaya, tiene el comedor Arco Iris  en el Barrio la Favorita, en donde da de comer a 160 niños dos veces por semana.
Norma Amaya, tiene el comedor Arco Iris en el Barrio la Favorita, en donde da de comer a 160 niños dos veces por semana.

Recordó Norma que ni siquiera en 2001 había observado una situación tan acuciante y advirtió que la cuarentena fue “un antes y un después”. “He visto gente, que siempre había trabajado y jamás había tenido que pedir comida, hacer fila para retirar su vianda. La gente quedó fuera del sistema y se acabaron las changas”, dijo.

Superada en principio la etapa más crítica de la cuarentena y merced a la gran ayuda de la comunidad, se asistieron a muchísimas más familias de las que alguna vez se imaginó. “Pero ahora -confiesa- estoy angustiada nuevamente. La pobreza se acrecienta y no me siento preparada”.

“Hemos dado batalla siempre, desde el primer día en que comenzó el aislamiento y seguiremos poniendo el cuerpo y el corazón porque es nuestra forma de vida”, aclaró.

Ejemplificó con familias enteras que le han golpeado la puerta en cualquier momento del día por una simple taza de leche. “Jamás le hemos negado nada a nadie y muchas veces no nos alcanza, pero damos respuesta igual, de acá nadie se va con las manos vacías”, dijo. Más allá de la tarea cotidiana de asistir con alimentos, se cumple una tarea mucho más abarcativa.

“Brindamos refugio, se hacen tareas escolares y en breve, cuando nuestra obra quede finalizada, se dictarán talleres”, anticipó.

Manos a la obra

En este mismo comedor, conmovidos por un artículo periodístico que daba cuenta de las necesidades extremas que existían, un grupo de arquitectos mendocinos con vocación de servicio puso manos a la obra y comenzó una misión solidaria: levantar un salón de usos múltiples.

Aquella nota, publicada en el invierno de 2018, expresaba el frío que padecían los niños que se acercaban a recibir su almuerzo. Un lugar humilde donde el techo de nylon solía volarse con un ventarrón.

Fue entonces cuando nació esta ingeniosa red solidaria que inició la dirección de obra y comenzó a levantar un salón para distintos usos, además de dos sanitarios.

Manos a la Obra es un grupo integrado por un nutrido grupo de arquitectos que han conseguido reunir materiales para levantar la construcción pero que aún necesitan más para poder finalizarla antes del clima más riguroso. “Apelamos a la solidaridad de particulares, arquitectos, empresas y personas que tengan sobrantes de obras en su poder”, dijo Norma.

Más allá del uso del espacio, que será de comedor y merendero, Arquitectos en Acción proyecta brindar allí capacitaciones en oficios, como albañilería, carpintería, electricidad y materiales secos.

También procurarán mediar para generar talleres sobre violencia de género, profilaxis, embarazo adolescente, educación sexual y odontología, entre otras, apuntó la licenciada Bermejo.

PARA AYUDAR

Quienes puedan realizar donaciones en materiales de la construcción, ropa, abrigo y alimentos pueden comunicarse con Norma Moya al 261 6515301.

El Estado debió cuadruplicar la asistencia

El subsecretario de Desarrollo Social de la Provincia, Alejandro Verón, admitió que durante la pandemia la asistencia del Estado se triplicó y, en algunos casos, se cuadruplicó y en tal sentido garantizó se seguirá acompañando a los sectores más vulnerables durante el presente año.”La economía se detuvo y aumentó la franja de pobreza de un 30% a un 44% por eso nuestro foco está puesto en controlar la parte sanitaria, garantizar la alimentación y generar empleo genuino para bajar los índices”, advirtió. Mendoza no estuvo ajena a la crisis sin precedentes provocada por la cuarentena, sobre todo teniendo en cuenta, dijo, que el principal generador de empleo es el sector privado. “Por eso la asistencia alimentaria se ha sostenido y seguirá reforzándose en 2021”, aseguró. Y cerró: “A diferencia del año pasado, cuando no conocíamos el virus, hoy tenemos más experiencia para mantener un equilibrio entre el contexto económico y el sanitario”.

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