Miguel Ángel Fragapane (77), su esposa Mabel (70) y su hija Belén aún no terminan de entender ni dimensionar la secuencia que vivieron el sábado último por la noche. Fueron apenas unos minutos, pero los suficientes para que un incontrolable incendio consumiera y destruyera toda la casa donde viven –o vivían- en calle Pedro Vargas al 691, de Guaymallén. Y es que esa noche, los 3 debieron salir con lo puesto y evacuar la casa en cuestión de segundos para lograr salvar sus vidas, y desde entonces están viviendo en la casa de otra de las hijas de Miguel Ángel y Mabel, en El Bermejo (también en Guaymallén).
A menos de 4 días de vivir esta pesadilla despiertos y en la vida real, la familia Fragapane intenta resurgir de las cenizas –literalmente-, por lo que Belén y su hermano Daniel están encabezando una campaña para juntar fondos y materiales de construcción que les permitan reconstruir su casa familiar.
“Perdimos absolutamente todo, pero los vecinos nos ayudaron desde el primer momento al asistirnos. Y después la cadena de solidaridad de la gente ha sido increíble y hemos podido juntar ropa y mercadería, sumado a que la Municipalidad de Guaymallén nos asistió con colchones y ropa de cama. Es maravilloso como la gente nos ha acompañado, incluso amigos y conocidos que están viviendo afuera”, resume –y agradece públicamente- Belén, quien por la mañana trabaja en una panadería ubicada en calle Adolfo Calle y por la tarde estudia para ser maestra.
“Queremos juntar la mayor cantidad de dinero posible para ir a un corralón y comprar los materiales que necesitamos. También es impresionante que mucha gente nos ha ayudado con ladrilos y materiales de construcción, pero se nos complica en ese caso porque no tenemos donde ir guardándolos”, resume la joven.
Un segundo que les cambió la vida
Mabel y su hija, Belén, se ganan la vida con trabajos de mercería, y las máquinas de coser, la tela e, incluso, algunos trabajos que ya tenían listos para entregar se perdieron con las llamas. Miguel Ángel es jubilado y padece algunas patologías cardíacas. El sábado último, a las 22:20, Belén acababa de llegar a su casa del trabajo, mientras que sus padres estaban cerrando la casa y preparando todo para acostarse a dormir.
“Yo estaba en lo que es la única zona de la casa que, aparentemente, se ha salvado después del incendio: la entrada. Es una casa antigua y grande, que tiene dos comedores. Yo estaba con mi mamá y en un momento ella me hace notar que había olor a quemado, yo me fijé en la vereda, pero no se veía nada. Cuando vuelvo a entrar a la casa, me doy cuenta de que es olor a cable quemado y que venía de una de las habitaciones”, reconstruye Belén.
La habitación de dónde provenía el olor es una pieza que antes ocupaba Belén, pero que en febrero y luego de una intensa tormenta granicera –la misma en la que el monumento del Cóndor del Acceso Este perdió la cabeza- quedó inhabilitada. Un pedazo de techo se desmoronó.
“Apenas sentí el olor a cable quemado se produjo el corto y nos quedamos sin luz en toda la casa. No tuvimos ni tiempo de ir a buscar las linternas, por lo que nos manejábamos con la linterna del celular. Mi papá estaba con nosotros, ¡menos mal! Hubiese sido 10 minutos después y ellos ya hubiesen estado acostados en su cama, y todo hubiese sido peor”, piensa en voz alta Belén.
Cuando se asomó a la habitación en la que se generó el incendio, la joven vio que comenzaba a salir un poquito de humo de debajo de uno de los placares. Era la misma habitación que fue refuncionalizada como un depósito y donde estaban los trabajos y materiales de mercería con que Belén y Mabel trabajaban.
“Apenas vi todo, le dije a mi papá que llamara al 911 y pidiera asistencia de bomberos y de ambulancia, ya que él es paciente cardíaco. Yo fui a la cocina, cerré el gas y corté la luz general de toda la casa. Cuando volví a la sala donde estábamos, el fuego ya había agarrado el placar. Desesperada, entré al baño a llenar un balde con agua y dejé en el lugar el celular, mientras mi mamá había ido al patio a buscar una manguera. Pero ya no podíamos hacer nada, solo teníamos que salir”, reconstruye Belén.
Ella y su padre salieron a la calle, y Belén creía que su madre venía detrás de ambos. Pero no, la mujer –desesperada y sin caer todavía en lo que estaba ocurriendo-, había intentado entrar para recuperar el televisor. “Fui hasta donde estaba mi mamá y le dije que teníamos que irnos, porque el fuego ya había agarrado todo el placar y las llamas estaban muy fuertes”, sigue Belén.
La atendió el 911 de Bahía Blanca
Ya con todos los integrantes de la familia en la vereda, y mientras el fuego se propagaba en el interior de la casa, Belén le insistió a su padre para que llamara al 911. Pero el celular de Miguel Ángel se quedó sin batería. Cuando Belén quiso buscar el suyo para llamar, no lo encontró, y recordó que lo había dejado en el interior del baño cuando llenó un balde con agua.
“Quise entrar a la casa a buscar el teléfono y sentí toda la llamarada en mi cara, me quemó el pelo. Como pude, entré al baño con los ojos cerrados, agarré el teléfono y salí. Ahí llamé yo al 911 y me atendieron, pero cuando pasé mi dirección, me dijeron que estaba localizado en Pedro Vargas y Einstein. ¡Ahí me di cuenta de que me había atendido el 911 de Bahía Blanca, porque esa esquina es de allá!”, recapitula.
Y es que la línea móvil de Belén Fragapane está registrada en esa ciudad bonaerense (donde vivió antes de regresar a Mendoza), por lo que –automáticamente- la comunicación se conectó con ese centro de operaciones. Al aclararle Belén que estaba en Mendoza, la operadora le pidió que activara la localización y volviera a llamar. Siguió las indicaciones y en el segundo llamado, la conectaron con el CEO de Mendoza.
“Cuando llamé, la operadora me atendió muy bien, me mantuvo en línea para que no pierda la calma y me dijo que estaban llegando los bomberos. A los minutos llegaron bomberos de Guaymallén, de Ciudad y de Godoy Cruz, y ellos rescataron a los dos perritos que se habían quedado adentro, y apagaron las llamas. Estábamos con pantuflas, pijamas y lo puesto, y los vecinos nos prestaron camperas”, sigue la joven.
Pérdidas invaluables y cómo ayudar
Además de la casa –que quedó inutilizable y con la necesidad urgente de ser reconstruida-, Mabel y Belén perdieron las máquinas de coser y las telas y sus trabajos de mercería. Miguel Ángel, por su parte, perdió toda la medicación para el corazón y los riñones.
Fue en ese momento en que comenzó la cadena de ayuda iniciada por los hijos del matrimonio y sus amigos, y que permitió que consiguieran rápidamente mercadería y ropa para poder subsistir mientras intentan reconstruir su casa.
“Gracias a dios hemos recibido muchas donaciones de ropa, elementos de cocina, y mercadería. La gente de la panadería La Fortuna, donde trabajo, también nos ha ayudado mucho. Pero ahora lo que más estamos necesitando es plata y/o materiales de construcción”, se sincera la joven.
Quienes puedan y deseen colaborar con Miguel Ángel, Mabel y Belén Fragapane, pueden comunicarse telefónicamente a los números 2914469813 (Belén) y 2613471271 (Daniel).
Además, hay una cuenta de Mercado Pago con el CVU 0000003100154675325587, a nombre de Daniel Ángel Cristóbal Fragapane. El alias es miguel.frapagane.mp y el CUIT/CUIL es 20291023976.