Gonzalo Espina es guía de turismo aventura desde hace 13 años y trabaja en la empresa Kaike, en Los Reyunos (San Rafael). Y si bien en el tiempo que lleva trabajando en el lugar ya se topó 3 veces cara a cara con un ejemplar de gato andino, jamás se imaginó que las fotografías que tomó durante un break en la tirolesa el mes pasado se convertiría en uno de los registros fotográficos más importantes de gato andino por fuera de las cámaras trampa.
“No fueron más de 5 minutos desde que lo vi y hasta que se esfumó, y en ese tiempo se estuvo moviendo de un lado al otro. Creo que estaba cazando algunos pajaritos. Pero pude sacarle varias fotos y la sensación fue la de un momento único”, describe Gonzalo a Los Andes. Ni bien capturó este momento –con la cámara de una fotógrafa que estaba junto a él en ese momento-, el guía se puso en contacto con las autoridades de Fauna de la Dirección de Recursos Naturales Renovables de Mendoza, y también con referentes de la Alianza Gato Andino. Y es que, luego del más reciente avistaje en Uspallata y por medio de una cámara trampa (de esas que se dejan fijas en un lugar sin nadie que las custodie a su lado y registran todos los movimientos), las fotos de Gonzalo Espina se convierte en el más reciente registro de esta especie de la que durante varios años no hubo indicios en Mendoza.
El agregado en este caso de Los Reyunos es que es la primera vez en muchos años que las fotografías son tomadas por una persona de manera presencial, y da hasta la sensación (al menos en una de ellas) de que el felino hasta “posa” para la instantánea.
“Me llamó mucho la atención el lugar en el que se lo vio, porque aunque en ese momento no estaba tirándose nadie por la tirolesa, es un lugar que suele tener mucho movimiento. Y verlo en ese entorno es bastante atípico. Por lo que estuvimos hablando, creemos que por el tema de las nevadas decidió bajar un poquito para buscar su comida”, reconstruye el fotógrafo.
A comienzos de julio, también la Secretaría de Ambiente y Ordenamiento Territorial, la Fundación Natura Argentina y reparticiones de la Nación confirmaron el avistaje por medio de una cámara trampa de otro ejemplar de gato andino en Uspallata. El registro había sido tomado a mediados de junio, aunque la confirmación llegó luego de que se retirara el equipo del lugar (estuvo instalado durante 8 meses). Este hallazgo se convirtió en un aspecto clave y fundamento sólido para insistir en la declaración del primer parque nacional mendocino en esa localidad, un proyecto en el que se está trabajando desde hace ya tiempo.
En el momento justo, en el lugar indicado
Si bien es la tercera oportunidad en que Gonzalo puede avistar en persona a un ejemplar de gato andino en Los Reyunos y en los últimos 13 años, esta vez todo conspiró y se dio para que el guía de turismo aventura pueda registrar el acercamiento del gato andino en varias fotos inéditas.
“Fue el sábado. Eran cerca de las 12 del mediodía y yo estaba en la ladera de una montaña, hasta donde llega la tirolesa que parte de otra pared y cruza el espejo de agua. Justo en ese momento no había gente tirándose, por lo que estábamos en un break con mi compañero y una chica que es fotógrafa de una empresa y había venido de Buenos Aires. Cuando vi que el gato andino estaba a 20 o 25 metros, manoteé la cámara profesional de esta chica y saqué varias fotos”, rememoró con entusiasmo y emoción el sanrafaelino.
Por su parte, el director de Recursos Naturales Renovables Sebastián Melchor destacó el aporte y la contribución ad honorem de la empresa de turismo aventura “Conociendo la importancia ambiental de este avistaje, colaboró con darnos pronto aviso y facilitarnos estas imágenes exclusivas para difundir y crear conciencia en la población” sostuvo Melchor.
Uno de los 5 felinos más amenazados del mundo
El gato andino es uno de los cinco ejemplares de felinos en mayor riesgo a nivel mundial, mientras que en la zona cordillerana de Argentina y el resto de América del Sur (su hábitat natural) es la especie más comprometida y amenazada. Se la ha declarado en peligro de extinción y, por sus características, es muy raro lograr avistarlo. Por esto mismo es que se ha ganado el apodo de “Fantasma de los Andes”. Sigiloso, enigmático y salvaje, los pocos ejemplares que quedan en el ecosistema no suelen deambular frecuentemente entre zonas concurridas, ya sea por personas como por otros seres vivos. Esto convierte entonces al avistaje en Los Reyunos en algo prácticamente inédito y, sumado al del polígono del Ejército en Uspallata registrado hace poco más de un mes, conforman una buena noticia para el ecosistema.
Hasta el avistaje del sábado pasado protagonizado por el guía de turismo aventura en Los Reyunos y el consignado en Uspallata –por medio de videos y el 15 de junio-, el último ejemplar de gato andino del que se tenía registro en Mendoza había sido avistado en 2020, en la Reserva Natural Villavicencio.
El gato andino (Leopardus jacobita según su nombre científico) es un poco más grande que un gato doméstico y habita en ambientes áridos que van desde el centro de Perú hasta Mendoza y Neuquén. Tiene una cola muy larga, gruesa, cilíndrica, de aspecto felpudo y que cuenta con entre 6 y 9 anillos anchos de color café oscuro a negro. Su nariz, en tanto, es negra, a diferencia de su “pariente” –con quien comparte hábitat y con quien suele ser confundido- el gato del pajonal, que tiene la nariz rosada.
Por sus características, prefiere sitios aislados, caracterizados por la presencia de afloramientos rocosos donde habita su presa principal, el chinchillón (Lagidiumviscacia), un roedor. En particular, la población de gatos andinos de Mendoza y del norte de Neuquén aparece como genéticamente única y es fundamental conservarla ya que puede proveer herramientas para la permanencia a largo plazo de la especie.
Los principales riesgo y el cómo se trabaja para cuidarlo
Las amenazas que atentan contra la conservación del gato andino son variadas, aunque todas tienen que ver con la incidencia humana y artificial. Entre ellas están el desarrollo de actividades de industrias extractivas y las prácticas inadecuadas y no reguladas de ganadería, agricultura y turismo.
No obstante, otra de las amenazas -y que se ha convertido en una de las principales- es la de la cacería. Ya sea como pasatiempo o, lo que es más problemático, como represalia. Y es que, al igual que ocurre con los pumas y los zorros, los productores suelen ver en el gato andino una amenaza para sus animales (en lo que es el gato andino, la relación es con gallinas u otras aves de corral). Entonces colocan distintas trampas que terminan siendo mortales para el gato andino en pos de proteger a su producción.
Trampas metálicas (que derivan en la amputación de patas y muerte) y cebos envenenados -animales muertos a los que se les colocan agrotóxicos- suelen ser las peligrosas estrategias con que se busca mantener alejados a los predadores. Incluso, también los cóndores sueles ser víctimas de estas trampas, ya que como carroñeros que son, suelen bajar a alimentarse de los restos del cebo envenenado y mueren, como ocurrió en 2018, en Los Molles (Malargüe) cuando fallecieron 34 ejemplares intoxicados.
“Es fundamental que la ciudadanía se comprometa y utilice todos los medios para denunciar estas prácticas inadecuadas y prohibidas de uso de cebos, trampas y matanzas de carnívoros. Esta es la única manera de cambiar esta situación, generar conciencia y buenas prácticas”, destacó el jefe del departamento de Fauna de Mendoza, Adrián Gorrindo.
En Mendoza, se encuentra prohibida por medio de la Ley de Fauna Silvestre la tenencia, fabricación y uso de trampas. “Cuando se incautan tramperos de aves en distintos procedimientos, se destruyen. Y cuando se secuestran las trampas de carnívoros, hay un guardaparques escultor que las convierte en obras. La última vez que se reunió una gran cantidad se hizo una escultura con la forma de un zorro gris y la colocaron en la reserva Ñacuñan, resaltando y poniendo en valor justamente a esta especie”, indicó.
Precisamente para contrarrestar esta riesgosa práctica ilegal -que puede poner en peligro a comunidades enteras si el veneno entra en contacto con el agua, por ejemplo- hace ya algunos años se comenzó a trabajar en Malargüe y junto a productores con la figura de “perros protectores”. Se trata de un modelo replicado a nivel internacional y que consiste en criar a perros en corrales junto a animales de ganado para que los canes se integren a la manada y sean “uno más”.
Con la mera presencia del perro -incluso ya desde lo olfativo-, se logra mantener alejados a otras especies -entre ellas predadores naturales, como pumas, zorros y gatos andinos. Esto permite, entonces, evitar riesgos para los ganaderos y, por ende, no tener que recurrir a estas prácticas ilegales que atentan contra especies protegidas. Esta convivencia armoniosa entre grandes carnívoros y ganaderos ha dado muy buenos resultados en los casos donde ya se ha aplicado en Mendoza.