Nada ha sido fácil en la vida de Yésica Marcos, la ex campeona mundial de boxeo en categoría Supergallo de 35 años y quien –además- es la mejor boxeadora de la historia de Mendoza, y una de las mejores de Argentina. Con 12 años se fue de su casa, vivió la oscuridad desde cerca (más que desde cerca, desde adentro directamente), tocó el cielo con las manos en sus años dorados y luego volvió perder todo, una vez más.
Desde hace casi 3 meses, la sanmartiniana vive en una precaria casa de palos, nailon y chapas levantada por ella misma, en un terreno que le consiguió su hermano. Allí “hace la supervivencia” –según sus palabras- con lo puesto, ganándose la vida dando clases de boxeo y haciendo changas de cosecha en fincas y de limpieza en terrenos. Hace casi dos meses su duro presente salió a la luz, lo que motivó una serie de cadenas y acciones solidarias encabezados por mendocinos y mendocinas que hicieron de todo –y más- para que Yésica pueda conseguir material y vuelva a levantar su casa. Pero, como evidentemente nada está destinado a ser fácil en la vida de Marcos, ahora otra situación trabó el sueño y la meta de volver a ponerse de pie de “El Bombón Asesino”.
Porque con la ayuda de los demás –que incluyó una masterclass de boxeo dictada por ella en el Polideportivo de Luján-, Yésica Marcos consiguió una importante cantidad de material de construcción para comenzar a levantar su anhelada casa. Pero recientemente apareció un nuevo conflicto: la titularidad del terreno abandonado en el que está viviendo desde hace ya más de 3 meses.
“No he podido avanzar todavía, no he podido empezar a construir. Porque ahora han aparecido unas personas que dicen que son las dueñas de este lugar, y eso ha llevado a un nuevo problema”, resume con su simpleza y humildad característica la boxeadora, quien fue campeona mundial de la AMB y OMB y vivió su momento de mayor esplendor entre 2009 y 2013.
“Tengo todas las cosas para construir acá, pero no puedo empezar a construir hasta que no se resuelva esto”, agrega. De hecho, así como le tendieron decenas de manos para ayudarla a comenzar a salir de la oscuridad, también en esta tara se han comprometido desde su entorno a ayudarla. “Me dijeron que iban a averiguar la situación del terreno y qué se puede hacer, pero mientras tanto no puedo hacer nada”, sigue Yésica, quien sigue resguardada debajo de su “casa de cristal” –como ella bautizó a su humilde vivienda- y que tiene hasta un espacio para que se resguarden sus 8 perros.
Durante las últimas semanas, su actividad laboral se reactivó un poco más. “Además de las clases de boxeo, estoy trabajando en la pileta de la colonia de verano de San Martín. Además, para Navidad, Año Nuevo y Reyes estuve trabajando en una juguetería de San Martin”, enumera Yésica.
Nadie dijo que sería fácil
El mundo entero conoció a Yésica Marcos entre 2009 y 2013 como “El Bombón Asesino”. Por esos años fue la mejor boxeadora argentina, tal vez comparable con Marcela “La Tigresa” Acuña, para quien –indudablemente- todo era más fácil, con todo un aparato y las luces de Buenos Aires resaltándola e iluminando su camino. A más de 1.000 kilómetros de Buenos Aires y de todo el circuito de La Tigresa, El Bombón Asesino metía 45.000 personas en una de las peleas que la tuvo como protagonista en el Polideportivo Gustavo “Torito” Rodríguez, de San Martín (Mendoza).
Por aquellos años, Yésica se rodeó de todo tipo de personas. Aquellas que la habían ayudado a salir de la vida jodida y la ayudaron a llegar hasta ese lugar, pero también aquellos que se sumaron y quisieron pegarse a las mieles del éxito, la fama y la gloria. Ellos son, en parte, los responsables del duro presente de Yésica. “En parte”, porque la propia boxeadora reconoce que gran parte de la responsabilidad le corresponde a ella, ya que dejó que otros tomen decisiones por ella para no preocuparse por ciertos temas engorrosos.
Quienes le soltaron la mano y esa serie de decisiones desacertadas llevaron a que Marcos perdiera, no una, sino dos casas que ella misma pudo construir (una en su San Martín natal y otra en San Luis). Así fue como no tuvo otra alternativa que ir a probar suerte con el boxeo fuera de Mendoza, primero en Chile y luego en San Luis. Pero nada volvió a ser lo mismo. Incluso firmó un contrato con un “fabricante de mentiras” –como canta Sui Generis-, quien le prometió –literalmente- una mansión. Aunque debió conformarse, por el momento, con el “ranchito” de chapa, nailon y madera.
Tras perder esas dos casas y regresar a Mendoza, Yésica Marcos estuvo viviendo un tiempo “de prestada” en una pieza de la casa de su cuñada. Pero debió irse, porque la familia necesitaba esa habitación también. Así fue como llegó al terreno ubicado al costado de la ruta 40, en las afueras de la Ciudad de San Martín. Y es precisamente esta parcela donde se instaló en la que ahora asoma un nuevo conflicto, el mismo que no le permite construir la casa que tanto ha soñado (y sigue soñando).
Cadena de favores
Luego de que se conociera públicamente el difícil momento que atraviesa la ex campeona del mundo, la cadena de solidaridad de mendocinos y mendocinas que quisieron y pudieron tenderle una mano para ayudar no se hizo esperar. Lo primero que consiguió la boxeadora fue un teléfono, ya que tenía uno reventado y en el que ni siquiera podía ver la pantalla, por lo que leer o responder WhatsApp era una misión imposible y a duras penas podía atender o hacer algún que otro llamado.
Sin embargo, uno de los eventos que más trascendencia tuvo de todos los que surgieron en las últimas semanas, fue la clase maestra organizada por el gimnasio FPKB Kickboxing el 18 de diciembre en el Polideportivo de Luján. La entrada tuvo un valor de 400 pesos y participaron 125 personas. Lo recaudado, sumado a las donaciones de distintas empresas constructoras, permitió que Yésica Marcos pudiera recaudar más de 50.000 pesos en materiales de construcción.
Todos estos insumos fueron trasladados el martes 21 de diciembre. Y son estos mismos los que reposan desde entonces en el terreno donde viven Yésica, sus 8 perros y su gatita. Porque, cuando se disponía a comenzar con la construcción, salió a la luz el reclamo de quienes dicen ser los dueños del lugar.
“Todo surgió unos días antes de que me entregaran el material. Por suerte ya tengo casi todo lo que necesito para construir, quizás me faltarán un par de chapas más y algo de hierro, pero la mayoría está. Ahora estoy a la espera de que se resuelva lo del terreno para comenzar”, sintetiza con un tímido entusiasmo y optimismo.