Porfín es el nombre del perro protector que acompaña a Rolando “Rolo” Araya (42), a Eli Mercado (31) y a su piño de cabras todos los días en el puesto Los Arroyos, ubicado en Coihueco Norte y a 65 kilómetros de la ciudad de Malargüe. La denominación de “perro protector” no tiene que ver solamente con una descripción simbólica de sus funciones, sino que es uno de los perros que han sido preparados y criados para tal fin, ya que se trata de aquellos canes que -con menos de 5 meses- son incorporados a los rebaños del ganado caprino para que se integren como parte de él y, de esta manera, mantengan alejados a otros grandes predadores de chivos y cabras (como pumas y zorros).
Esta función, para la que han sido y son especialmente criados estos perros -como parte de una de las herramientas con que se intenta lograr la convivencia entre los productores ganaderos y los predadores- se ha convertido en fundamental en la supervivencia de los chivos. Tanto que el mismo Porfín fue un actor fundamental para que cerca de 30 cabras que se encontraban a campo abierto sobrevivieran en medio de un temporal de viento y nieve, resguardados en la cueva al filo de una barda y durante 10 días en los que estuvieron solos hasta que pudieron ser rescatados por sus dueños.
“El temporal sorprendió a las cabras en el campo y nunca pudieron regresar al puesto, pero el perro protector se quedó con ellas todo el tiempo. Nosotros tratamos de hacer el camino durante varios días para buscarlas, pero teníamos que llegar hasta un determinado lugar y volver ya que era imposible seguir de la cantidad de nieve. Hasta que llegamos a una barda y ahí vimos que estaba el Porfín, que había salido a buscarnos y, a la vez, nos hizo que lo siguiéramos para rescatar a las cabras en la cueva”, cuenta Eli Mercado, quien vive en el puesto Los Arroyos con Rolo Araya, aunque -como trabaja en la Municipalidad de Malargüe- pasa algunos días “abajo” de la cordillera.
Cuando ingresaron al improvisado refugio, encontraron a unas 30 cabras con vida, aunque había otras 40 que no habían soportado las bajas temperaturas y habían fallecido (así como también algunos de sus fetos)
“No sabemos cómo se mantuvo con vida el perro, pero para nosotros fue una desgracia con suerte. Porque, por un lado, perdimos a muchos animales. Pero, por otro lado, pudimos mantener al perro y a algunas cabras. Y desde el primer momento supimos que, si quedaban algunas cabras con vida, el Porfín iba a estar con ellas”, cuenta Eli.
Ella y su esposo perdieron más de la mitad del “piño” (así se llama al grupo de cabras y otros animales) con el temporal de fines de agosto. De los 400 que tenían como parte de su producción ganadera, más de 200 -contando adultos y crías- fallecieron como consecuencia de las nevadas. Y de esas, cerca de 40 no lograron salir de la cueva donde estaban refugiadas junto al perro protector Porfín.
“Cuando el perro nos vio, nos pidió que lo siguiéramos. Y así pudimos llegar al lugar donde estaban refugiados y pudimos salvar a unas 30 cabras que estaban al resguardo. Pero hubo otras que no habían sobrevivido, por lo que tuvieron que quedarse ahí. Y cuando nos íbamos con las que se habían salvado, el Porfín se volvía a la cueva para buscar a las demás o quedarse con ellas. Tuvimos que hacerlo volver nosotros varias veces”, recuerda Eli.
PORFÍN, EL PERRO PROTECTOR
Si bien el puesto Los Arroyos se sitúa a unos 65 kilómetros de la ciudad de Malargüe, el lugar donde el duro temporal de viento y nieve sorprendió a las cabras pastando se sitúa 20 kilómetros más hacia el lado de la cordillera del lugar donde viven los Araya Mercado. Allí se crió Rolo, ya que antes vivieron sus padres en el lugar.
La actividad caprina es el principal sostén de la familia, y dada la cantidad de animales que tienen, las cabras (o chivos) suelen salir a pastar campo abierto, para regresar luego. Es aquí, entre otras cosas, donde entran en juego los perros protectores y su finalidad.
Sin embargo, entre el 21 y el 22 de agosto, y cuando el piño de los puesteros se encontraba pastando lejos de su corral, la inclemencias climáticas azotaron a esa zona de la Cordillera de los Andes como nunca antes en más de medio siglo. Los Araya Mercado, al igual que cientos de familias de puesteros, sufrieron pérdidas por demás considerables en su producción, ya que muchos animales quedaron varados en la nieve y fallecieron.
El grupo de cabras que se encontraba cordillera arriba junto al perro protector Porfín incluía a más de 70 ejemplares. Y todos fueron sorprendidos cuando se disponían a regresar -habían ido solos, el perro y las cabras-.
“La verdad es que no teníamos mucha esperanza, porque estaba realmente difícil el temporal. Si bien había pronóstico, nunca nadie esperó un temporal de esas características, por lo que muchos animales se desparramaron”, rememora Eli.
De hecho, a más de un mes del temporal más intenso, aún quedan algunos manchones de nieve en algunas zonas donde siguen sin crecer las pasturas y algunos animales continúan muriendo.
El 1 de septiembre, cuando el tiempo dio una tregua, Rolo, Eli y el hijo de ambos, Cristian, decidieron salir a buscar a sus animales (a los que hubieran logrado sobrevivir). Entre ellos, estaba el grupo de unos 70 que habían salido con el perro Porfín, y que no habían alcanzado a llegar al corral antes de que se registrara el momento más duro e intenso de las nevadas y el viento.
“El camino tuvimos que hacerlo en varios días, porque había lugares por donde no podíamos caminar. Era caminar al filo, por el hielo y pisando sobre nieve sin saber qué había abajo. Hasta que llegamos a la zona de la barda y vimos que nos había ido a buscar el perro y nos avisaba -a su manera- que estaba con las cabras. Ver eso fue llorar en todo sentido, por la tristeza de las cabras muertas, pero de la emoción de haber encontrado vivo al Porfín”, rememora Eli.
El can estaba mojado, flaco y cansado, pero ello no impidió que se pusiera adelante de las personas para marcar el camino hasta llegar a la cueva donde estaban las cabras que él mismo se había encargado de mantener unidas y protegidas.
Al ingresar, los puesteros encontraron a algunos animales muertos. No obstante, cerca de 30 permanecían recostados, con vida, y padeciendo las consecuencias de 10 días de frío, viento y nieve. A estos se los logró reanimar, siempre con Porfín a su lado.
“Realmente el perro cuidó a los chivos, que es el fin con el que se los cría. Y si bien son perros a los que no se les suele hacer muestras de cariño -precisamente por su función-, era inevitable no emocionarse. Pensamos que el perro no iba a sobrevivir, pero tenemos que darle las gracias a Dios de que pudimos salvarlo a él y a parte del piño. Y la producción que podamos tener para la próxima temporada, se la debemos al Porfín, porque él se quedó con las cabras”, reflexiona -en voz alta- Eli Mercado. Y no quiere dejar de agradecer a la Asociación Rural del Secano Mendocino de Malargüe, entre quienes se encuentran Lisandro Jaeggi y Braulio Salzo.
LA HISTORIA DEL PERRO PORFÍN
Porfín es uno de los perros protectores con los que productores de Malargüe están trabajando para mantener al resguardo a su ganado de los depredadores naturales (principalmente, pumas y zorros). Porfín está próximo a cumplir un año, y desde los 5 meses -tras haber sido criado y entrenado de una manera en particular-, se encuentra integrado el el corral del piño que protege. En pocas palabras, el perro vive entre las cabras y deambula entre ellos como uno más. No obstante, está bien identificado su rol de protector.
“El primero que tuvimos se llamaba Kabul, pero ahora estamos con el Porfín. Le pusimos ese nombre porque ‘por fin’ cumple la misión con la que se lo entrenó”, cuenta -entre risas- Eli Mercado.
Cuando sale con el piño de chivos, el Porfín los acompaña y suele adelantarse hasta 200 metros para controlar que no haya riesgos en el camino y las cabras puedan continuar con su andar.
En cuanto a su función, ya desde el olfato la presencia de un perro (que es un ejemplar carnívoro) ayuda a mantener alejados a otros carnívoros (pumas o zorros), lo que se convierte en una herramienta para disminuir la matanza de ganado.
“Empezamos hace muchos años, junto a la fundación WCS (Sociedad de Conservación de la Vida Salvaje) y lo hicimos entregando perros de diferentes razas para que se criaran con las cabras. Así comenzó el experimento con el fin de proteger al ganado de cualquier predador”, destacó el guardaparques e integrante de la Sociedad Rural del Secano Mendocino, Guillermo Sánchez, quien además es productor.
Según contó Sánchez, a los perros se los entrena durante 4 o 5 meses junto a los animales de corral, por lo que están vinculados desde el primer momento a ellos. Este proceso se conoce como “impronta”, y consiste en integrar desde su nacimiento al cachorro de una especie a criarse con otras para que tome sus características comportamentales). En simultáneo, se les brindan también otras herramientas y capacitaciones.
“En este momento tenemos 16 perros en el campo trabajando, y hemos sumado 5 perros más, todos distribuidos a diferentes productores y ambientes, que van desde llanura de Llancanelo -por ejemplo- hasta la Cordillera de los Andes, como es el caso de Porfín”, contó Sánchez.
Según los registros de la Sociedad Rural del Secano Mendocino y de la WCS, el éxito entre los productores con perros protectores es por demás significativo.
“En promedio, en el Sur de Mendoza, hay entre 68 y 70 animales depredamos por el puma por año. En personas que han tenido perros protectores, bajó a 10. Es un antes y un después”, destacó la representante de la WCS en el Sur de Mendoza y el Norte de Neuquén, María José Bolgeri.
En cuanto a la explicación del funcionamiento de esta herramienta como reductor de mortandad, radica en el hecho de que los depredadores son territoriales y los carnívoros, por lo genera, tratan de evitar competencia con otros ya que eso supone un gasto de energía.
“Con un perro ponés un carnívoro en un territorio específico, este marca el lugar y hace que no entre otro (por lo general). Lo más importante del perro protector en estos casos es que evita la depredación nocturna, que es cuando las chivas u ovejas están en un rodeo durmiendo, entra el puma y se da un desparramo de ejemplares. Eso se evita y es ahí donde pudimos hacer un corte. Y empezás a aumentar la tolerancia de la gente hacia la fauna”, destacó Bolgeri.