A 70 kilómetros de la ciudad de Santa Rosa (La Pampa), y en el medio de la nada, se encuentran las instalaciones de Special Missions. En un momento en que se debate acaloradamente sobre los terrenos de las bases china y estadounidense en la Patagonia argentina, en estas 300 hectáreas funciona uno de los centros de entrenamiento en seguridad más vanguardistas, no solo de Argentina, sino de toda América Latina.
“La casa más próxima está a 40 kilómetros, por lo que realmente está en medio de la nada”, cuenta su propietario y responsable, Javier Catoni (51), formado en seguridad, instrucción y entrenamiento militar y quien ha trabajado como agente de seguridad para algunas de las familias y personalidades más destacadas y poderosas, no solo en Argentina, sino en Estados Unidos, Inglaterra. España, Medio Oriente y otros países.
Desde 2018 -y contando-, este hombre nacido en Buenos Aires y radicado en La Pampa hace 12 años le va sumando detalles, equipamiento y servicios a su base, ubicada en medio del campo pampeano. “Yo no vivo en el lugar, vivo en la ciudad y voy y vengo. Pero hay gente permanentemente, ya que es una zona de acceso restringido y donde hay material y tecnología de última generación”, cuenta Catoni a Los Andes.
Con una extensión de tres kilómetros cuadrados (300 hectáreas), la base de entrenamiento militar (privada) ubicada en medio del campo pampeano es la más grande y completa de América Latina.
“Tenemos efectos especiales de todo tipo y el realismo es absoluto. Hay una ‘mini city’ donde se hacen prácticas de tomas de rehenes, de allanamientos y operativos de seguridad. Solo la ciudad tiene dos manzanas, que se suma a un sistema de lluvia artificial, un sistema de efectos de humo y otros de explosiones”, destaca Catoni.
El predio cuenta, además, con un helicóptero con un sistema de cámaras y domo en la nariz, lo que permite identificar una patente o un rostro a 10 kilómetros de distancia. Además, permite identificar imágenes termales de día y noche, transportar tropas, trasladar perros de rescate y realizar evacuaciones médicas.
“Hay, además, 2 aeronaves de ala alta que se usan para lucha de fuego, traslados sanitarios y vigilancia aérea. En el lugar hemos capacitado a agentes de todo el mundo y también realizamos servicios customizados y a acorde a las necesidades que nos solicitan”, detalla el responsable del lugar, quien llegó a desempeñarse en la seguridad de la Familia Real Británica y de la Corona Española.
También se han entrenado con este sistema delegaciones de fuerzas de seguridad de Brasil, Estados Unidos, Israel, España, Inglaterra y Venezuela, ya sea con comitivas que se instalaron en el predio o con personal de Special Missions que viajaron a estos países.
“Estamos buscando despertar el interés de la parte política, nos gustaría que el presidente Javier Milei o la vicepresidenta Victoria Villarreal vengan a visitar el campo de entrenamiento, así como también los ministros de seguridad de distintas provincias. A nivel institucional están todos fascinados, recibo cartas y mails pidiendo poder utilizarlas. Pero es una decisión que no viene de la Policía, sino de los ministerios de Seguridad, es una decisión política”, resume Catoni.
Un episodio casi accidental, aquel que lo encontró a Catoni antes de cumplir 19 años a menos de dos cuadras del edificio de la Embajada de Israel cuando tuvo lugar el atentado en 1992, fue lo que despertó el interés de este argentino por trabajar ayudando en la seguridad. Y lo que le permitió descubrir su verdadera vocación.
LA EXPLOSIÓN QUE CAMBIÓ SU VIDA
De joven, Javier Catoni pasó por dos especialidades de Ingeniería en lo que fue su formación académica. Completó primero 5 de los 7 años de Ingeniería Biomédica -lo que le permitió obtener el título intermedio de la tecnicatura-, y luego hizo 5 años de Ingeniería en Sistemas. Sin embargo, nunca ejerció en esta profesión.
“Fue un poco por el legado y la presión familiar que estudié Ingeniería, pero nunca ejercí. Aunque uso esa formación como herramienta laboral”, se sincera. “Pero mi vocación estaba en otro lado, en ayudar al más débil”, agrega.
Y es que fue antes de inscribirse en las dos Ingenierías cuando Catoni supo dónde estaba su verdadera pasión, aunque -al principio- no tuvo la entereza para plantarse ante los mandatos familiares.
El 17 de marzo de 1992, en el mismo momento en que la Embajada de Israel -ubicada sobre calle Arroyo de CABA- era blanco de un atentado terrorista, Javier Catoni (quien no había cumplido 19 años aún) se encontraba a menos de dos cuadras de la sede diplomática.
“Al momento de la explosión, yo estaba en las cercanías de la Embajada de Francia, a menos de dos cuadras. Y por la onda expansiva, recuerdo que volé y caí al piso aturdido. Hasta que me volvieron los sentidos en sí, yo veía humo, polvo, griterío y gente corriendo por todos lados”, rememora Catoni sobre aquella fatídica jornada.
Sin saber por qué, Javier Catoni salió corriendo entonces en dirección contraria a la que seguían todos los transeúntes por entonces. Mientras que la multitud huía de la zona donde acababa de explotar la bomba, él -inconscientemente- corría en dirección al epicentro del atentado.
“Ya cuando me metí en calle Arroyo y no se veía nada, me choqué con una persona de frente. Caímos los dos y ese fue el balde de agua fría, me di cuenta de que no sabía qué hacía en el lugar y que tenía que ir para el otro lado. Pero terminé escarbando con mis propias manos, entre los escombros, buscando gente. Hoy que lo pienso, fue una inconsciencia. Lo primero que te explican en los entrenamientos de rescates es que podés generar un aplastamiento pisando en los escombros”, sigue el empresario argentino. “Casi que por accidente descubrí mi pasión”, acota.
Más allá de que luego estudió las dos Ingenierías, nada volvió a ser lo mismo para él. Poco a poco se fue intensificando su pasión por la práctica del tiro deportivo, por las actividades recreativas al aire libre y los campamentos y escalada, todas actividades que eran opuestas a permanecer encerrado en una oficina.
SU PRIMER TRABAJO COMO CUSTODIO DE SEGURIDAD
Ya en el 2000, mientras Javier Catoni practicaba en un polígono de tiro de las afueras de la Provincia de Buenos Aires, vivió otro episodio que -aunque no lo sabía en ese momento- terminaría por marcar su vida y por encausar su camino.
“Yo estaba tirando y había una persona de traje al lado mío. Yo veía que esa persona estiraba su cuerpo para mirar lo que hacía yo. Hasta que en un momento este hombre me tocó el hombro –no es un entorno de interrumpir mucho- y me preguntó si venía siempre, si me dedicaba a la seguridad. A mí me molestó la intromisión y medio que le corté un poco la charla y seguí con lo mío. El tipo se fue y cuando llegué a la recepción me dijeron que él me había dejado su tarjeta y que era quien estaba a cargo de la custodia de la familia Pérez Companc”, repasa Catoni.
Ese mismo día, Javier Catoni se contactó con este hombre a quien había conocido en el polígono de tiro y comenzó a participar de entrenamientos y actividades con todo el equipo. Seis meses después se sumó al equipo de la custodia.
Fue en ese mismo momento en que logró plantarse frente a su familia y las imposiciones y mandamientos, y confesar públicamente que lo suyo no había sido nunca, ni era ni sería jamás la ingeniería. “No fue fácil”, recuerda.
Con la familia Pérez Companc, una de las más poderosas y acaudaladas del país, Catoni inició su camino en el entrenamiento y la formación en técnicas militares de seguridad.
“Invertían mucho en capacitaciones, en distintas partes del mundo, y dos o tres veces por año mandaban a los mejores (por puntaje) a hacer cursos de maniobras de vehículo, de manejo de situaciones ante un choque y vuelco y técnicas de armamento y defensa personal. Yo pude ir casi siempre”, agrega.
Esta primera experiencia le abrió las puertas a la oportunidad que le permitiría a Catoni levantar vuelo propio y crear su propia empresa, aquella misma que ofrece su entrenamiento y personal de seguridad, así como también las instalaciones ubicadas en el campo de La Pampa.
Y es que el argentino desembarcó en una empresa multinacional de Estados Unidos que llevaba adelante trabajos -siempre de seguridad- referidos a la lucha contra el lavado de dinero, a funciones de forenses informático y legal, y de seguridad en sí.
“Era un rubro nuevo y fue mi gran nicho de despegue. Empecé a trabajar en seguridad patrimonial, seguridad electrónica, seguridad VIP y defensa. Y así fue mi entrada al mundo, me nombraron director mundial de la empresa y manejábamos casos de 54 países en distintas zonas críticas”, sitúa su relato ya entre los años 2005 y 2006.
También fue en ese momento en que perfeccionó su manejo del inglés (casi como idioma nativo), y también del francés, del alemán y lo básico del árabe. Fueron casi 8 años trabajando para esta multinacional, la que le permitió al argentino -entre otras cosas- desempeñarse como jefe de custodios de un jeque y un príncipe, hijo del dueño de la gran mayoría del petróleo en Arabia Saudita.
También estuvo a cargo de la seguridad de algunos de los nombres incluidos dentro de la lista de las 50 fortunas más importantes del mundo, según Forbes. “Estábamos en la seguridad de personas que, en sus casas, tenían cuadros de Van Gogh o de Rembrandt como cualquiera de nosotros tendría colgada una campera en un perchero”, confiesa.
SU FORTUNA Y SU EMPRESA PROPIA
El trato directo con algunas de estas personalidades tan influyentes animó a Javier Catoni a crear su propia empresa y a ofrecer sus servicios sin intermediarios.
“En la empresa estaba con un sueldo, que era muy bueno. Y trabajamos con diversas personalidades poderosas. Así me encontré en una encrucijada donde estas personas me decían que ellas querían el vínculo directo conmigo, que tenían confianza absoluta. Incluso, una de estas personas me planteó que me podía contratar directamente a mí, que yo iba a ganar muchísimo más y a él le iba a salir mucho más barato a él. Todos ganamos”, continúa Catoni.
El argentino tenía todas las cartas para jugar en su poder, y para armar su propio círculo con sus clientes. Así fue como dejó de ser empleado de una empresa para convertirse él en su propia empresa, y ese fue el punto de partida de Special Missions.
“Pude hacer mi propia fortuna, pero la empecé de cero, nunca me dieron nada. No heredé nada, no gané el Loto, no la encontré tirada ni me la robé. La hice yo, junto con quien era mi pareja y hoy es mi esposa, quien me acompaña en el crecimiento. En una época juntábamos todo el mes para ir el domingo a comer una hamburguesa, y también eran épocas felices, porque el dinero no tiene nada que ver con la felicidad”, reflexiona, mirando un poco hacia atrás.
Ya como independiente, Javier Catoni prestó sus servicios como custodio en el Palacio de Buckingham en la época posterior a los atentados de 2005 en los subtes de Inglaterra, y también prestó sus servicios en Madrid.
“En los Juegos Olímpicos de Londres 2008 coordiné toda la seguridad y también en esa época trabajé con la Familia Real de España, con jeques y empresarios multimillonarios. Ya había vuelto para instalarme en Argentina, pensando un poco en el proyecto familiar, pero viajaba cada 3 o 4 meses por todo el mundo. Poco a poco pude ir siendo más selectivo con los clientes y fui reduciendo el tema de viajes también”, sigue.
LA IMPONENTE BASE EN EL CAMPO DE LA PAMPA
Tras una década trabajando como independiente, Javier Catoni logró hacer una importante diferencia económica y, lejos de quedarse de brazos cruzados, invirtió y diversificó, siempre pensando en el momento en que se retirara de lo que aún hoy es su vocación.
“Empecé a invertir en bienes raíces, hice inversiones bursátiles, en aeronáutica (tenemos una empresa de chárter), y todo lleva su continuidad laboral actualmente. Esto es lo que hace que los consumos se autoabastezcan inmediatamente”, resume.
Ya con dos hijos y una vida más familiar, Catoni decidió dejar el ruido y el temor imperante en su rutina de Buenos Aires para instalarse en La Pampa. Y allí empezó a tomar forma el proyecto del campo de entrenamiento, sin abandonar sus tareas de capacitación “on demand”, viajando a los países donde lo contrataban.
“La base resultó como una especie de resumen de esta falta de actividad que venía experimentando, de estar ahí palpando lo que tanto había sido mi vocación. Empezamos a capacitar fuera del país a fuerzas, grupos de seguridad del sector privado. Había petroleras que nos contrataron en Medio Oriente para brindar todo lo que era la seguridad, porque estaban (y están aún hoy) ante un gran riesgo de secuestro de un ejecutivo. Con eso se financia el terrorismo”, resume Catoni.
En la base de La Pampa ya se preparan para la llegada de una aeronave única en el país, un helicóptero MD530F, versión militar. “Los pocos helicópteros que había acá son de 1970. Este es 2025, va a ser el único y se van a hacer demostraciones para otros países de América Latina que lo quiera adquirir, nosotros vamos a ser nexo. Ya está en fabricación y va a llegar a fin de año”, adelanta Catoni.
Es él mismo quien se encarga de hacer los planos de ampliaciones y modificaciones de la base de Special Missions. Y no deja de soñar con que, a futuro, puedan alcanzar convenios con el Gobierno nacional y con distintos Ejecutivos provinciales para entrenar a las fuerzas de seguridad de manera oficial.
“A raíz de toda la preparación a las fuerzas de seguridad de afuera, decidimos devolver un poco a la vida y brindar conocimientos con nuestra base. El servicio que ofrecemos no es una actividad con fines de lucro para fuerzas nacionales, aunque implica cubrir gastos de alimentación y munición. Y la munición, para un empleado de la fuerza pública, es extremadamente cara. Porque 50 municiones valen entre 20.000 y 40.000 pesos y nosotros usamos, mínimo, entre 500 y 700 municiones, no alcanza el sueldo promedio. Por eso necesitamos los convenios y la voluntad política”, sigue.
Entre algunas de las familias y apellidos a los que este argentino y su empresa han ofrecido sus servicios de custodia y seguridad sobresalen -además de los ya mencionados Pérez Companc- el grupo Werthein, la familia Caniggia, Alan Faena, Amalita Fortabat. Incluso, fuera del país también han trabajado con artistas como Ricky Martin y Madonna.
ARGENTINA EN LA GUERRA ENTRE IRÁN E ISRAEL: “AGITARON EL AVISPERO SIN TENER EL INSECTICIDA EN LA MANO”
Desde su punto de vista especializado en entrenamiento militar, el argentino Javier Catoni se refiere -además- a la declaración del Gobierno argentino, quien abandonó la neutralidad que lo había caracterizado en conflictos bélicos anteriores y apoyó a Israel en su declaración de guerra contra Irán.
Esto motivó que se elevara el nivel de alerta antiterrorista en Argentina y que se reforzara la seguridad en aeropuertos, edificios diplomáticos y clubes o sedes sociales vinculados principalmente a Israel y Estados Unidos ante una eventual represalia de Irán.
“No hemos participado activamente de la lucha antiterrorista en Argentina, aunque sí en Madrid, Londres, Venezuela y Colombia. La lucha contra el terrorismo o los narcos son moneda corriente para nosotros, son nuestros fuertes, ya que estamos en condiciones, conocimiento y capacidades para brindar servicios antiterroristas”, destaca Catoni.
Y va más allá al considerar que no fue oportuna la declaración del Gobierno de Javier Milei.
“Según mí parecer, hoy en día con las declaraciones y afirmaciones que se han hecho, es como que le han pegado a un avispero, lo han enardecido y no están en condiciones de contrarrestar cualquier situación. Le pegaste un avispero y no tenés el Raid en la mano. Se manifiesta un total apoyo a un frente y lo único que se hace es enardecer a la contra. Se abrió la puerta, pero el país no está preparado. Entonces pasamos a ser enemigos por afinidad”, piensa, en voz alta, Catoni.
“No hay políticas de antiterrorismo adecuadas en Argentina”, redondea.
Otra de las intervenciones del Gobierno nacional en materia de seguridad tuvo que ver con el anuncio de intervenir con fuerzas nacionales ante la amenaza de los narcos en Rosario. Para este plan, el Ministerio de Seguridad de la Nación y el Ministerio de Defensa sí consultaron a Catoni y los referentes de Special Missions.
“Estamos esperando que nos den luz verde y empuje político para empezar a participar allí. Hace unos meses estuvo en una situación crítica, se decidió si las fuerzas militares pueden dar apoyo y ahora se va a discutir una ley para ver si las fuerzas militares pueden salir a controlar la conmoción interior. Pero, para eso, se necesita una ley para capacitar a las fuerzas militares para la lucha contra el narcotráfico y la delincuencia. Y no es una cuestión de días o semanas”, concluye.